Capítulo 23-T2

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Mi nombre zumbó en mis oídos y luego un montón de aplausos, me levanté mecánicamente y salí al mismo camino que mis amigos. Subí el trío de escalones que me conducían al estrado y la madera resonó bajo el tacón de mis zapatos; luego, con una sonrisa fingida y manos frías tomé cada una de las manos de las personas de la larga mesa que me saludaban y sonreían, y uno que otro "felicidades" me musitaban. El tipo de a medias, un hombre rechoncho y calvo cuyos pocos cabellos que tenía resaltaban en varios tonos de gris y blanco, fue quien me dio mi diploma, que estaba hecho un delgado cilindro atado con un elegante listoncito rojo. Me obligué a sonreírle y luego seguí tomando cada mano que se extendía delante de mí. Una vez que terminé de saludar a todos en aquella larga mesa dirigí mi vista al público que seguía aplaudiendo a cuanto alumno nombraban, uno que otro flash de cámara resplandecía entre la multitud; luego mi vista se posó cerca de la entrada este del edificio y la respiración se me entrecortó, el corazón se me aceleró batiendo impetuosamente contra mis costillas y mi rostro palideció. Allí estaba, recargado en el marco de la puerta, con un traje negro y de brazos cruzados, ¡ahí estaba!. Christopher.
Un flash me encandiló la cara y me obligó a cerrar los ojos, una mano me empujó por detrás y me hizo mover los pies.
-_______, camina-musitó una voz que reconocí como la de Charlie.
Cuando volví a abrir los ojos, aún veía puntos blanquecinos a donde sea que miraba porque aún estaba un poco encandilada. Pero mi vista inmediatamente se posó en la entrada este, buscándolo. ¡Yo lo había visto!.
Corrí desesperada hacía ese lugar, atrayendo todas las miradas de las personas del público. Incluidas las de Joel y Lola, ya también Charlie. Aunque, Charlie siempre había pensado que estaba loca o que un tornillo me faltaba.
Llegué hasta la entrada, pero ahí no había nadie, busqué y rebusqué con la mirada en todas direcciones, pero no vi lo que quería encontrar.
-¿Estás bien?-me preguntó una señora rubia, con las mejillas coloreadas.
-¿Vio usted a un chico que llevaba un traje negro?. Delgado y alto-dije y las palabras sonaron tan desesperadas como yo estaba.
-Hay muchos con la descripción que das-musitó ella.
-Tiene varios lunares en el cuello, de lado derecho-especifiqué.
-Lo siento, no me fijé-negó con la cabeza y me regaló una mirada compasiva.
No, no puedes ser, yo sabía que lo había visto, estaba segura de que era él.
Comencé a desesperarme, a querer correr, ¿pero a dónde?. Sabía que no lo encontraría.
-_______, ¿estás bien?-me preguntó Joel, tomándome de la cintura.
-Joel-lo miré-¡Estaba aquí! ¡Yo lo vi!.
-¿Quién? ¿A quién viste?-preguntó, confundido.
-A Christopher, Christopher estaba aquí, ¡justo aquí!-señalé con las palmas extendidas el lugar en el que lo había visto.
-¿Qué?. Pero _______, Christopher está fuera de la ciudad.
-Sí. Pero Joel, tienes que creerme, sé que lo ví, no estoy imaginado nada.
Él me miró por un rato, sus ojos me mostraban preocupación.
-¿Qué pasó?-inquirió Lola, que a penas llegaba.
-¡Lola!. Tú me crees, ¿verdad?-la miré, suplicante-Christopher estaba aquí.
-¿Christopher?. Pero que Christopher no estaba...
-Sí, sí, sí, ya lo sé, pero Lola, ¡yo lo ví!.
Joel y Lola intercambiaron una mirada significativa. Seguro pensaban que estaba loca o mínimo delirando.
-Quiero irme a casa-musité y ambos me miraron.
-No estás bien, ¿verdad?-inquirió Joel.
Él veía la aflicción en mis ojos, el abatimiento que no era capaz de esconder, y no podía mentirle a la persona que más me conocía; aunque a fin de cuentas, tampoco quería hacerlo. Negué con la cabeza.
-Vámonos-me instó Joel.
A pesar de que la ceremonia aún no terminaba nos salimos los tres. Subí al auto de Joel y sin decir nada, fuimos hasta mi casa.
¿Lo había imaginado? ¿Era tanta mi urgencia por verle que mi mente en una jugarreta lo proyectó?. Estaba perdida, triste, y enloquecida .
Me había resguardado en mi habitación, había dejado los tacones tirados en el piso de ella, y yo me había echado a llorar en la cama. Tenía que comprender una cosa, Christopher no me quería ver, y me dolía que todo fuera mi imaginación, porque parecía tan real. Pero la realidad era una, Christopher no estaba, se había ido y ya no me quería.
Las lágrimas salieron disparadas con más fuerza, despintando el color negro que contorneaba mis ojos y produciéndome manchones en las mejillas. Pero llorar no sirve de nada, las lágrimas no tenían magia para regresarlo a casa, mi habitación estaba fría sin su presencia y los recuerdos salían a florecer cada que entraba en ella. Quería que dónde sea que él estuviera, pensara en mí. Él debe de saber que de noche lo extraño aún más.
Debía admitir que era difícil soportar tanto amor puesto que parecía que el corazón quería explotar y romperse en mil pedazos... yo lo amaba. Pero mi egoísmo era mi mayor obstáculo, los errores del pasado habían llegado a recordarme quién soy y me dolía traerlo a mi mente. Tenía miedo que después de un tiempo aquel corazón que me pedía amar de nuevo rogara no caer en eso, una vez más. Si me dejara guiar por el impulso no seguiría arriba de la cama, escondiendo mi triste rostro entre la almohada; sino que estaría lejos de la oscuridad de la ciudad que me hace sentir encarcelada como si cada árbol y cada cemento de la tierra que pisaba me recordara que existe, pero que lo perdí.
La noche había llegado y su sopor me hacía sentir sola obligándome a transformar en un antifaz el rostro de las personas a mi alrededor y ya no sabía quiénes eran, sólo me quedaban los recuerdos y el dolor que me recordaba a cada segundo que él existió y fue real.
Tenía que admitir también que él no había sanado aquel corazón roto, sino que con su llegada fue como si nada ni nadie nunca jamás lo haya lastimado. A pesar de que Christopher ya no estaba aquí, sabía que existía porque lo llevaba grabado dentro y si la mente lograba olvidarlo, el corazón haría que lo recordara haciéndome sentir dolor.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora