«La escuela del amor»

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Sandra

Recuerdo que unas de las condiciones para vivir con Santiago era que nunca iba a sufrir ningún tipo de daño, pero aquí estoy: con un dolor de estómago fenomenal. Todo por culpa de esa chica rara amiga de Lucas y su pastel de chocolate. El hermano de Santiago y yo terminamos intoxicados, él logró ir a la escuela y yo estoy aquí, en una cama.

— ¡Buenos días, México! —grité enojada desde mi cama

Anoche tuve un dolor de estómago exponencialmente peligroso. A pesar de todos los remedios que me dio la señora Acosta aún tengo unas secuelas del problema, es decir: tengo diarrea.

No tengo ganas ni siquiera de pelear con Santiago, él no sufrió de nada pues no probó la torta de Antonella, pero sí pudo notar mis gritos y mis quejidos por el dolor.

— ¡Buenos días, Sandra! —escuché una respuesta desde el otro lado de la pared

— ¿Que mierda? —Me levanté de la cama— ¿Las paredes en México hablan? ¿O es el estúpido de Santiago que me espía mientras duermo?

Me levanté ignorando cualquier respuesta del otro lado. Mi cara debe de ser un desastre en este momento, desearía cambiarla. Mi cuello aún no sana debido a los golpes que Kevin me proporcionó y todavía no me acostumbro a este collarín.

Para convertirme en una nueva yo tengo que cambiar todo lo que la gente conoció como: Sandra Villarreal. Lo primero que debo cambiar es mi acento.

— A ver —me paré en frente del espejo—: Hola wey, me llamo Sandra Villarreal y te tengo un beta bulde... ¡No! Ahora tengo que ser mexicana.

No quiero parecer tan Venezolana aquí, la gente se puede enamorar rápidamente y así no se puede vivir. Quiero que alguien me enseñe a hablar como una mexicana profesional en el lenguaje humano

— ¿Sandra? —escuché que alguien entró a mi cuarto— Soy Santiago

— ¡¿Qué quieres?!

— En media media hora vamos a ir al Centro comercial ¿Te falta mucho?

— ¡Ya salgo! —volví a gritar desde el baño

La puerta de la habitación se cerró y pude seguir con mi plan de convertirme en mexizolana. Primero voy a cambiar mi ropa, Mi cabello luego mi forma de hablar y mi cabello, mi forma de caminar y mi cabello...

(Cabello, Cabello, cabello)

Creo que mi voz interior me está intentando decir algo. Tal vez un nuevo Corte de pelo esté genial para mi cambio. En baños así siempre hay unas tijeras escondidas, no será difícil cortar mi pelo, en Venezuela mi madre trabajaba como peluquera en un barrio de Petare, tengo que decir que me daba miedo ir para allá, pero una de las veces que fui una señora me enseño a hacer algunos cortes básicos.

— ¡Aja! ¡Ya las encontré! —por arte de magia las tijeras aparecieron dentro del closet del baño— Ahora van a ayudarme con mi cambio de imagen.

Luego de limpiar las tijeras, empecé a acariciar mi cabello antes de destrozarlo sin piedad. Por unos segundos me contuve de hacerlo, pero luego me importo una mierda y comencé con mi trabajo.

 Por unos segundos me contuve de hacerlo, pero luego me importo una mierda y comencé con mi trabajo

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Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora