Capítulo Veinticinco

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De todas las personas que esperaba detrás de la puerta; me encuentro con mi mejor amigo y al tan pronto como me ve, él sacude la cabeza rápidamente

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De todas las personas que esperaba detrás de la puerta; me encuentro con mi mejor amigo y al tan pronto como me ve, él sacude la cabeza rápidamente. Tiene un enorme moretón en el ojo derecho y sangre fresca en el labio.

Levy —titubeo.

La puerta se azota detrás de mí y al dar la vuelta encuentro a un hombre al que jamás había visto en mi vida. Es alto, calvo, con un ancho y musculoso cuerpo e intimidante al primer vistazo.

—Bienvenida de vuelta señorita Wrestler —dice señalándome el sofá a su lado. Me cruzo de brazos.

—¿Dónde está Alison?

—¿Quieres ayudarme con tu novia? —sugiere el hombre pasando su brazo por detrás del cuello de Dylan—. ¿O prefieres que lo haga yo?

—Madison —ambos chicos me advierten al unísono.

—No soy la novia de nadie y...

—Madison, cállate y siéntate, por favor —suplica Levy al tiempo que Dylan me lanza una mirada de advertencia. Dejo mi orgullo de lado y me fuerzo a caminar hasta el sillón y callarme.

—Buena elección, preciosa —reconoce el hombre empujando a Dylan para que se siente junto a mí.

Estoy por preguntar nuevamente por la niña cuando la veo salir de la habitación tomada de la mano de Wen. Intento acercarme de inmediato, pero otro hombre que aparece detrás de mí me obliga a volver a mi lugar.

—¡Vaya! Miren quien decidió aparecer —exclama Wen justo antes de mirar a la niña—. Despídete, Alison, es hora de dormir.

—Adiós —dice apenas audible y llenándome los ojos de lágrimas. Wen le hace una señal al enorme hombre junto a la puerta y este se acerca sosteniendo una jeringa que no tengo ni idea de dónde pudo venir.

—¡No! — grito cuando se aproxima a Alison y sin advertirle la inyecta en el brazo. La sustancia la deja dormida casi de inmediato.

—Llévatela —le ordena Wen y el hombre asiente cargando a Alison sobre su hombro como si se tratara de un costal de tierra.

—¡No! ¡Alto! ¡¿A dónde la llevan?! ¡No la lastimen! —me pongo de pie, pero en cuestión de segundos me regresan jalándome del cabello—. ¡Vas a pagar por todo eso! —Wen se sienta en la silla a mi lado.

—¡Ay, por favor! Ahórranos el drama, Madison —replica—, aprovechemos mejor este tiempo para que les expliques a tus amiguitos la razón por la que estamos aquí hoy. ¿O prefieres que lo haga yo?

—No tengo nada que explicar —respondo.

—Bien. Yo lo hago —dice—, dame tu mano. —Me rehúso a obedecer sus órdenes, pero con el solo movimiento de su mano, otro de sus hombres se encarga de forzarme a hacerlo; me jala para ponerme de pie y contra mi voluntad sostiene mi muñeca izquierda para mostrársela a Wen.

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora