«Una noche sin Estrellas»

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Sandra Villarreal

Una salida con Kevin nunca termina bien, eso debí aprenderlo antes, mucho antes de lo que ocurrió.

Lo único bueno que hace mi madre —aparte de sus «reinas pepeadas»—, es cagarme la vida. Y con eso, me refiero a lo que hace cada vez que intento hacer algo para divertirme, esta vez lo hizo con mi novio y me duele, me duele bastante. Irme de esta casa no suena mal ahora, hacerlo por amor no lo hace malo. Supongo que viviré con él en su hogar, no necesito mucho, con café y Netflix sobrevivo. En una semana me alejaré de esta prisión y me convertiré en la reina del barrio.

«Bueno... sí sobrevivo a esta caída lo seré.» 

Las alturas nunca habían sido un problema para mi, creo que fue en el momento en que lancé a mi ex mejor amiga de las escaleras de la casa cuando perdí esa fobia. Ahora me encuentro sobre la ventana de mi habitación, el viento de la noche era frío, me parecía refrescante, algo que no sentía desde hace tiempo.

Mi plan original no se parecía remotamente a este, pero supongo que son las cosas que se hacen por amor.

— Mamá se enojara sí te escapas así —la molesta voz de Lucía arruinó todo el plan—. Además... ¿No crees en la remota posibilidad de tu muerte?

Ella me miró, luego a la ventana y se acercó a mí tomándome del brazo con fuerza. No parece molesta, pero me intimida un poco.

— ¿Qué crees que haces? —me exalté— No pretendas q-qué...

Mi hermana me sacó de ahí y me lanzó a la cama. Por algo era mi hermana mayor, su fuerza sobre mi empezada a asustarme.

— ¿Te das cuenta que está mal? no puedes huir de casa así —se cruzó de brazos y cerró la ventana—, Sabes que no diré nada, pero hazme un favor...

— ¿Qué? —Rodé los ojos—. Ya estoy harta de los sermones.

 Mira, chama. Si te soy sincera necesito dinero —exclamó con nada de tímidez

¿Por qué o qué?

¿Mi hermana mayor? ¿Pidiéndome dinero? ¿A mí?

Estos casos solo ocurren una vez cada mil años. Lucía es mucho mayor que yo, aún vive con nosotras porque «No quiere abandonar a la familia». Obviamente es mentira, Lucía no se va de la casa porque tiene miedo de dañar su vida. El hecho de convivir junto a ella me ha hecho conocer su debilidades.

— No importa, seguro a mamá le encantará saber que querías huir...

— ¡No! —grité antes que ella cambiara de opinión—. ¿Cuánto quieres? 

— Cien...

— ¿Cien mil?

— Cien dolares.

«¿Esta tipa me ve cara de banco o qué?»

— ¿Estás loca o te pesa el pelo? ni siquiera tengo para eso... puedo darte la mitad, mi ultima oferta.

— Me parece, pero lo demás por transferencia, gracias.

— Ah, no. ¿Me quieres dejar pobre?

En ese instante saqué mi billetera y le di el dinero, esperé que lo contara y me dio luz verde para irme.

— Sal por la puerta de atrás, mamá está dormida y no se dará cuenta de nada —Lucía guardo el dinero—. Le di una pastilla "mágica" y no despertará hasta mañana en la mañana.

— Señorita, Lucía Villarreal... —me incliné—. Usted es diabólica.

Luego de arreglarme, Lucía me llevó hasta abajo, no dijo nada malo de la fiesta. Sabía que Kevin era bueno para mi, ella misma me lo presentó. Supongo que aún no se contagia de «aburridosis materna».

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora