Capítulo Cuarenta y Seis

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—¿Crees que le guste, mami? —Alison pregunta mientras peino su cabello en un bonito recogido

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—¿Crees que le guste, mami? —Alison pregunta mientras peino su cabello en un bonito recogido. Sobre su cabeza, observo el dibujo que hizo de quien supuestamente es ella con Madison y su amada frase de «YO AMO SAN FRANCISCO» debajo.

Sonrío.

—Estoy segura de que le va a encantar —ella suelta una risita tierna—. Me pregunto cuándo recibiré uno.

—Tú no estás enferma —contesta coloreando de morado la playera de su dibujo de palitos.

—Puedes hacerme uno cuando inicies la escuela —sugiero al terminar su peinado y le planto un beso en la mejilla—. Ya estás lista.

—¡¿Ya puedo comer chocolate?! —pregunta.

—¿Qué decimos?

—No hay chocolate antes de cenar —reniega—. No me gustan las reglas.

—Vamos a ver a Madison —río.

En nuestro corto trayecto hasta la casa, jugamos un pequeño y tonto juego que invente para ayudar a extender su vocabulario. Me sirve como distracción para lo que está por venir y también impide que Alison pregunte lo que pasará con Madison si no mejora.

Cuando estaciono afuera de la casa, nadie se da cuenta de que llegamos. Ni siquiera Teo se sale a recibirnos esta vez.

—¿Dónde está Teo? —Alison lee mi mente.

—Tal vez está enfermo —respondo en un intento por convencerme a mí misma. Alison baja de un brinco del carro y corre directo hasta la entrada golpeando la puerta.

—¡Papi, ya llegué! —grita y yo presiono el timbre que rara vez se ha usado.

Teo finalmente es quien abre la puerta.

—Señora Wrestler —saluda dejándonos entrar y a pesar de que el encontrarlo me provoca un alivio, mi corazón se detiene cuando encuentro a todos reunidos en la sala.

Levy, Dylan, Sean, Sarah, Martha, incluso Charles; todos están pálidos y con la cara llena de preocupación.

Esto no puede estar pasando.

Un enorme nudo se me forma en la garganta al mismo tiempo que escucho a Alison llamarme desde el segundo piso.

—¡Mami! ¡¿Dónde está Madison?!

Miro a Sean de inmediato.

—Será mejor que te sientes, Gina —sugiere, pero sus palabras solo logran alterarme. Sarah llora como en un funeral.

—¿Dónde está mi hija?

—No lo sabemos —contesta.

—¿Qué demonios quieres decir con eso?

[BORRADOR] EL CÓDIGO QUE NOS UNE ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora