«La Despedida»

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Antonella

Qué pena que no seas la infinitud, el tiempo desgasta hasta al propio tiempo.

Que si algo fuese alguien fueras tú, ojalá te siga escuchando en el viento. 

Mi piel sigue teniendo tu necesidad; mis manos siguen buscando tu cuerpo.

Mi mente no sabe lo que es la paz.

Sigo buscando sombra en el desierto.

En el funeral, se podía respirar dolor. Nunca había sentido un remordimiento tan inmenso. Ella ya no estaba. 

— Antonella, lo siento tanto

— Mi sentido pésame

— Eres igual a tu abuela, lo siento tanto, querida.

Gente iba y venía, algunas ni siquiera se acercaban, ya sea por pena o por miedo. Miedo de mí, miedo de la persona que no estuvo en los últimos momentos de su Abuela.

— ¿Te sientes bien? —Lucas tocó mi hombro, hace rato que había llegado, pero no se había acercado a hablar—, Sabes que estás conmigo

— Si...

Gente que nunca había visto se acercaba, me saludaba y me recordaba algo realmente doloroso de mi abuela

— No lo estás, creo que te conozco mejor que nadie en esta habitación y sé que estas mal.

— Te equivocas, la persona que más sabe de mi está en un ataúd —me giré para saludar a un anciano que era amigo de mi Nana—, Aunque, en cierto modo estás en lo correcto.

— Antonella. No me trates así. 

Perdí de vista a Lucas, mis ojos se dirigieron hacia la entrada. Una mujer con traje formal y unos anteojos negros entraban al lugar. Era mi madre.

— Mamá... —sentí mis ojos llorar, pero no habían lágrimas—, ¡Es ella Lucas! Mi mamá está aquí

— ¿Quién es?

Señalé a la señora —Perdón, a mi madre—, y toqué mis ojos. No estaban mojados, no había nada en ellos.

— ¿Antonella? —Lucas tomó mi mano, pero me solté y empecé a correr hacía mamá.

La última vez que la vi tenía siete años, desde ese momento no supe más de ella. Mi abuela me mantenía informada, siempre decía lo mismo "Mamá trabaja, ella hace todo por ti y por mi. Se fue por nosotras y regresará por nosotras". Ese discurso sucedió cada vez que quería hablarle a mi madre.

— ¡Mamá! —al empezar a correr, llamé la atención de todos, incluso de ella

Al verme, no pude notar nada. Estaba vestida de negro, con anteojos oscuros y un labial rojo. Abrió su boca y luego la tapó con su mano.

— Antonella...

Quedamos frente a frente, no podía ver sus ojos, ella podía verme.

Aún no habían lágrimas.

— ¿Eres tú? —tomé su mano, sentí que estaba helada—, ¿De verdad eres tú?

Mamá miró a ambos lados, luego se dio la vuelta y me sacó del lugar. Lucas y los demás invitados quedaron atónitos al ver ese acto, pero no me iba a negar a salir un momento; es mi madre.

El cielo estaba perfecto para salir correr, no estaba nublado, era más bien soleado. Por un momento deseé que estuviese ahí toda mi familia, incluyendo a Lucas, Mamá, Santiago, supongo que Sandra también, y por supuesto, mi Nana.

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora