🚧(Hola. Gracias por tu interés en mi historia. ¡Te recomiendo leer la edición final que puedes encontrar en mi perfil ya que este es un borrador y muchas cosas han cambiado! ¡Me dará gusto verte allá!) 🚧
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En un futuro donde la experimentación h...
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Si alguna vez alguien preguntara: ¿quién es el peor intento de surfista en el mundo? Les aseguro que la respuesta sería; Madison Wrestler.
Contando ésta, es la veinteava vez que caigo de la tabla y la ola me lleva de regreso a la orilla de la playa. Cuando salgo arrastrándome del mar, mi cabello está lleno de arena y mi ropa está completamente empapada pegada a mi cuerpo como una segunda piel.
Me dejo caer sobre la pequeña manta que puso Dylan en la arena y lo observo acercarse con la tabla bajo el brazo mientras aplaude divertido y sin poder dejar de reír a carcajadas. Su cabello está completamente despeinado; con sus rizos mojados y pegados a su cabeza como si fueran imanes y sus músculos marcados a la perfección sobresalen de la playera también ceñida a su cuerpo.
—Ese fue el mejor intento de todos —se burla dejándose caer a mi lado. Yo también me río, pero de vergüenza de solo imaginar lo ridícula que debí de haberme visto.
—Esa ola era demasiado enorme —digo a la defensiva.
—Ni siquiera medía más que tú, hasta Alison pudo haberla tomado —ríe mientras admiro la manera en que el sol le pega logrando que el bronceado de su piel luzca casi naranja—. Carajo, ni siquiera necesitas maquillaje —dice cuando sus ojos se encuentran con los míos.
—Tú tampoco necesitas maquillaje —contesto haciéndolo reír. Debemos lucir como un par de tontos.
—¡Felicitaciones! Acabas de matar el romance —dice sacudiendo la arena de sus brazos.
—Lo siento, nunca he sido buena con eso —admito arrugando la nariz y en respuesta estira su brazo hacia mí—. ¿Eso qué?
—Bueno, por suerte para ti, soy el amo del romance... —responde mirando el espacio que ha abierto entre su brazo y su cuerpo—, ven aquí. ¡Apreciemos románticamente el atardecer!
—Como futura referencia, amo del romance; he de decir que señalar que algo debe hacerse románticamente, le quita por completo el toque romántico que intentabas darle —me burlo—. Además, ¿meterme en medio de tu brazo no haría el observar el atardecer incómodo en lugar de romántico?
—Entonces miremos incómodamente el atardecer, ¿a quién le importa? —me guiña el ojo y me muerdo el labio antes de acceder y acomodarme entre su brazo antes de que tome mi mano y deje descansar ambas sobre mi muslo.
Desearía poder congelar este momento y guardarlo en mi memoria para siempre: el atardecer frente a nosotros, su mano en la mía, el calor de su cuerpo contra el mío, la brisa del mar; todo. Siento como si de pronto el resto de mis problemas se hubieran desvanecido; de pronto ya no fui un experimento ni tampoco una chica huyendo de San Francisco en un intento por salvar a una niña del mismo destino que el mío. Ya no soy la señorita perfecta. No soy Madison Wrestler. Solo soy...