«No siento nada»

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Lucía Villarreal

— Lucía... ¿Por qué me traicionaste?

Sandra se acerca a mí, puedo notar que está desaliñada y destruida.

— Yo no quería. Me obligaron a hacerlo...

— Te di la espalda y me apuñalaste. Me traicionaste.

— Sandra, realmente lo siento. Por favor, perdóname.

Giré mi cabeza y me di cuenta de la verdad. Mi hermana no estaba ahí, y le agradezco a Dios por eso.

— Otra vez ella...

No era la primera vez que ocurría, es más, creo que se había vuelto parte de mi rutina; eso, y maldecir mi existencia. 

Soñaba con mi hermana, con mi madre, con mi vida. En mis sueños estaba ahí, estábamos ahí, pero por alguna razón ella no podía perdonarme, aunque la realidad es que no lo hará. Prefiero sentir dolor, que sentir que es mi culpa, aunque a veces es mejor no sentir nada, ni siquiera amor.

Desde que salí del único lugar donde me sentí importante, las cosas cambiaron. Esa noche, en la que no pude decirle que no a mis secuestradores, me trajeron hasta aquí. Aún no comprendo, ni tampoco asimilo lo que pasó, aunque sé que fue mi culpa. 

Al hablar con Kevin, supe que iba a sucederme esto. Durante el apagón, unos oficiales encubiertos me sacaron de ahí. Nadie notó nada, nadie dijo nada y yo solo quería gritar. Se suponía que quería que eso sucediese, pero nadie se siente bien al ser secuestrada, ni siquiera cuando tu misma sabes lo que va a ocurrir.

— Lucia, ven ahora.

— ¡¿Qué?!

Me levanté del suelo, porque ese ere mi lugar especial. Esa noche me taparon con una manta, repito, me taparon con una manta y me llevaron a un auto. No supe lo que ocurrió, pues me quedé dormida... Soy tan estúpida que aún me río de eso. Luego desperté aquí y desde ese día tuve claras las cosas.

Primero: No podía hablar con nadie

Segundo: Mi opinión no vale 

Tercero: Hago lo que ellos me digan

¿Quienes? No lo sé, nunca he visto a nadie, solo sé que amanezco con cortadas y una taza de caraotas a mi lado. Quiero volver con Alejandro, y aunque sea difícil de aceptar, también quiero volver con Mariana, pese a que ella me odie.

— ¿Dónde...? ¡¿Quién eres?!

Una vez levantada, me acerqué a la única puerta del lugar. Es la primera vez que escucho de una persona en días.

— ¿No me reconoces? —La puerta se abrió, y de ella salió un hombre con traje—, Arruinaste mis negocios, lo mínimo que merezco es que me saludes, Lucía

Por un segundo pude jurar que observaba a Kevin, pero supuse que él debería estar buscando a mi hermana, o mejor dicho, intentando acercarsele por la espalda...

— Supongo que eres Omar...

— Supones bien.

La puerta se cerró, al hacerlo, sonó un fuerte chirrido; el oxido había hecho de las suyas en aquella habitación. Omar se abrió paso hacia mí, retrocedí, creo que fue por instinto.

— No te asustes, creo que ya nos conocemos lo suficiente.

— Justamente por eso lo hago.

Lo observé con asco, él lo noto. 

Mi mente estaba en blanco, no sabia que decir o hacer. De todas formas, si él iba a hacer algo, no había manera de escapar.

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora