Lucía
Tuve un sueño, desde hace varias noches lo tenía; volví a cuando tenía 17, me permitía ser tímida, era real, nadie sabía lo que era ser real, pero yo lo era. Lo fui, al menos.
Tenía miedo de no encajar, así que tenía que apresurarme en madurar. Entonces él llegó y me ofreció un trago, un trago que me convertiría en alguien que nunca había sido, la idea era maravillosa. Me tomé un sorbo que me provocó somnolencia...
Y desperté en su cama. El solo me acariciaba la piel, él también.
Otra yo acababa de nacer.
Kevin se relamía los labios mientras me vestía. Me sentí tan desnuda y viva, por primera vez, no tuve que esconderme.
...
— ¡Antonella! —agité su frágil cuerpo, parecía una muñeca de porcelana vilmente ultrajada—, ¡Antonella, despierta!
No respondió, empezaba a hacer frío en el sótano provocando que sus labios se coloreasen de un morado opaco. La abracé para intentar calentarla, me acerqué a su corazón y no lo sentí latir.
— No vas a morir, ¿Me escuchaste? —una lágrima cayó en su rostro, me había puesto tan sentimental por alguien que recién conocía—, no, por favor.
Si alguien tenía que morir, sería yo, no una niña que realmente no debía estar junto a mi. Su cuerpo herido y blando se oscurecía cada vez más.
Mis brazos estaban congelados, la temperatura había disminuido en pocos segundos, mi cuerpo sentía la presión, no solo por estar a punto de quedar petrificada, sino por el cuerpo de la niña que estaba en mis brazos. Con mi vestido intenté cubrirme, pero no era lo suficientemente grande como para taparnos a ambas, era ella o yo.
— Adiós, pequeña...
Me consumió el frío, la energía de mi cuerpo había disminuido desde que entré al pequeño lugar que compartía con Antonella. Ya ni siquiera sentía mi respiración, era como intentar respirar mientras mis pulmones se hacían pedazos, eran cortados con barras de hielo que provocaban un hormigueo en mi pecho, una sensación horrible, que generaba dolor.
Desearía volver al día dónde no pensé que mis lágrimas caerían otra vez.
...
— ¿Tan rápido te vas?
— Nadie sabe dónde estoy, Kevin —le susurré mientras arreglaba mi cabello—, pueden sospechar...
Kevin se levantó de la cama y me besó, correspondí con dulzura, él lo hizo con lujuria. Tuvo que inclinarse, él tenía diecinueve y yo dieciséis, era mi primera vez, pero eso no la hacía memorable. Estábamos en un hotel a las afueras de la ciudad, una menor de edad con uno que no lo era. Mi hermana y mi madre me esperaban, no debería estar amaneciendo con el chico al que le vendía fotos y escapadas con mis compañeras.
— No, tengo que irme —lo empujé con cuidado y me separé de él—, nos vemos en el colegio...
Él sonrió y se retiró al baño. Yo me di la vuelta, tomé mi bolso con mis libros y me retiré de la habitación. Salí del hotel y caminé por la calle pavimentada de Caracas, estaba amaneciendo, ya habían personas caminando sin importarle lo que hace una estudiante saliendo de un hotel. Casi corrí para llegar al metro, compré el boleto y entré en el vagón. Me sentía incómoda rodeada de tanta gente y asustada de la reacción de mi madre.
ESTÁS LEYENDO
Mexizolanas ©
Teen FictionSinopsis: Una noche, Sandra Villarreal escapa a una fiesta en su natal Caracas. Allí es víctima de un intento de violación por parte de su novio. Logra escapar con algunos rasguños gracias a un policía experimentado y sale de allí, sin saber que se...