Quise encontrar todas aquellas mariposas que revoloteaban en mi estómago cuando me lo decía, pero no encontré ni una sola. ¿Y qué se supone qué tenía que decir ahora?. Sentí mi cuerpo en un estado de pasmo, no reaccionaba, parecía incluso aburrido.
Una figura captó mi atención mientras caminaba hacía la entrada de la casa de enfrente, y mi corazón pareció despertar, lento empezó a palpitar. Conocía ese andar grácil, también la silueta de su cuerpo. Desde que había terminado conmigo, no lo había visto. Un golpe de nostalgia me abofeteó. Me le quedé mirando, Christopher caminaba con paso musio y entonces dirigió su mirada hacía mí. Mi corazón latió un poco más a prisa. Se me quedó mirando, aturdido; luego su mirada se posó en el joven que yo tenía a mi lado para después volver a mí. Su rostro se endureció, e inclusive a distancia pude ver como su entrecejo se arrugó. Se giró, metió la llave a la cerradura, giró la perilla y se introdujo a su casa azotando por último la puerta. El latido de mi corazón se fue apaciguando cuando él desapareció, fue entonces que pude percatarme de que Richard me estaba hablando.
-¿Estás bien, _______?-su voz resonó en mi oído.
Le miré, con el rostro estupefacto, los ojos dilatados y los labios entreabiertos.
-¿Te pasa algo?-preguntó, receloso.
-¿Sabes?-dije-Hace frío y no quiero resfriarme-pasé mis manos repetidas veces por mis antebrazos para producirme calor-Creo que será mejor que me meta ya-me levanté, haciendo ademán de lo que había dicho.
-Está bien, sí, cuídate-me sonrió.
Abrí la puerta y me quedé allí congelada, pensativa.
-¿Estás bien?-preguntó al verme inmóvil.
-¿Eh?-le miré-Sí. Adiós-musité.
-Adiós-dijo y se dio la vuelta para comenzar a caminar.
Me introduje a casa y me recargué sobre la puerta una vez que estuvo cerrada, suspiré fuerte y hondo. Era irónico. Yo no podía sentir lo que mis amigos querían que sintiera, pero mi corazón tampoco podía sentir lo que yo quería.
Me tapé la cara con ambas manos y me mantuve así por un instante, oculta bajo mi propia piel. Subí las escaleras y me interné en mi habitación. Me aventé sobre el colchón y me acurruqué hasta quedarme dormida.
//-Cierra los ojos-me ordenó, su voz retumbaba en mi oído con esa armonía que tanto me gustaba, produciéndome un extraño cosquilleo en el estómago.
Sonreí e hice caso de lo que me dijo. Luego sentí sus cálidas manos sobre mis mejillas y cómo su respiración chocó contra mi rostro. Sus labios se posaron cerca de los míos y después bajaron hasta ellos para unirse. El cosquilleo de mi estómago se hizo más fuerte y se expandió por todas las extremidades de mi cuerpo. Sus labios, suaves y tiernos, se mostraban sedientos de los míos.
Nos separamos despacio, dejando que nuestras respiraciones se acompasaran y comencé a abrir los ojos. Ver su rostro tan cerca del mío me hizo sentir como si estuviera en mi paraíso personal. Pude reflejarme en el amplio espejo de sus ojos.
-Christopher-susurré.
-Shhh-posó sus labios nuevamente sobre los míos, pero esta vez fue breve. Sentí la sangre agolpándose en mis mejillas-Ven, tenemos que correr-me dijo.
Tomó mi mano y me hizo apresurar mis pies a través de un pasillo oscuro, de un negro ébano; al principio le seguí, segura y confiada, pero luego, después de habernos internado en la negrura, comencé a sentir miedo. Su mano ya no era cálida ni su piel suave, ahora era fría y un poco callosa. Ésta mano no era de Christopher.
-¿Christopher?-pregunté, temerosa.
No hubo respuesta y me sentí aún más incómoda. Pero entonces una blanquecina luz al otro extremo del negro pasillo me cegó, mientras mis pies aún corrían hacía ella. Paré junto con quien me llevaba de la mano y abrí los ojos lentamente. Me encontré con unos ojos diferentes; parte de un rostro moreno.
-¿Richard?.
-Te quiero-me dijo.
Pero no sentí nada, aburrida de nuevo, cansada incluso. Mi estómago estaba vacío; mis mejillas, pintadas de su color natural; y mi corazón silencioso, como si estuviese muerto.\\
-Se te hará tarde de nuevo; _______, despierta-sentí las manos de Erick sacudiéndomela lentamente.
-Mmm...-murmuré, abriendo los ojos.
-¿Una pesadilla?-preguntó mi primo, preocupado.
Hice un aspaviento, confundida. Pero entonces sentí la humedad de mis ojos; me llevé una mano hasta ellos e interrumpí el transcurso de aquella gota salada que resbalaba apenas. ¿Había estados llorando mientras soñaba?.
-¿Estás bien?-insistió.
-Sí-musité limpiándome mis ojos-¿Qué hora es?.
-Las seis con cinco. Llegarás tarde de nuevo si no te paras ya-me sonrió.
-Gracias, Erick-aventé las sábanas a un lado-Es un alivio tenerte aquí.
Él me sonrió.
-¿Eso es un 'Te quiero' implícito?-preguntó, divertido.
-Si así lo quieres ver-me encogí de hombros.
-Está bien. Yo también te quiero, prima.
Reí y él salió dándome la libertad de alistarme.
Me asomé por la ventana. Que patético resultaba cuando sabía perfectamente que no habría nadie. A la mente se me vino el sueño, pero luché por enviarlo al infierno, en algún rincón de mi memoria. No tenía ánimos para pensar en eso.
Me duché y alisté con mi tiempo justo, pero la hora de la llegada del autobús era algo que no podía controlar.
Salí de casa y lo primero que vi fue aquella casa que tenía justo enfrente. Inmediatamente pensé en Christopher y lo sucedido anoche. Su rostro no era el mismo, aquel rostro de niño tierno había desaparecido dejando sólo el rastro de un hombre demacrado. "Pero si no te importan tus sentimientos y que los vuelvan a herir, al menos piensa en los que tú heriste". Las palabras de Lola resonaron en mi cabeza con la misma intensidad con la que había sido pronunciadas. ¿Acaso era yo la culpable de la lánguida expresión en el rostro de Christopher?. Me estremecí de sólo pensarlo. Pero, ¿cómo podría ser yo la causa de aquello si él ya no me quería?.
Arrastré mis pies sobre el cemento de la acera, obligándolos a ir más rápido de lo normal, luchando por eliminar todos aquellos remolinos de pensamientos y frases inconclusas que rápidamente se habían formado en mi cabeza. Llegué hasta la parada del autobús, esta vez el incómodo transporte se tardó un poco más en aparecer; sin embargo eso no me trajo ningún inconveniente para la hora de llegada a mi instituto.
Esta vez llegué temprano y pude ver cuando Joel aparcaba el auto en el lugar en el que siempre lo hacía, Lola venía con él. Algo se removió dentro de mí. Le hice una mueca a lo que sea que haya sido y seguí caminando hasta la entrada del instituto. Un día largo me esperaba.
Era raro. Dormir pensando en él ya no era mi costumbre; pero ahora los recuerdos se venían a mi mente por si solos. Justo al cerrar los ojos la imagen de Christopher viajaba a través de mi cabeza. Su cabello, su sonrisa (que ahora había desaparecido), sus bellos ojos, sus amplias y fuertes manos... era como una tortura, porque empezaba extrañarlo. Aún con todas aquellas proyecciones de su figura en mi cabeza, dejé que la inconsciencia me arrastrara en un profundo sueño.