«El Camino al Final»

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Santiago Acosta

— ¿Ya puedes mover tu pierna? 

— Siempre pude hacerlo... —Lucas intentó estirar su tobillo—. Duele un poco, pero puedo.

En la mañana nos llegó la noticia de que iba a ser dado de alta. Todo fue demasiado rápido a mi parecer, pero no podía verlo ahí tirado sin poder hacer nada. Su cuerpo sigue debilitado, su mente no procesa bien lo que ocurrió.

— Es mejor que no salgas de ahí, la doctora dijo que... —mamá apareció en la habitación y se acercó— no puedes cansarte, ni siquiera deberías mover tú pie así.

— ¡Mamá! —me giré y con mis ojos señalé a mi hermano—. Lucas ya está demasiado enfermo como para aguantar tus regaños ¿No crees?

Lucas sonrió y yo por inercia hice lo mismo.

— Está bien... —mamá se giró y salió de la habitación—. ¡Traten mal a su madre! ¡¿Luego quién los cuidará?! Nadie...

Ella siguió reclamando cosas mientras Lucas reía. Era como si nada hubiese ocurrido. A veces solamente necesitas reír con la persona que más quieres y olvidar el mundo por unos segundos, aunque el mundo siga girando y no se detenga por unas risas de dos hermanos que realmente tienen problemas.

— ¿Y Sandra? —el limón había llegado a la herida—, ¿Está aquí?

— Si, lo está. Pero no creo que quiera verme...

— Uh... Lo siento, lo había olvidado por completo.

— No te disculpes, supongo que los únicos responsables somos nosotros.

Besarse y reconciliarse no era algo sencillo en estos momentos. No era algo posible ni reconfortante, era algo que cada vez se alejaba más de la realidad. Ayer las cosas no terminaron de la mejor manera, ni siquiera se digna a mirarme y es doloroso.

Tuve que cancelar todo lo que tenía que hacer, supongo que tendría que haber un viaje después de todo. Creí que podía ocultar la verdad y que no habría consecuencias graves, pero no pude estar más equivocado.

— ¿Cuántos días han pasado desde el incidente? —Lucas intentó moverse—. ¿Cuánto tiempo estuve ahí tirado?

— Mañana serían cinco días...

— ¿No vas a ir a Belice?

— ¿Cómo lo sabes? —me acerqué a su cama.

— Sandra me lo dijo...

Era difícil escuchar su nombre, no duré ni una semana junto a ella siendo novios, pero al parecer ya la había cagado. Lo nuestro era menos que nada, no había nada que nos conectara, incluso este caso ya estaba perdiendo relevancia para mi.

Sentí pasos cerca y me giré. Allí estaba ella, tan increíblemente bella como siempre, recostada del marco de la puerta y con su mirada fija en nosotros. Sus ojos no me decían nada, era como observar a una extraña, a una hermosa extraña.

— Lucas, necesito hablar contigo.

— Siéntate, no creo que pueda levantarme así.

Él señaló su pierna. Evidentemente podía levantarse.

— No. Vengo más tarde, no quiero interrumpirte.

Ella salió de la habitación sin decir nada, no sabía que me iría, o tal vez por eso fue que entró; para darme culpa.

Hice todo por ella, pero ya no está. ¿Cuál era el punto de seguir haciendo lo que hacía? Era demasiado extraño para mi, claramente la amé demasiado; me adapté por completo a ella, quise vivir para ella, pero mientras lo hacía, me volví incapaz de soportar la tormenta al interior de mi mente. Incapaz de mentirme bien.

Mexizolanas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora