2. Inseguridades

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Sentí un pinchazo. Graciela estaba de vuelta. Y no sentía celos, ni sentía rabia ni enfado. Sentía miedo de que la vida de Diana volviera a pegar un giro.

Ella era pequeña pero inteligente. Sabía de sobra cómo era la situación en cada momento. No merecía pensar que su madre iba y venía según su conveniencia.

- ¿Qué quiere?- pregunté
- A Diana.- consiguió responderme en un soplo de voz

No lo iba a permitir. No podía. No solo hacía la vida de Diana cada vez más inestable, si no que además, quería separarla de su pilar. Definitivamente quería hundirla.

- Viene a España a pasar la navidad. Quiere pasarlas con Diana y después viajar juntas de vuelta a Manchester.
- Eso no va a pasar Luis, tranquilo.
- Si pone el asunto en manos de un juez, tiene las de ganar. Es su madre.
- Y tú su padre, cariño.

Según me comentó, faltaba una semana para que el avión de Graciela aterrizara en nuestra ciudad.
Pasamos los días un poco nerviosos. Cuando explicamos a Diana que su mamá pasaría unos días con nosotros, no alteró ni el más mínimo rasgo de su cara. No se inmutó. De esta manera, decidimos no contarle nada acerca de los egoístas planes que tenía su madre para ella.

Llegó el día. Fuimos los tres a buscarla al aeropuerto. No podía creer que nadie más viese lo surrealista de la situación.
Luis insistió en hacerlo así para ablandar la relación con su ex y tener algún punto más a favor. También para ayudar a Diana a coger de nuevo confianza con su madre en caso de salir mal.

Tras unos minutos de espera, vi cómo los rostros de mis acompañantes se dirigían en una misma dirección. Miré. Y me arrepentí de todo este plan absurdo.
Era jodidamente guapa. Una mujer de pies a cabeza. Fácilmente podría ser modelo de Victoria Secret. No sé en qué momento no se me ocurrió pensarlo, sabiendo quién y cómo era Luis.

Me arrepentí de haber estado de acuerdo en que esa diosa pasara las navidades con nosotros, en nuestra casa, en la habitación de al lado.
Con una mujer así mis inseguridades crecían hasta tocar el cielo. Y es que joder, muy antipática tenía que ser para no llevarse a cualquiera a donde ella quisiera.

- Hola familia.- sonrió mientras daba dos besos, rodeando entre sus brazos a Luis y a Diana, que estaba colgada al cuello de su padre.
- Tú debes de ser Aitana.- me saludó.

Las palabras no salían de mi boca. Pronto, Luis y ella se enredaron en una conversación banal sobre los servicios de la compañía aérea, turbulencias y poco más.

Al llegar a casa, cogí a Diana en brazos para sacarla del coche. Graciela se dirigió a mí por segunda vez en esa tarde.

- ¿Te importa si la llevo yo?- sonrió. - hace tiempo que no la siento entre mis brazos.

Eso pasa cuando abandonas a tu hija. Pensé. Pero accedí, no quería problemas. Diana se revolvió un poco, se notaba que no se sentía cómoda pero tampoco se quejó. De hecho no había dicho ni una sola palabra desde que vio a su madre, cuando en otras circunstancias costaba que se callara.

Luis acompañó a su ex hasta la habitación de Diana. La intención era que la pequeña durmiera con nosotros, pero su madre se opuso.
Le dimos la razón ya que la niña probablemente se despertaría en mitad de la noche y vendría hacia nosotros.

Hasta la hora de la cena estuvo sacando algunos trajes de su maleta y acomodándose en su cuarto. Mi casa nunca había estado tan silenciosa.

Una vez en la mesa, Luis y ella seguían intercambiando palabras aleatorias.
Diana y yo nos limitábamos a cenar, mirando el plato.

Me sentía más fuera de lugar que nunca.
Luis me miraba de vez en cuando, con ojos curiosos. Aun no habíamos tenido tiempo de intercambiar impresiones a solas.

Este momento no llegó hasta una hora después, que cada uno se fue a su cuarto.

Me encontraba sentada en la cama, poniéndome el pijama. Sentí una presión en el colchón y a alguien abrazándome por la espalda.

- Dime qué ha pasado por tu cabecita todo este rato, anda.- me susurró

Puse los ojos en blanco

- Lo obvio. Podrías haberme avisado.- contesté
- ¿Avisado de qué?
- De que estuviste con una top model más buena de lo que yo estaré en la vida. Y encima con una hija. No quiero saber cómo estaba antes, seguro que yo...
Me interrumpió con una sonora carcajada mientras me abrazaba y se tiraba sobre mí.

- No sé de qué te ríes. - espeté enfadada

Paró de reir. Me miró con una sonrisa enorme en su cara.

- Tú eres la tía mas buena, preciosa, perfecta que voy a tener en la vida.- dijo seguro

Puse los ojos en blanco.

- Y si quieres te lo demuestro...- dijo mientras sus besos tomaban el camino de mi cuello.
Después de esos besos, vinieron más, y más caricias. Y de esa manera, haciéndolo como lo hacía siempre, mis inseguridades bajaban hasta tomar tierra.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora