Capítulo 36

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—Te la estabas comiendo viva —dijo Ben cuando llegamos al hotel.

—Desde luego que no —susurré—. Nunca le he dicho que me lo dio Andy...

Shh... aquí vienen.

—Linda —Kelin me dió un beso en los labios luego de llegar a la sala—. Déjame ayudarte

Dejó sobre el piso un montón de envolturas y bolsas navideñas.
Aún me preguntaba donde dormirían los chicos porque, según sabía, el hotel estaba lleno.
Dejamos los regalos sobre la mesita de café y luego, Kellin se marchó, su show sería en unas horas.

—Lina, ¿puedes ayudarme? —Amanda se apareció por el pasillo que daba a nuestra habitación y a la de Ben.

Ben la miró ceñudo y le di un puntapié indoloro para que dejara de observarla de esa manera.
Ella usaba un vestido muy largo en color verde pino, se había puesto un cinturón muy grueso de cuero y llevaba unas botas vaqueras rojas.

—No me decido que debería de usar —dijo una vez que entramos a la habitación—; la chamarra bombacha café —me mostró una chamarra que reposaba en la cama, aún con la etiqueta—; o el blazer negro —ese lo reconocía, era mío.

—Uhm...

Si se tratara de mi, habría cambiado todo el atuendo, pero no quería ofenderla.

—Usaré el café —lo tomó muy sonriente—. Lina, de verdad lamento lo del collar...

—¿Collar? —fingí que no sabía de lo que hablaba.

—Te lo dió Andy... ahora lo sé.

—¿Sabes? —respondí luego de unos segundos en silencio—. Yo lo lamento. No debí sentirme así, es solo que... fue muy importante para mi.

—Lo sé —ladeó la cabeza y formó una fina sonrisa—. Lina..., ¿puedo preguntar algo? —asentí con la cabeza—. Hace unas noches, creo que te escuché hablar con Andy.

Fruncí los labios.

—¿Era él?

Tomé una bocanada de aire y asentí nuevamente con la cabeza.
Los ojos de Amanda emanaron un fulgor exagerado por un par de segundos. No hacía falta preguntarse por qué; era una gran fanática de él.

—No escuché muy bien de lo que hablaban —la vi retirarse los aros que usaba como expansiones—. Pero estaba segura que había escuchado su voz. ¿Qué quería? —me vio entusiasmada.

—Dijo que se había enterado de mi relación con Kellin.
Dejó los aros sobre la cama, y me miró incrédula.

—Y dijo que... que... —acababa de escuchar la puerta de la suite y también acababa de imaginarme la voz de Ashley—. Que...
Amanda estiró el cuello para poder echar un vistazo por la puerta sin tener que pararse.
Un momento, entonces... no era mi imaginación.

—¿Dónde está? —escuché una voz muy familiar susurrar.

—Oh Dios mío —me puse de pie con el corazón palpitándome a toda prisa.

—¿Son...? —Amanda, quien parecía que estaba a punto de explotar, se acomodó el cabello con rapidez y se colocó un labial rojo muy vivaracho.

Un amor inesperado [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora