Capítulo 9

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Era miércoles; justo el día que no quería que llegara; me levanté con suma pereza, atemorizada; ni una pizca de curiosidad tenía, pero una promesa se tenía que cumplir.
Durante todo el día en el instituto e incluso camino a casa, Joel no dejó de sonreírme e insinuarme lo de la cita. Pero justo cuando llegamos a mi casa después del instituto, desidió ponerse serio.
-Si la estas pasando mal, o el tipo resulta ser un imbécil, llámame, en seguida te sacaré de allí.
-Tenia pensado hacerlo-sonreí.
-Sólo cuídate ¿si?.
-Lo haré, Joel.
-Adiós, ______-se acercó y acto seguido besó mi frente apretando sus rosados labios contra ella.
-Hasta pronto.
Bajé del auto y miré cómo Joel se iba calle abajo. ¿Por qué la vida no fue más sencilla y no me enamoré de Joel?. Hacíamos la pareja perfecta; pero el cariño que le tenía y el amor entre nosotros, era sólo de hermanos, y lo mejor, siempre incondicional.
Me introduje en casa; miré el reloj, Andrea tardaría un par de horas en llegar, suficientes para tomar un baño.
Las manecillas doradas del reloj parecieron jugar en contra mía y avanzaron como si fuesen a un maratón.
Andrea llegó puntual. Necesitaba tener el valor suficiente para enfrentarme a lo que seguía; en dos horas, un desconocido tocaría a mi puerta, y con él, pasaría los siguientes minutos que quizá, serían los más estresantes de mi vida hasta ahora.
-¿Qué te pondrás?-preguntó Andrea sacándome de todas las especulaciones que mi cerebro producía.
-Ammm... no sé, una falda a la rodilla y una blusa-me encogí de hombros.
-¿No tienes vestidos?.
-¿Me obligarás a usar un vestido?-fruncí el ceño.
-No, lo usarás por tu propia voluntad-sonrió.
-Ni en un millón de años.
No me agradaba usar vestidos, no por que estos no me gustaran; sino por que me sentía extraña usando uno.
-De acuerdo, tú sabrás; pero al lugar al que vamos, no creo que te guste llevar lo que piensas usar.
Y al final de cuentas, ella tenía razón; lo usaría por voluntad propia.
-Tú ganas-torcí el gesto.
Andrea revolvió de arriba hacia abajo mi armario, hasta que encontró un vestido que hace años no usaba; era color violeta con destellos en un cinto que quedaba justo debajo del pecho. Estaba casi nuevo, sólo lo había usado una vez, hace dos años; era un regalo de parte de mi tío. Estaba resignada a volver a usarlo sólo por dos cosas: una, por hacer feliz a Andrea; y dos, por no desentonar en el lugar. Era increíble que aún me quedara justo a la media; debo admitir que si algo me gustaba de aquel vestido, era la caída del faldón que llegaba justo a la rodilla.
Andrea quedó preciosa revestida de azul celeste, llevaba su cabello suelto; mientras que yo, lo había sujetado en alto haciendo que las ondas que se formaban en las puntas se acentuaran más. Ella estaba emocionada y no paraba de hablar de Zabdiel; y yo con un cierto temor a lo inesperado. Me invadía aquella sensación de vacío.
El timbre sonó justo a las siete en punto, y sin saber porqué, mi corazón se aceleró. Andrea, nerviosa me pidió que abriera, y dando pasos recelosos me dirigí a la puerta para abrirla.
Mis ojos se abrieron de par en par al ver quién era el joven que se encontraba al lado de Zabdiel; el joven que era mi cita. Él me miró de igual manera.
-¡Wow, ______, pero que bien luces!-expresó Zabdiel-¿No es así Christopher?-dijo refiriéndose a su acompañante.
-Zabdiel, ¿puedo hablar contigo un momento?-musitó serio.
Parecía sorprendido de saber que yo era su "cita" y molesto por eso. Por no sé porqué la sorpresa, debió suponerlo al estar parado justo en mi puerta y yo debí saber que Andrea no conseguía a nadie sino al mismo hermano de Zabdiel.
Se retiraron un poco para que yo no alcanzara a escuchar lo que decían pero aún así, pude percibir un "Hazlo por mí" suplicante de parte de Zabdiel, y vi cómo Christopher después de haber refunfuñado algo que no entendí, aceptó con un profundo suspiro de resignación. Esto resultaría un desastre, lo sospechaba.
Andrea salió a los pocos minutos y ví cómo los ojos de Zabdiel desprendieron una cálida luz; estúpida sensación de vacío, ¿porqué no te vas?. Antes de dar un paso para subir a la camioneta de Zabdiel, tomé del brazo a Andrea impidiéndole caminar.
-No sé si te has dado cuenta; pero no creo agradarle mucho a Christopher-susurré.
-Estás loca, él es un ángel-me aseguró.
Zabdiel, como todo un caballero, mantuvo la puerta del copiloto abierta hasta que subiera Andrea; eso significaba que yo viajaría atrás junto con Christopher, quien al igual que Zabdiel, esperaba con la puerta abierta a que mis pies se dignaran a caminar. Lentos, llegaron hasta donde estaba él, podía percibir su gran disgusto, pusto que sólo espero a que yo subiera y azotó la puerta con fuerza. No pude evitar formular en mi cabeza un insulto para él... idiota, era de todas las palabras más pronunciables que pensé.
Estaba a punto de tomar mi celular y llamar a Joel pidiendo auxilio; pero para hacerlo, al menos tenía que esperar a que transcurriera un poco más aquella pesadilla que llamaban cita.
Zabdiel y Andrea no dejaban de hablar y reír, era más que obvio que esos dos gustaban uno del otro; mientras que Christopher mantuvo todo el camino su mirada en la ventanilla polarizada de su lado.
A los veinte minutos llegamos a un restaurante; parecía lujoso, con cierta suntuosidad. ¡Vaya lujo para una primera cita!.
Bajé por mí misma de la camioneta, Christopher ni siquiera se molestó en abrir la puerta como lo hizo Zabdiel con Andrea; la entrecomillada caballerosidad que me había mostrado al principio había desaparecido ya.
Deseaba fervientemente estar en algún otro lugar, cualquiera era mejor que estar contemplando el perfecto rostro disgustado de Christopher. Entramos al restaurante, el ambiente era bastante lujoso; lujo por doquier, manteles de ceda, candiles gigantes y violines tocando. Mis ojos estaban maravillados con la hermosura de aquel establecimiento, pero a decir verdad, no se comparaba con la belleza en el rostro del joven que tenía al lado. Apostaría cualquier cosa, a que la majestuosidad de todo eso, era opacada por la belleza de su sonrisa.
-Dos meses para dos, por favor-ordenó Zabdiel.
Todos le miramos con los ojos abiertos de par en par; Andrea sorprendida, Christopher molesto y yo desconcertada. ¿Pensaban dejarme a solas de nuevo con Christopher? ¿Qué clase de amigos hacen una cita doble para separarlas al final?.
-Por aquí, por favor-nos escoltaron hasta una mesa donde Zabdiel y Andrea se quedaron; y a una distancia considerable, nos sentaron a Christopher y a mí.
De acuerdo, esto era demasiado incómodo; tenía una cita con una persona a la que no le agradaba. Creo que en toda mi vida, no había pensado situación más incómoda que esta.
Tomé la carta que se encontraba sobre la mesa y la puse frente a mi cara para ocultar la impresión de incomodidad que se apoderaba de esta. Miré el menú, ¿qué es toda esta comida rara?. Sentí una penetrante mirada sobre mí, miré hacia todos lados mientras la carta seguía escondiendo mi rostro, nadie me observaba, quizá empezaba a alucinar. Bajé la carta y ví cómo la mirada de Christopher bajó rápidamente a la mesa.
-¿Van a ordenar?-preguntó el mozo cortésmente.
Lo miré, ¿hacía cuánto tiempo que estaba allí?. Tomé la carta y la observé de nuevo.
-Ammm... quiero esto de aquí-señalé una comida cuyo nombre me era imposible pronunciar.
El pelirrojo y rizado joven anotó en su pequeña libreta.
-¿Señor?-se dirigió a Christopher.
Este mi miró por un par de segundos y después miró al mesero.
-Lo mismo que ella-dijo serio, sin siquiera saber lo que yo había ordenado.
-¿Algo de tomar?-preguntó el pelirrojo.
-Un té helado, por favor-musitó Christopher con toda la elegancia propia de él.
-¿Señorita?.
-¿Ah?-dejé de mirar el encanto de Christopher y reaccioné a la voz del pelirrojo-Lo mismo-musité.
En realidad, el té helado era una de las bebidas que no tomaba usualmente, pero en este caso era lo único que conocía.
-Enseguida-dijo el mozo una vez que terminó de anotar en su pequeña lista, y se marchó.
Christopher miró hacia otro lado, molesto aún, sus cejas expresaban un disgusto que era fácil de percibir. Inspiré fastidiada de la situación.
-Escucha...-musité con temor intentando que mi voz sonase fuerte y segura, Christopher me miró-Es obvio que no te agrado y ni siquiera sé porqué, pero te aviso que ahora el sentimiento es mutúo; ambos estamos aquí no por que queramos, pero al menos a mí, me importan aquellas dos personas-señalé a Zabdiel y Andrea-Y no les arruinaré la velada; así que por ellos, te soportaré a ti esta noche.
Él me miró sorprendido, no se esperaba que yo le hablara así, pero ¿qué quería? ¿qué le llevara flores y le inundara de cumplidos?, no si me trataba como lo ha hecho. Miró después a Zabdiel y Andrea, quienes reían y hablaban comodamente.
-Por ellos...-musitó y lentamente posó su mirada de nuevo en mí.
El pelirrojo que antes había pedido nuestra orden, había llegado con ellas, impidiéndome a mí articular palabra.
-Provecho-dijo amable y volvió a desaparecer.
Miré mi plato, ¿qué era lo que había ordenado?, perecía apetitoso, pero ¿y si no lo era?.
-Es carne de pollo en salsa irlándesa-musitó Christopher adivinando quizá las expresiones en mi rostro.
-Parece que sabes mucho.
-¿Tenemos que hablar?-frunció el ceño.
-Tú empezaste a hacerlo-enarqué una ceja-Y si no hablamos, sería muy incómodo que sólo estemos sentados uno frente del otro. Al menos finjamos que nos agradamos, ¿de acuerdo?.
-No recordaba que hablabas demasiado-dijo mientras picoteaba con su tenedor el buen pedazo de pechuga que tenía en su plato.
-Entonces dejaré que hables tú-mi voz sonó retadora.
-¿Qué quieres que diga?.
-No sé, quizá el porqué te comportas así conmigo.
Su rostro se tensó, contrajo sus rosados labios y cerró los ojos mientras tenía la cabeza ligeramente inclinada en dirección a su plato.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora