Capítulo 35

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—¿Embarazada? —dijo Amanda muy sorprendida esa misma noche—. ¿Andy lo sabe?

Desde luego que no le había dicho que él era el padre, pero no era tan necesario. Hizo cuentas y sacó sus conclusiones.

—Aún no —saqué un par de pijamas de la maleta—. Se lo diré cuando... cuando regrese a California. Aquí tienes —le tendí una pijama—. Y esto también es tuyo —le di mi antiguo celular—. Está perfecto y lo puedes usar en lo que te compramos uno nuevo.

—Lina... —miró y palpó con sumo cuidado la pijama—. Eres como un angel...
Sus ojos estaban cristalizados.
Sonreí y la abracé.

Ashley había entendido que decidiera quedarme en Europa. Le había contado de Amanda y le había dicho que necesitaba de mi compañía. Él dijo que era la persona más noble que conocía y que por eso me admiraba.
Cada día extrañaba más a mis chicos, ellos era la familia que nunca tuve, y... aunque intentaba no pensarlo mucho, Andy siempre llegaba a mi cabeza, pese a que no sabía nada él desde la última vez que lo vi en el aeropuerto de Los Angeles y los chicos nunca me decían nada sobre él. Había caído por fin en cuenta, que mi relación con Andy había terminado, y no solo la amorosa. El amigo que veía en Andy ya no existía.
Por otro lado, la tensión con Jack se había aligerado. Probablemente por lo que sea que le hubiese dicho Kellin, o porque él y Amanda resultaron llevarse bien. Ella lo admiraba y lo veneraba, y supongo, que era lo que a él le gustaba.
Con el paso de los días, a Amanda se le había quitado la timidez. Pero los chicos, tenían que lidiar con una gran fanática.
Cada vez que los veía, echaba al aire un aullido y corría hacia ellos dando saltos. La paciencia de Oliver estaba al límite.
En cuánto a Kellin, cada noche salíamos solo él y yo a explorar nuevos restaurantes y cada noche, me regalaba una rosa blanca. Él era tan... lindo y noble...

Berlín
6:00 am.

—Lina, levántate.
Abrí los ojos pesadamente.
Amanda estaba frente a mi cama, con ropa deportiva que había tomado de mi clóset y llevaba el cabello recogido en una coleta.

—¿Otra vez? Oh no... —me tapé la cara con una almohada.

—Anda, vamos —insistió.
Amanda me había hecho correr por las mañanas en los últimos dos días.

—Amanda, está helado afuera.

—Y por eso, te hice antes un té.
Miré la mesita de noche, había una taza con té humeante.

—Gracias —me senté y le di un sorbo—. Pero por hoy paso.

—Lina —alargó.

—Ve tú —sonreí—. Lo siento pero me desvelé hablando con CC —reí y le di otro sorbo al té.

Amanda hizo un mohín y después de discutirlo dos minutos más, salió de la habitación.

Me terminé el té, volví a taparme y me pude dormir en un santiamén. Hasta que mi celular empezó a sonar.

—¿Hola? —no vi quien llamaba.

—Hermosa.

—Ben —abrí los ojos—. Ben —sonreí y me senté—. ¿Por qué no me habías hablado ni respondido mis llamadas?

—Ah... te tengo una sorpresa.

—¿De verdad? —sonreí—. ¿De qué se trata?

—Estoy en Londres —¿qué?—. Si... quería darte una sorpresa pero, me acabo de enterar que estás... ¿en Berlín? —lo escuché reír.

Un amor inesperado [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora