Capítulo Siete

152 22 3
                                    


Despierto en el suelo de mi habitación con mi celular deshaciéndose en vibraciones y reproduciendo la horrible melodía de mi alarma; anunciando que es lunes y que el tiempo no se detuvo cuando mi vida completa se desvaneció en mentiras

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Despierto en el suelo de mi habitación con mi celular deshaciéndose en vibraciones y reproduciendo la horrible melodía de mi alarma; anunciando que es lunes y que el tiempo no se detuvo cuando mi vida completa se desvaneció en mentiras.

«Quizás el salir de este lugar me ayude a distraerme y aclarar un poco más las cosas», pienso.

Estoy hecha un desastre. La cabeza me pesa como si cargara un elefante sobre ella. Mis ojos están hinchados e irritados de tanto llorar, mi cara está roja y mi cabello se ha convertido en una enredadera.

Me visto con unos pantalones de mezclilla y una simple sudadera blanca y al verme en el espejo una pequeña sonrisa se forma en la comisura de mis labios al imaginar la mirada desaprobatoria que me dará mi madre vestida de este modo.

Cepillo mi cabello únicamente logrando que se esponje y retiro el maquillaje escurrido por debajo de mis ojos con los dedos. Aplico un poco de corrector en mis ojeras y luego tan solo un poco de rubor en mis mejillas intentando darme una apariencia menos desagradable.

Por suerte, no me encuentro con nadie al salir de la habitación, pero al escuchar el sonido de los cubiertos y los platos del comedor, toma toda la fuerza en mí el evitar las ganas de volver corriendo a mi cuarto y soltarme nuevamente a llorar.

Me siento en el otro extremo del comedor, lo más alejada que puedo de ellos.

Sarah me sirve un plato con mi fruta habitual y cuando lo deja frente a mí, me fuerza una sonrisa a la cual no respondo. 

—Madison... —mi padre me llama cuando me sirven un par de huevos fritos acompañados de tocino. Suspiro y entonces mi madre decide hablar.

Cariño, quiero que sepas que siempre estaremos aquí para ti.

—Así es Madison, las cosas no tienen que cambiar.

Trato de no escupir la comida de mi boca ante las palabras sin sentido que dejan la boca de mi padre.

Lo miro.

Querida, nena, cariño, ¿qué sigue? —Ambos se miran cuando comienzo a hablar—. Experimento, inyecciones, pruebas, ¡¿qué más necesito saber?!

—Lo sentimos hija, todo pasó muy rápido —Las lágrimas en los ojos de mi madre solo aumentan mi rabia.

El jugo que tomaba mi padre se derrama sobre la mesa y en su fino traje cuando no lo soporto más y me pongo de pie empujando la mesa.

—¡Madison tratamos de explicarte las cosas! —mi padre grita ante mi aparente desastre.

Mis modales me impulsan a querer disculparme, pero una vez más; ¿por qué tendría que ser yo quien se disculpe?

Yo no les oculte nada.

Yo no fui quien les mintió a la cara toda su vida,

Fueron ellos.

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora