Capítulo 4

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//El cielo pintaba sus tres colores típicos del atardecer; me encontraba sentada en uno de los columpios del parque, deleitandome con el hermoso regalo que el cielo pintaba para mí, la belleza de un atardecer. Entonces sentí que alguien me daba impulso, un leve impulso; no había necesidad de girarme para saber quién era, con oler su exquisito perfume bastaba para concluir que era él.
-¿Cómo apareciste?-pregunté tratando de controlar mis ganas de volverme hacía él. Alcanzé a escuchar cómo soltó una delicada risita.
-¿Acaso eso importa?. Siempre lo hago-su voz pareció una perfecta melodía entonada en mis oídos.
-¿Quién eres?.
-Estoy más cerca de tí de lo que tú crees.
-¡Maldición!. ¿Quieres decirme una respuesta concreta?.
-Oye, ¿qué dijo Joel acerca de las maldiciones?-su voz seguía siendo tan suave a pesar de que la mía se había elevado un poco-Porqué no lo cambias a algo más... sencillo.
-Si no me vas a decir quién eres, ¿podrías al menos darme tu nombre?.
-Si que eres insistente, ¿no?-otra de sus risitas estalló delicadamente en mis oídos, mientras seguía dándole un leve impulso a la silla metálica que me columpiaba. Sentí cómo se acercó a mi oído y entonces susurró-Me llamo Bryant.
Me giré rápidamente, esperando que por la nula distancia alcanzara a mirarle...\\
Y el horrible pitido del timbre comenzó a sonar en mi cabeza, alguien llamaba a mi puerta. Me levanté a regañadientes y bajé con desgana por las escaleras tomando mi cabeza con una de mis manos para intentar aplacar mi desordenado cabello.
-¿Joel?-dije al ver su cabello alumbrado por el encandilante sol que me obligó a cerrar los ojos.
-¿Estabas dormida?-musculló introduciéndose a mi casa-¡Son las nueve de la mañana!-agregó escandalizado y en tono de burla.
-Es domingo, Joel-me encogí de hombros mientras cerraba la blanca puerta de la entrada.
-Bueno, y ¿estás lista?.
-¿Lista para qué?.
-Para buscar a tu chico-musitó como si fuese obvio.
-¿Ahora? ¿Ya?. Pero hay mucho tiempo aún.
-Nunca subestimes el tiempo, ______; así que vamos, anda a cambiarte, no querrás salir en pijama ¿cierto?-enarcó una ceja. Puse los ojos en blanco y me volví hacia las escaleras, Joel iba detrás mío.
Busqué entre mi desordenado armario una falda de mezclilla con un poco de volumen que llegaba a media rodilla; y una blusa de manga corta, de esas que parecen que llevas un chaleco encima, en tono violeta. Me giré a ver a Joel quien se encontraba sentado en la cama.
-Te volteas, ¿por favor?-le pedí. Él se paró y fue a vacilar en las cosas que tenía en mi escritorio.
No me incomodaba cambiarme en una habitación en donde Joel estuviera; es mi mejor amigo, me ha visto en sólo dos prendas, pero a pesar de eso; el respeto es algo que nunca dejamos de lado.
Me cambié rápido y me puse unos zapatos sencillos; nunca me ha gustado usar sandalias, mis pies son una de las partes de mi cuerpo que no me gustaba mostrar; sólo mis padres y Joel los conocían.
-Ya-musité indicándole a Joel que había terminado.
-Linda ropa-musitó como aprovación a mi vestuario.
Le dí una sincera sonrisa y cepillándome mi cabello, sujetándolo en alto. Ambos bajamos hasta la sala. Joel abrió la puerta indicándome que saliera.
-Las damas primero-dijo como todo buen caballero.
-Ni siquiera he desayunado-protesté.
-Desayunaremos afuera. Vamos.
Me tomó de la mano y me llevó hacia el exterior. Me indicó que subiera al auto y como una niña pequeña obedeciendo a su padre, lo hice.
-¿Y a dónde quieres ir a desayunar?-preguntó regalándome una radiante sonrisa.
-Si en realidad me conocieras, no hicieras esa pregunta.
-Bueno, pensé que querías variar-se encogió de hombros.
-Ambos sabemos que queremos ir a McDonald's, así que conduce.
Tanto a Joel como a mí, nos gustaba comer en McDonald's; era uno de los tantos gustos que compartiamos.
Llegamos. El establecimiento no estaba muy lejos de casa, por lo tanto no hicimos mucho tiempo. La acción de ése día la había sentido como un Dejá vu del día anterior.
Una vez sentados en la mesa con nuestra charola llena de comida enfrente, comenzamos a hablar; a Joel se le notaba emocionado.
-¿Y...?-musitó clavando sus ojos cafes en mí.
-Y... ¿qué?-dije haciéndome la indignada.
-Vamos ______, sabes a que me refiero. ¿Para que salimos hoy?.
-No creo que lo encontremos aquí-dije con un aire de burla y sonreí.
-Dime que conseguiste su nombre.
-Esto parece una investigación policiaca-volví a sonreír. Sin embargo, Joel se dio cuenta de mis intenciones por evadir el tema.
-______...-musculló con aire de amenaza y enarcó una de sus cejas. Suspiré resignada.
-Bryant, me dijo que se llamaba Bryant.
Una sonrisa se dibujó en los labios de Joel dejándome ver sus perfectos y blancos dientes. Pero mi rostro se teñía de un mátiz de tristeza, uno tan leve, que sólo Joel era capaz de conocer.
-¿Qué pasa?-preguntó preocupado.
-¿Te imaginas cuántos Bryant puede haber en el mundo?-traté de sonreír pero las comisuras de mis labios no se elevaron de una manera deseada.
-Bueno, alguna señal en particular a de tener-trató de animarme.
Y entonces recordé aquel sueño donde le había observado su cuello.
-Tiene varios lunares dispersos por su cuello-dije pero al instante sacudí la cabeza en forma de desaprobación-Joel, ¿por qué hacemos esto?. No es real. Es ridículo, una locura. Totalmente absurdo.
-______, ¿de nuevo con eso?-me miró decepcionado-¿Recuerdas qué fue lo que nos pasó cuando teníamos catorce años?. Particularmente, ¿qué fue lo que me pasó a mí?.
-Te... te diagnosticaron diabétes-musité con una voz casi inaudible puesto que esos recuerdos eran dolorosos para mí. Bajé la mirada.
-¿Y recuerdas cómo me deprimí por eso?, pensé que el mundo llegaba a su final; y me dije, ¿para qué seguir viviendo con dolor?, es absurdo si a fin de cuentas moriré por ello. Pero hubo unas palabras de mi mejor amiga que me sacaron de la oscuridad en la que me encontraba; "La vida es dura, absurda, ridícula, completamente una basura, y es por eso...
-Qué vale la pena vivirla"-muscullé terminando la frase, recordando aquello que él citaba.
Mi vista se perdió por un momento, mirando un poco sin dirección, luego miré a Joel.
-Los sueños pueden llegar a hacerse realidad-musité haciendo que los labios de Joel esbozaran una sonrisa de satisfacción.
Hablamos un rato más, y todo con respecto al mismo tema, y al mismo objetivo; encontrar entre todo el mundo a un chico que en un 85% podría ser irreal.
Joel me dejó en casa ya cuando el sol comenzaría en poco tiempo su camino para ocultarse. Apenas me paré sobre el úmbral de la puerta, alguien solicitó mi atención.
-Disculpa...-me giré y me topé con un chico alto, de cabello oscuro y un poco rizado, ojos chocolate y una sonrisa muy bonita-Estoy buscando a ______.
-Es tu día de suerte, la has encontrado-muscullé con aire de diversión. Él sonrió y se acercó.
-Soy Zabdiel-me extendió su mano-Tu vecino-y con la otra señaló hacía atrás utilizando su pulgar para apuntar hacía la casa de enfrente.
-Un gusto-correspondí amable a su saludo.
-Mamá dijo que tenia que presentarme con los vecinos, y bueno, soy obediente-sonrió.
-Claro, ¿quieres pasar?-sugerí al sentir el aire helado que jugaba entre nosotros esa tarde.
-Ammm... ¿tu novio no se molestará?.
-¿Novio? ¿Cuál novio?-cuestioné confundida.
-El chico del Mustang negro.
-No, él es mi amigo.
-Pero... desde que vivo acá y las pocas veces que te he visto, siempre estás con él.
-Es mi mejor amigo... y el único que tengo.
-Oh, bueno, eso lo explica. Pero, ¿de verdad no tienes más amigos?-musculló incrédulo.
-Bueno, tengo una amiga, Lola; pero sólo la veo en la escuela.
-Entonces tienes tres amigos en total.
-Sólo dos, Joel y Lola-corregí.
-¿Y yo no cuento?.
Sonreí ante la idea de que él quisiera ser amigo mío. Me pareció tierna la forma en la que lo dijo.
-Tengo tres entonces-musité sonriente-¿Quieres pasar?-le recordé.
-Oh, claro.
Me siguió hasta cruzar la puerta y lo invité a sentarse en uno de los sofás.
-¿Gustas algo de beber?-le ofrecí.
-¿Tienes soda?.
-No, no soy muy fanática del refresco; sólo lo tomo cuando voy con Joel a McDonald's.
-¿Qué tienes entonces?.
-Jugo de naranja y agua.
-Una chica saludable ¿eh?-sonrió-El jugo está bien.
Fui a la cocina a servir el vaso con jugo y se lo llevé.
-Linda casa, ¿tus padres no viven contigo?.
-La mayoria del tiempo no. Si los quieres conocer tendrás que esperar dos meses... ó mirar las fotografías en la pared-reí.
-¿A qué se dedican? ¿Porqué la mayoría del tiempo no están?.
-Hacen viajes de negocios. Al menos el trabajo los mantiene unidos.
-¿Desde cuándo trabajan en eso?.
-Desde que tengo memoria y uso de razón-sonreí insignificativamente.
-¿Y quién cuidaba de ti?.
-Los padres de Joel, pero sólo hasta que cumplí los diez años; fue entronces cuando Joel se quedó con el trabajo para él solo. Desde entonces él no sólo cuida de mí, sino yo también de él-sonreí.
-¿Te molesta si te pregunto tu edad?.
-Tengo diecinueve años-contesté.
-Igual que mi hermano Christopher, cuando lo conozcas te agradará.
-Espero que si.
-Y dime... ¿estudias?.
-Si, de hecho es mi último año en la universidad.
-También el de Christopher, de hecho por eso nos mudamos a Nueva Jerssey; él quiso terminar la universidad aquí; dijo algo así como que era su destino-se encogió de hombros.
-No sabía que se podía hacer eso, ¿transferirte de universidad?.
-No se puede, pero él lo logró. Si supieras en cuántos problemas y complicaciones se metió, pero al fin de cuentas lo pudo hacer.
-¿De qué privilegios goza?-musité con alire de burla.
-No lo sé, supongo que de una linda cara-su rostro dibujó un gesto de desentendimiento y se encogió de hombros.
-¿Presumes a tu hermano?-pregunté divertida.
-Si... no le digas que lo hice-sonrió.
-¿Hacer qué? ¿Decirle a quién?.
-Gracias-sonrió aún más.
Asentí con un leve movimiento de cabeza y una delicada sonrisa en mis labios.
-______, ¿te puedo hacer una pregunta más?.

Las alas de mi Ángel >Christopher Vélez y Tú< (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora