Capítulo Dieciocho

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De todo lo que empaque en mi improvisada maleta, ya solo me quedan dos playeras limpias: una con un gran mensaje de «Yo♥S

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De todo lo que empaque en mi improvisada maleta, ya solo me quedan dos playeras limpias: una con un gran mensaje de «Yo♥S.F.» en el frente y otra holgada y de rayas que nadie en su sano juicio usaría para una cita.

Honestamente no sé por qué me siento tan nerviosa. No es la primera vez que salgo con un chico, ni nada de eso y no me siento la clase de diferente a su lado que una clásica novela podría describir. Mucho menos siento como si de pronto mi vida girara en torno a él ni tampoco dejaría todo por estar por él.

«¿No es eso exactamente lo que haces?»

No.

Siempre he sido lo suficientemente inteligente para detectar las mentiras en los hombres, inteligente como para detectar que un chico es un completo patán... y a juzgar por hoy, no tengo la menor duda de que Dylan Papasavvas es parte de esa categoría, sin embargo, aquí estoy; buscando la manera de arreglarme para salir en una cita que quizás podría echarlo todo a perder.

—¿Qué es eso? —Alison interrumpe mis pensamientos tocando el dibujo de la playera que decidí usar.

—Un corazón —contesto—. El dibujo de un corazón.

—Yo. Corazón. S. F. —lee—, no entiendo —agrega dejándose caer en la cama.

—Es porque no debes leerlo así —le explico sentándome a su lado para mostrarle una vez más el letrero—. El corazón significa amor.

—No entiendo —repite.

—Yo... amo... San... Francisco —señalo cada una de las letras con mi dedo mientras lo leo. Ella me sonríe enormemente al final.

—¿Qué es... amo?

Estoy por contestarle cuando llaman a la puerta y el reloj en la pared marca exactamente las siete.

No estoy siquiera la mitad de lista.

«¿Tanto tiempo me tomó decidir qué ponerme? ¿Qué está pasando conmigo?»

Una tonta sonrisa se dibuja en mi cara cuando abro la puerta y encuentro a Dylan con una de sus manos alzada a punto de tocar nuevamente y en la otra una nueva bolsa llena de los chocolates que Alison adora.

—Por un momento pensé que tendría que acampar aquí afuera —bromea sonriéndome encantadoramente y luego acerca la bolsa de chocolates a su cara—. No son flores, pero espero que se conviertan en una buena distracción.

—La vas a ser la más feliz en el mundo, dame cinco minutos —digo invitándolo a pasar y luego corro de vuelta a la habitación—. Oye, Alison, hay alguien afuera que tiene un regalo para ti —le digo entrando en el baño para maquillarme.

—¿Qué es regalo? —Me mancho el ojo con la máscara de pestañas cuando me sorprende a mi lado.  Es tan pequeña que no alcanza a reflejarse en el espejo.

—¡Mierda! —murmuro intentando limpiar mi desastre con los dedos, empeorándolo aún más—. Alison, se supone que estarías con Dylan.

—¿Dylan? —pregunta—. ¿Qué es Dylan?

—No es qué, es un quién y es alguien que tiene un regalo para ti —respondo desesperada antes de girarla y sacarla fuera del baño—, ahora, ve con él y tortúralo con tus millones de preguntas.

—¿Qué pregunto?

Pierdo la paciencia.

—No me importa, solo vete —contesto antes de azotar la puerta.

Me maquillo escuchando sus voces de fondo; no alcanzo a distinguir lo que dicen, pero en todo el tiempo que me toma arreglarme no paran de hablar.

«Dios, realmente espero que le gusten los niños».

En la sala los encuentro como menos lo esperaba, ambos en el sofá que ahora creo que se ha convertido en el lugar favorito de Dylan, con Alison recargada en su musculoso brazo para alcanzar a ver lo que él le muestra en la pantalla de su teléfono. La imagen resulta bastante tierna para dos personas que no se conocen en absoluto.

Ambos me miran de inmediato.

—¿Lista? —Dylan sonríe en cuanto me ve y estoy segura de que me ruborizo en respuesta—. Te traeré una de estas luego si prometes portarte bien hoy —dice dirigiéndose a Alison y ésta asiente sonriendo antes de acercarse a mí.

—¿Has probado las malteadas? —pregunta y le sonrío por la enorme emoción que refleja su carita.

—Uy, son mucho mejores que el chocolate —respondo y sus ojos se abren de par en par—, ahora vete a la cama y no te levantes hasta que haya regresado, ¿entendido? —le advierto y ella asiente antes de correr de vuelta a la habitación.

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[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora