Capítulo 12

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-¿Qué?-demandé saber.
-Nada-dijo y su sonrisa se ensanchó.
-Joel.
-Nada, nada-repitió e hizo un intento por reprimir aquella sonrisa-Anda, ve a vestirte.
-¿A dónde vamos?-pregunté con recelo.
-A desayunar-hizo ademán como si fuese obvio. Reí y sacudí la cabeza-Si no estás lista en quince minutos, pagarás tú-advirtió divertido. Puse los ojos en blanco y subí corriendo escaleras arriba hacía mi habitación.
Salimos de casa y mi vista se ocupó en buscar a alguien en la acera de enfrente, ni siquiera sé porqué lo hacía, pero mis ojos parecían tan desesperados por encontrarle; sin embargo no vi su rostro. Joel me miró del mismo modo en que lo había hecho antes.
-¿Qué?-volví al juego.
-Nada-rió.
-¡Pimentel!-muscullé frustrada.
-¿Qué?-preguntó haciéndose el inocente.
-Sea lo que sea que estás pensando, será mejor que me lo digas-advertí.
-Te lo diré, sólo deja que lleguemos a McDonald's. ¿De acuerdo?.
Refunfuñé en voz baja.
Llegamos a dicho lugar y nos sentamos en la misma mesa de siempre. Joel puso una bandeja delante de mí que contenía un plato con tres Hot Cakes y un vaso de café; mientras que él se sentó enfrente mío con su propia bandeja. De pronto, tuve una visita al pasado; cuando Joel y yo hacíamos esto por diversión solamente, extrañaba eso. Sonreí ante aquel recuerdo.
-Gracias, Joel.
-De nada-me sonrió.
-Bueno y... ¿me dirás?-musité.
-Antes déjame preguntarte una cosa-dijo mientras intentaba abrir un sobrecito de catsup.
-Dime.
-¿Qué ha pasado con Bryant?-inquirió.
-¿A qué te refieres?.
-No sé, tú dime. ¿Ya no has soñando con él?.
-No-dije mientras picoteaba con mi tenedor uno de los Hot Cakes en mi plato.
-Hummm.
-¿Ya me vas a decir?-pregunté inquieta. Joel me miró y enterró sus ojos en los míos.
-¿Y qué hay con Christopher?.
Parpadeé repetidas veces ante el asombro que me había causado su pregunta.
-¿Él qué tiene que ver?.
-Sólo contesta mi pregunta-dijo sin apartar sus acosadores ojos de mí.
-Es un odioso-bufé y fruncí el ceño.
Los labios de Joel esbozaron una sonrisa que fue ensanchando poco a poco hasta volverse burlona.
-¡¿Quieres dejar de hacer eso?!-le reproché al ver su flamante sonrisa.
-¿Es que no te has dado cuenta, ______?-preguntó incrédulo.
-¿Cuenta de qué?.
-De que cada vez que oyes el nombre de Christopher, tus ojos brillan con luz propia y ni se diga cuando lo miras. ¡Dios!. Podrías iluminar todo un día con la resplandeciente luz que tus ojos desprenden. Jamás los había visto brillar tanto.
-Exageras Joel. Christopher es un odioso, y seguro lo único que ves en mis ojos es el resplandor del odio que le tengo.
-Tú no odias a Christopher-negó con seguridad.
-¿Y tú cómo sabes que no?.
-______, aveces creo que te conozco más de lo que tú misma te conoces; no odias a nadie, y mucho menos a Christopher. Si lo odiaras, no quisieras ni hablar de él; pero veo que es todo lo contrario-sonrió-No lo odias-volvió a decir más seguro de lo que parecía antes.
En ese momento tenía dos pensamientos en mi cabeza; uno me decía que quizá Joel estuviera jugando a la psicología y metiéndome en la cabeza cosas que desarmaban todo mi ejército de rencores hacía Christopher; y otro me sugería que tal vez, sólo tal vez; Joel tenía razón. ¿Y si en verdad no odiara a Christopher? ¿Y si mis ojos hablaban por mí cosas de las que yo ni siquiera estaba enterada?. Lo pensé por un minuto, lo primero me parecía más lógico.
Llegué a casa pasadas de las cuatro de la tarde. Debo admitir que la mañana con Joel era más que un grato recuerdo de el pasado, era como traerlo a la vida de nuevo.
Tuve toda la mañana para pensarlo; Joel tenía razón, al menos en una cosa; no odiaba a Christopher; era imposible odiar a alguien a quien casi no conozco; pero eso sí, admitámoslo; ya se había ganado un lugar en el baúl de los rencores. No lo odiaba, pero no por eso iba a ser amable con él. ¿Quería hostilidad?, la iba a tener.
Decidí ponerme a estudiar, tenía que pasar los apuntes que Leslie me había pasado. Coloqué todos mis cuadernos en un notorio desorden sobre la mesa y me senté apartando el cuaderno de Economía de Leslie y el mío. Abrí el cuaderno de ella en la última de sus notas, parecía como si estuviera leyendo algo escrito por Lola; era increíble el parecido que había entre sus caligrafías; sólo con la diferencia de que Leslie apuntaba cada cosa en un color diferente de pluma; eran apuntes muy coloridos, propios de una chica como Leslie. Rosa, azul turquesa, verde limón, morado. Parecía un arcoíris impreso en puño y letra.
Apenas tomé mi bolígrafo, el timbre sonó; me detuve instantáneamente y me paré de la silla con desgano para dirigirme a la puerta de la misma manera. Con movimientos desinteresados giré la perilla de la blanca madera y una vez que ésta se abrió, mis ojos se abrieron de par en par al visualizar a la persona que estaba parada en el umbral de mi puerta. ¿Christopher?.
-¿Qué haces aquí?-le cuestioné confundida.
-Vengo por mi chaqueta-respondió con rostro serio.
-Ya te habías tardado-muscullé dándome la media vuelta para encaminarme hacia las escaleras.
Le miré por el rabillo del ojo, tenía un pie puesto dentro de la casa. Me giré con brusquedad.
-¡Hey!-articulé-Quédate afuera, yo no dije que podrías pasar.
Me miró fijamente por un segundo y desvió la mirada después.
-Qué descortés-musculló retirando el pie. Reí con sarcasmo y cierto aire de reproche.
-No eres el indicado para hablarme de cortesía-dije enarcando una ceja-Quédate afuera-repetí.
Subí a mi habitación a buscar la dichosa prenda; miré mi cama y después recordé que la había guardado en el armario. Me giré a éste y busqué por todos lados, ¿dónde estaba?. Estaba segura de que la había guardado allí. Miré de nuevo mi cama, la mente me estaba jugando una mala pasada. Dios, ¿dónde estaba aquella prenda?. Revolví de nuevo mi armario de arriba abajo, esa tonta chaqueta tenía que estar allí. Estaba por volverme loca pero entonces vi el verde seco de su chaqueta en una de las esquinas de mi armario, la tomé frustrada y a la vez hice una expresión de victoria; me sentía como si le hubiese ganado la batalla a aquella prenda cuando ésta; ni siquiera me había declarado la guerra.
-Estúpida chamarra-muscullé dirigiéndome a la puerta de mi habitación y sin apartar la mirada de envenenamiento de la prenda.
Justo iba a poner un pie afuera de mi habitación, choqué con un duro pecho revestido de una franela roja, levanté la mirada y me encontré con unos hermosos ojos que reflejaban mi rostro. De pronto, los latidos de mi corazón se dispararon frenéticamente, una sensación que no había sentido desde hace tres años. Los ojos de Christopher bajaron lentamente hacía mis labios que se encontraban entreabiertos y trabados sin poder hablar. Y de pronto cruzó por su rostro una expresión de amargura y dolor, la distancia que había entre nosotros era sólo de unos cuantos centímetros que podía sentir perfectamente su tenso respirar y el dulce aliento que golpeaba contra mi rostro. Entrecerró los ojos un par de veces. A juzgar por su expresión, parecía un adicto resistiéndose a la más codiciada de sus drogas. Se apartó con dificultad, pude notarlo; mientras yo me quedé inmóvil ante el dulce aroma que segundos antes había jugueteado por mi boca.
-Mi chamarra no es estúpida-susurró y me sorprendió oír que tartamudeaba.
Pero entonces me arrebató de las manos la prenda, y en ese momento mi mente se despejó y mi ser pareció despertar de una ensoñación. Fruncí el ceño.
-Tienes razón-dije-El estúpido es el dueño. ¿Qué palabra de "quédate afuera" fue la que no te quedó clara?.
Christopher se dio la media vuelta y empezó a caminar hacía las escaleras.
-Me preocupé-musitó. Le seguí.
-¿Preocuparte?-y mi voz dejó el tono hosco para inconscientemente convertirse en uno más tierno.
Él se tardó unos segundos en contestar.
-Pensé que le ibas a hacer algo en plan de venganza-musculló.
Entonces mi gesto se deformó en una mueca de coraje.
-¿Venganza?-volví al tono hosco-A mí no se me ha enseñado eso; pero lo que si he aprendido muy bien es la reciprocidad-dije insinuando la actitud odiosa con la que yo me comportaba con él.
Él soltó una sonrisita dolida.
-Tú no sabes lo que es reciprocidad-afirmó con amargura y una nota de dolor en su voz.
-¿Y tú sí?-refunfuñé.
-Al menos, lo intento-se encogió de hombros mientras bajaba con tremenda gracilidad por las escaleras.
-¿Intentarlo?. Eso no es cierto. Si en verdad lo intentaras no me tratarías como lo haces.
Pero era demasiado tarde, Christopher salió por la puerta dejándome allí parada, y hablando sola... de nuevo.
Tomé la puerta que aún se encontraba abierta y la azoté furiosa refunfuñendo un montón de palabras ininteligibles.

(...)

Era domingo, y una fría mañana acomodaba el día. Me levanté y extrañamente me sentí feliz. Quise salir a tomar un café y aprovechar la oportunidad para comprar el tercer libro de la saga que me encantaba leer. Debo confesar que en los tiempos difíciles; no sólo me apoyaba en Joel, sino que también buscaba refugio en los libros; me encantaba leer, pero gracias a que el tiempo libre no es lo mío mientras estoy en la escuela, casi no podía hacerlo.
Salí de casa, la librería más cercana estaba a unas treinta calles y si mal no recordaba, había un Starbucks a lado. Me quedé parada justo afuera, eran demasiadas calles por recorrer y la verdad es que no tenía ni una pizca de ganas para hacerlo. Tomé mi celular y justo iba a marcar el número de Joel, alguien llamó a mi nombre.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora