1. Finales y comienzos

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Septiembre. Fin del verano, fin de adolescencia, comienzo de vida.
Tras 18 años de cobijo, cuidados y mucho amor abandonaba la casa de mis padres, aquella que también había sido y sería siempre mi hogar.

Había decidido encaminar mi vida. Comenzar la universidad dejando atrás todas aquellas cosas que cada vez sentía que me hacían peor. Una de estas cosas fue dejar de ver a aquel chico que llevaba conociendo unos meses. Podría considerarle buena persona pero supongo que no buscábamos lo mismo, nos encontrábamos en momentos diferentes.
También decidí alejarme de todas aquellas opiniones que me hacían sentir inferior. Gran parte de mi familia criticaba e incluso se burlaba de mi elección de futuro: quería ser maestra infantil. Ellos sin embargo no paraban de recomendarme carreras como medicina o ingeniería. En este sentido, mis padres y mi amiga Marta fueron mis grandes salvadores: "Se libre, Aitana. Se libre de elegir siempre lo que te haga feliz". Y tras estas palabras, emprendí mi viaje desde Barcelona con destino Madrid.

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Durante mi recorrido en taxi voy admirando el bonito tráfico de mi nueva ciudad. Digo bonito ya que en un lugar tan grande, donde estoy tan sola, este ajetreo hace que me sienta algo más acogida.
El taxista me saca de mi ensoñación: hemos llegado al destino. Subo a la acera desde donde puedo ver la parada de metro de Tribunal. Al menos esta gran señal hará que oriente mi nuevo edificio durante los primeros días.

Entro en el edificio. Entro en el ascensor. Pulso el último botón, ático. Reflexiono.

¿Estoy realmente preparada para convivir? Desde hoy compartiré hogar, gastos, tiempo y espero que vivencias con un chico llamado Luis Cepeda. Nombre y apellido, tal y como él se presentó por Whatsapp.
Tardar tanto en tomar la decisión de mi nuevo futuro hizo casi imposible encontrar pisos en condiciones. Gracias a Dios que mis amigas del pueblo, en ese que veraneaba, vivían durante el año en esta ciudad y conocían a este chico que buscaba compañero/a.

Había mandado ya un gran número de cajas con mi ropa, accesorios y decoración. De este modo, me esperaba un día lleno de tareas de orden.

El ascensor para. Yo salgo de él. Llamo al timbre.

En pocos segundos la puerta se abre, Luis Cepeda se asoma con aire serio. Cuando me ve hace una mueca que deduzco es una sonrisa.

- Hola.- sonrío
- Bienvenida Aitana.- concluye.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora