«Los Hermanos Acosta»

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Lucas

— Lucho, ¡ven ahora mismo!

Odio que olviden mi nombre; odio que la mujer que me dio a luz lo haga. Mi madre es un poco olvidadiza, eso lo puedo entender, pero en cierto punto me llega a enfadar que no se acuerde del nombre de su hijo.

— ¡Soy Lucas! ¡Entiéndelo!

— Está bien, Lucas... ¿Ya ordenaste la casa?

— Y la cocina, mi cuarto, los otros cuartos, el jardín, e incluso limpie zonas donde ni siquiera había suciedad.

— Muy bien, Lucky —volvió a errar mi nombre—. Esa es tu obligación.

¡¿Es una broma?! Tardé toda la mañana en arreglar la casa y me recompensa con «Es tu obligación» Cuando Santiago este aquí, seguro...

¡Hijo!

Para terminar con mi sufrimiento, mi padre necesita mi ayuda ahora. Él siempre es muy creativo, todo el tiempo está haciendo esculturas, escribiendo, componiendo. No es raro que ahora quiera hacerle una a Santiago por su regreso.

La noticia no me cayó muy bien. Cuando Santiago está aquí desaparezco completamente de esta casa, no recuerdo bien desde cuando es así, pero es horrible cuando pasa. No odio a mi hermano, pero tengo que decir que detesto el comportamiento de mis padres.

— ¿Qué sucede?

Al subir las escaleras me encontré con mi padre encima de una escalera con dirección hacia el techo.

— Pásame esos tornillos —apuntó hacia el estante que está en una esquina de la habitación— ¡Rápido!

Esta pieza es como el cuarto de inventos de mi papá, le gusta inventar cosas inútiles y estatuas, no sé cuál es su afán de crear estas cosas. Siempre le regala cosas a mamá, a los niños que pasan por ahí y en especial a Santiago, él tiene literalmente el cuarto lleno de esas cosas (y no es por exagerar, pero a mí nunca me ha dado una de ellas.

— Aquí están los tornillos —dije con rapidez— ¿Algo más?

— No. —Me respondió sin ánimos— Ya puedes irte a hacer tus cosas raras

¿Raras?, creo que es más raro lo que él hace con sus esculturas. En realidad ya no me sorprende la actitud de mis padres, desde que tengo memoria es así. Ya no me importa cambiarla, es algo con lo que aprendí a vivir.



...



— ¡Oh mierda! —mi padre le grito al teléfono, al parecer algo sucedió en vuelo de Santiago— ¿No puedes hacer nada al respecto?

— No, pero no te asustes —escuché hablar a mi hermano— No es nada grave, solo tenemos que hacer una escala en Panamá, después todo estará resuelto

— ¿Ya almorzaste? —Mamá le arrancó el teléfono a mi papá de las manos— recuerda que tienes que cuidarte mucho y hacer...

Esta parte del día es la que más me decepciona, ahora mi madre le empezará a recitar las bendiciones de todos los santos y los que no lo son. Ella no es así conmigo ¿Por qué tienen que tratarme como sí no existiera? Sé que es delicado, pero desearía que no fueran mis padres.

— ¿Quieres hablar con tú hermano?

Mi madre apartó el teléfono de sus oídos y me preguntó si deseaba hablar con Santiago, por mí parte respondí con un sonante: No, no tengo ganas.

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora