Capítulo Cinco

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No estoy segura de si yo miro a la niña frente a mí o si ella me mira a mí

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No estoy segura de si yo miro a la niña frente a mí o si ella me mira a mí.

Sus ojos verdes y serios no se despegan de los míos mientras permanece acostada sobre las sábanas blancas.

Frunzo el ceño en un intento por tratar de entender lo que sucede y ella me imita como en una clase de espejismo. Puedo verla por completo, como si de alguna manera, estuviera sobrevolando la habitación.

Dos hombres con batas blancas se acercan a la cama y de la posición donde me encuentro, solo puedo ver sus cabezas, hasta que uno de ellos se decide por voltear a verme.

Es mi padre, pero una versión mucho más joven de la que es.

—¿Papá? —lo llamo al mismo tiempo que la niña, cuya voz aguda es lo único que alcanzo a escuchar.

—¿Qué miras? —pregunta el otro hombre que ahora también me mira. El doctor Hoffman.

Mientras la niña permanece distraída, mi padre saca una jeringa con un líquido rosa de la bata que viste y la entrega a Wen.

—¿Papá? —la niña me imita de nuevo.

—Quédate quieta, Madison. Será muy rápido —responde el otro hombre inyectando a la niña y provocándome un agudo en el brazo.

Cuando abro los ojos estoy en recostada en mi cama. Mi corazón late acelerado y sudo como si hubiera terminado de correr un maratón.

«Todo fue un sueño», me digo sentándome contra la cabecera e intento calmarme, «era solo sueño».

¿Por qué la niña me imitaba? ¿Por qué cuando intentaba llamar a mi padre respondía el hombre? ¿La niña era yo? No. Todo esto solo es producto de mi imaginación.

Tomo mi celular de la mesa junto a mi cama y me dispongo a escribirle a mi mejor amigo.

8:59 AM MADISON: ¿Podemos vernos?

—¡Arriba y a brillar! —Sarah canta desde la entrada de mi habitación en punto de las nueve de la mañana. Sostiene una mesa para cama con un poco de fruta y dos wafles acompañados de café y un vaso de jugo de naranja.

—Hola Sarah —saludo sin despegar la mirada del teléfono mientras veo los tres puntitos parpadeantes en la pantalla que indican que Levy está escribiendo.

9:00 AM LEVY: Claro. ¿Paso por ti a las 10?

Confirmo la hora y luego pongo el celular de vuelta en mi mesa de noche antes de decidirme por comenzar a interrogar a Sarah.

—¿Por qué no me dijiste nada?

—Era algo que no me correspondía explicar —responde sentándose a los pies de mi cama—, además tus padres creían que no tenías la edad necesaria para comprender todo esto.

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora