Capítulo Cuarenta y Dos

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La escena que me encuentro al llegar al laboratorio me derrite el corazón

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La escena que me encuentro al llegar al laboratorio me derrite el corazón.

Madison y Levy ambos abrazados en la cama que no es lo suficientemente grande para los dos. La cabeza de mi hija está recargada en el hombro de su amigo mientras duerme tranquilamente entre sus brazos.

—¿Cómo está? —pregunto a Wen que hace un montón de anotaciones en un cuaderno sentado en la mesa de control.

—Lejos de bien —responde—, vomitó sangre ésta mañana. Su hígado está empeorando, los riñones no la están ayudando y tiene taquicardia otra vez.

En las pantallas que aparecen en el cristal, me muestra todos sus órganos. Cada uno iluminado con un centelleante color rojo.

—Quizás si intentamos un trasplante —sugiero y él arquea una ceja—. Un trasplante puede darle más tiempo.

—¿Trasplante de qué exactamente, Georgina? ¿De cuerpo? —contesta irónico—. Ni siquiera sabemos que es lo que sucede con ella.

—Su hígado es lo que requiere atención inmediata —señalo.

—¿Y luego qué? ¿El corazón? ¿Los riñones? ¿Los pulmones? ¿El páncreas? —agrega haciéndome entender lo estúpido de mis palabras.

—Debe de haber algo que podamos hacer. —Mis ojos se llenan de lágrimas.

—Lo que debes hacer es prepararte para lo que es inminente —responde con la única frase que temía fuera a salir de su boca.

—¿Por qué dices eso? No puede ser cierto... E-ella n-no puede morir. Hay miles de cosas que podemos probar, ella es f-fuerte... No podemos rendirnos.

—Únicamente lo empeoraremos todo si continuamos a ciegas. Estamos lastimándola más de lo que la estamos ayudando.

—Pero...

—Podemos intentar disminuir su dolor y tratar de hacerla sentir lo más cómoda posible durante el tiempo que le queda —sugiere.

—No, tengo que hacer algo. Es mi niña, e-ella es todo lo que tengo —rompo en llantos y contra todo pronóstico me jala en un abrazo que jamás imaginé recibir.

Hace todo lo que puede por consolarme y yo dejo que lo haga. Necesito este apoyo. Necesito que alguien me haga sentir que todo estará bien aun cuando yo sé que no será así. Alguien que detenga el dolor y la culpa que comprimen mi pecho.

Perdí el control de mi vida en un abrir y cerrar de ojos y volver a tomar el control de ésta, me costará más trabajo de lo que imaginaba.

La alarma de la pantalla de control es lo que nos separa y cuando me giro para mirarla, la pantalla entera está teñida de amarillo con un parpadeante aviso en enormes letras rojas:

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora