PRÓLOGO

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—¡NO TE ATREVAS A TOCARLO! ¡¿Me oíste, malnacido?!

No podía contener mi furia, sentía que mi corazón latía con demasiada fuerza pues me dolía el pecho horriblemente. No sabía qué hacer en esos momentos, mis ojos estaban clavados en aquella daga filosa que rozaba la piel expuesta del cuello de la persona que más amaba. Sin embargo, mi mano empuñaba aquel estilete de plata que habían forjado especialmente para que yo lo usara. Deseaba con el alma clavársela a ese maldito hombre justo en el pecho, arrancarle el corazón, y luego, aplastarlo con mis pies para hacerlo añicos. Eran pensamientos inconcebibles, pero a esas alturas ya nada era lo suficientemente extraño para mí.

Mis piernas temblaban, si daba un paso en falso las consecuencias de mis actos podrían ser devastadoras, y lo que más temía era verlo morir frente a mis ojos. Hubiese querido estar en su lugar, pero aquel hombre lobo no tenía una pizca de sensatez cuando sabía que yo estaba en peligro; simplemente atacaba y eliminaba todo a su paso.

Sobreprotector. Jin siempre había sido de esa manera conmigo.

Era una de las razones por las cuales él estaba ahí, con su vida colgando de un hilo, entre el filo de un arma que podría matarlo en cuestión de segundos. Y, aun así, a pesar de saber que podría morir, Jin me miraba de la manera más amorosa posible, como si aquel gesto no simbolizara nada para mí.

Estaba despidiéndose.

Y el dolor en mi pecho se hizo insoportable cuando la voz en mi cabeza volvió de repente: Jin me cantaba con la poca fuerza de su ser aquella canción que había sido símbolo de nuestra historia, una larga que consistía en una serie de recuerdos hermosos en mi mente. Y mis ojos se llenaron de lágrimas, odié a Jin con todas las fuerzas de mi corazón por darme a entender que se estaba dando por vencido, y que su destino mortífero era inevitable.

—¡Míralo! Mira cómo se apaga la luz de sus ojos cuando corte su cuello.

—¡No te atrevas! —grité de nuevo acercándome un paso más, pero al acortar la distancia, aquella daga segó la piel de Jin. Sangre comenzó a correr por su cuello, y quise con todas mis fuerzas tenerlo entre mis brazos y besar sus heridas.

En este camino oscuro, no parecía existir la luz para mí.

"No lo hagas, Gi."

Su voz a través del vínculo era débil, pero podía escucharlo fuerte como un tambor retumbando en mis sienes. Si tan sólo hubiese rogado un poco más, si tan sólo Jin me hubiese transformado, no estaría aquí de pie sintiéndome un inútil.

—Es su vida o la tuya.

—Entonces, que sea la mía —miré la sonrisa de aquel demonio y sentí que era lo correcto aceptar sus peticiones. Mi vida no importaba nada en esos momentos, para mí, Jin lo valía todo.

Y cuando mi estilete fue lanzado al suelo, cuando mis pies caminaron a paso lento llevando mi cuerpo hasta ellos, fue que el destino de alguna manera quiso que presenciara otro golpe inimaginable que no pude haber visto venir por estar tan ciego, por estar atrapado entre las perlas ambarinas del ser que intentaba salvar con todas mis fuerzas.

La daga rodeó el cuello de Jin cortándolo al instante, y mi corazón se detuvo cuando la sangre comenzó a derramarse incontrolablemente. Mi furia se disparó por todo mi torrente sanguíneo, y el alma dejó mi cuerpo para convertirme en algo que nunca supe que tenía dentro.

WOLF SONG 》JINSUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora