«El Pantano de Marlen»

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Sandra

— ¡Sandra! ¡¿Qué te he dicho sobre tu ropa?! ¡No puedes venir así a trabajar!

— ¿Por qué? No me quiero vestir como una Monja, quiero ser libre ¿eso está mal?

— Es un poco revelador ¿No crees?

— No sé lo que quieres decir, así me siento burda e' bella

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— No sé lo que quieres decir, así me siento burda e' bella.

Obviamente sé lo que dice. Marlen es el tipo de chica que le gusta exigir demasiado, conmigo no será así. Si ella piensa que va a poder cambiarme, está equivocada.

¡Nadie puede cambiar a Sandra Villarreal!

— Señora —Una anciana se acercó al mostrador—, ¿puede pasarme ese bastón de allá?

«¡Paren todo! ¿Ella acaba de decir...?»

— ¿Señora? Perdóneme, No soy una vieja decrepita y con la cara de una lagartija cómo u-ust...

Marlen se acercó a nosotras y logró interrumpirme antes que yo asesinase —verbalmente—, a esa mujer.

— Buen día —Marlen ignoró y se colocó a mi lado—, ¿Podría decirme lo que le ocurre?

¿Cómo es posible que esa vieja me haya tratado así? No sé qué hacer... ¿Debería lanzarle un zapato o algo así?

— ¡Quiero ese bastón! ¡Lo quiero ahora! —La mujer le gritó a mi jefa.

— Hey, Hey —intenté calmarla— relaje el cuerpo. Dígame ¿Qué intenta decir?

— ¡Quiero ese bastón de allá arriba!

Ella señaló una estantería con cosas de fútbol, básquetbol y esas cosas de deportes, pero en ninguna de esas grandes estanterías, se encuentra el tan anhelado bastón que la señora parece amar.

— Disculpe, pero ahí no hay ningún bastón, eso es un palo de hockey.

— ¿Es un bastón? —la mujer volvió a comentar

— En cierto modo...

— ¡Entonces lo quiero!

«¡¿Qué?!, seguramente esta señora tiene un problema o algo así, porque naguará

Marlen bajó lo que la señora pedía y terminó haciéndole un descuento por los problemas que causé. Argumenté que era una estupidez pero, como siempre, terminé con un sermón de la ogra. Creo que ya me acostumbre a verla todos los días, incluso siento un poco de lástima por ella, tiene que pasar todo el día aquí, no tiene amigos —o al menos no que yo sepa—, no sale a divertirse y lo peor es que tiene que lidiar con una venezolana hermosa que llama toda la atención del lugar.

Quiero saber cómo una chica como ella conoció a Santiago, pero tengo más intriga por saber por qué Santiago me dejó aquí...

Mi caso no parece avanzar, Lucía no quiere decir nada y mi novio —ex-novio— no despierta. Prefiero que se quede ahí para siempre, pero necesitan su testimonio para capturar al líder de esa organización de Tráfico de personas.

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora