Capítulo Diecisiete

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Me siento de vuelta en el amplio sofá de la sala y espero a que la hermosa chica de ojos verdes se una a mi lado, pero contra todo pronóstico, ella se sienta frente a mí en el sofá individual y me muestra una sonrisa perversa y divertida

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Me siento de vuelta en el amplio sofá de la sala y espero a que la hermosa chica de ojos verdes se una a mi lado, pero contra todo pronóstico, ella se sienta frente a mí en el sofá individual y me muestra una sonrisa perversa y divertida.

Ésta es la clase de chicas que valen la pena, la clase que están tan seguras de sí mismas que creen no merecer a alguien como yo. La clase de chica con la que me gusta jugar.

Por un momento me pregunto por qué Levy la tenía tan oculta de mí. Una mujer así de bella como ella, no se le oculta a un mejor amigo, al menos que estés enamorado de ella o que tengas bien claro qué clase de persona es tu amigo.

Le sonrío bastante seguro de que se sonrojará cuando lo haga y en efecto, lo hace. 

—Entonces... Madison y Alison —exhalo y al escuchar su nombre, la mocosa que siempre tiene a su lado sale de la habitación directamente hasta su hermana que enseguida le extiende la mano en la que sostiene los chocolates que hace tan solo un momento recogíamos de la alfombra. A la niña se le ilumina la cara y desaparece tan pronto como llegó al recibir lo que vino a buscar.

—Lo siento —Madison se disculpa por décima vez desde que la vi por primera vez. Sonrío al percatarme de ese hecho y ella se sonroja de nuevo antes de desviar la mirada.

«Le gusto y la pongo nerviosa. Es tan malditamente perfecta que tiene que ser mía».

—Tus padres realmente se quebraron la cabeza pensando en nombres para ustedes —señalo y cuando me mira de nuevo completamente perdida en la conversación, casi puedo escuchar su voz en mi mente disculpándose por no prestarme suficiente atención.

«Voy a besar a esta chica, aquí y ahora».

—¿Lo lamentas? —me burlo.

—¿El qué?

Me incorporo en el asiento y clavo firmemente mis ojos en los suyos con la esperanza de que desvíe la mirada por puro nerviosismo y entonces pueda hacer mi siguiente movimiento.

—Creo que ya te descifré —anuncio. Sus cejas se arquean sobre sus hermosos ojos.

Dios, es tan perfecta que incluso con la ropa que hace tan solo minutos estaba completamente cubierta de espuma, luce ardiente.

—¿Me descifraste? —Asiento.

—Sí y cabo de ahorrarte la casi décima vez que te disculparías en el poco tiempo que llevo de conocerte, así que, de nada—señalo y luego le sonrío de nuevo. La tímida sonrisa que intenta reprimir en respuesta es mi señal para acercarme.

«Es increíble cuanto conozco a las mujeres».

Su sonrisa de grandes y blancos dientes; sus ojos de este intenso, brillante y hermoso color de las esmeraldas; su cabello café y ondulado que cae sobre sus hombros y se mueve mientras se ríe, vuelven imposible el poder dejar de admirarla. Imposible resistirse a esa atracción instantánea. Quien quiera que la viera podría comprobar esto que siento.

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora