«Te lo agradezco, pero no»

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Sandra

Me voy a ir del país por mi propia culpa —Aunque también es culpa de Kevin por dejarme sola—. Voy a llegar a México y tendré que cambiar las Arepas por Tacos, tamales, burritos y cualquier otra cosa que se tenga que comer allí. No soy buena en Geografía Mundial, creo que en unas horas ya tendrán una alerta nacional porque me perdí al cruzar la calle, no lo sé...

— Hola.

Santiago se sentó a mi lado, no hemos hablado en este tiempo, creo que sabe por lo que estoy sintiendo. He pensado en miles de planes para no hacer el viaje, pero sé que no puedo resistirme. Lucía ya no está conmigo, los policías la llevaron al cuarto de abajo para interrogarla, no creo que logré decirles algo de importancia. Tal vez ni siquiera encontremos a mamá.

— ¿Cómo te sientes?

— No puedo decirte que estoy bien —cubrí mi rostro con las manos— Tampoco te voy a explicar cómo me siento ahora

— Lo sé, y me hace sentir mal.

El extranjero miró al suelo creando un silencio incomodo entre nosotros. Santiago solo intenta verme feliz, de una forma tengo que agradecerle todo lo que ha hecho por mí: Me salvó de Kevin en aquella fiesta donde casi pierdo la vida, también ayudó a mi familia y gracias a él, la red de prostitución se empieza a desmantelar. Ahora yo me siento mal por colocarlo de ese ánimo.

— ¿Cuánto tiempo falta para irnos?

Comenté para matar el tiempo.

— En Media hora.

— Oh... —me lamenté

— ¿Cómo está tu herida? ¿No te duele?

— Ya no... —Respondí cortante— Voy al baño.

Me levanté y me dirigí al baño de mi casa, quería llorar allí, pero no me lo puedo permitir.

Tengo que ser fuerte.

— N-no debo llorar, no quiero llorar —me tumbé al piso de cerámica— Ya no...

Durante unos minutos logré mi cometido y no solté ninguna lágrima, pero mi corazón es más fuerte que todo mi cerebro y su estúpido orgullo. No merezco vivir así. Este ya no es mi hogar, este ya no es mi país, ya no tengo nada. Ni siquiera voy a poder cuidar de Lucía.

Antonella

La felicidad me corrompe.

Durante el tiempo que estuvimos fuera del salón, no dejé de percatarme que Lucas se alejó completamente del grupo. No sé por qué lo hace, aunque siempre he creído que él es un poco «Asocial» con los demás, pocas veces lo he visto hablando con alguien, podría contar con mis dedos las veces que alzó la voz esta semana —aunque eso sería extraño— Ya estando en el salón, la profesora hizo un gesto muy sorpresivo para todos y me confió los exámenes para entregarlos a sus dueños.

Algo aún más sorpresivo para mí fue el examen número doce, donde encontré mi propia prueba. La calificación fue de ocho puntos (No están mal considerando que no estudié para esto) Seguramente esos ocho puntos también generarán sorpresa en Lucas. Con aun más rapidez entregué los exámenes restantes, aguantando las rabietas de unos y las sonrisas de aliento de otros. Cuando al fin terminé, Lucas fue el que se acercó hacia mi puesto.

— ¡Antonella! ¿Ya tienes nuestras notas?

— Este... Te tengo noticias.

Guardé el examen a mis espaldas, solo para despistar a mi amigo.

— ¿Graves? —Lucas se estremeció al decir eso

— ¡Gigantes! —Saqué la hoja de su escondite y lo revelé a Lucas—: ¡Sacamos Ocho puntos Lucas! ¿Qué te parece?

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora