5. Fin de algo

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Hola!!! Antes de nada quería volver a agradeceros todo el ánimo y apoyo. Sin embargo, lo de ayer fue de otro mundo. No pude estar más contenta con cada comentario. Me encanta que comentéis posibles hipótesis o simplemente me animéis a seguir. Mil veces gracias.
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Desperté unas horas después en mi cama, con mi amiga Marta dándome mimos.

Recordaba el fuerte golpe que sentí en el pecho tras la llamada, la angustia que me invadió, la incapacidad de respirar con normalidad...

También recordaba cómo mi madre me recogió con dulzura entre sus brazos, sin preguntas. Porque las madres solían ser así: amaban sin explicaciones.
Y de esta manera, caí rendida.

- Hola xula.- sonrió Marta.- ya te vale recibirme así después de tanto tiempo sin vernos.
- Perdón.- la abracé
- A mí me lo puedes contar... ¿tan grave es?- inquirió
- ¿Te acuerdas de que te hablé de la vuelta de su ex?- asintió.- discutimos, le llamé para disculparme y escuché cómo follaban.

Palideció y acto seguido me abrazó fuerte.

- Tía, entiendo perfectamente que te pusieras así. Pero llámale y dile de todo. Desahógate. Deberías decirle también un par de cosas de mi parte.
- No quiero creer que es verdad.- susurré
- A mí no me parece para nada el estilo de Luis, la verdad. ¿Crees que ha podido ser un malentendido?
- Le escuché, Marta.- y volvieron las lágrimas.

Cuando mi amiga se fue a casa, le pedí que al bajar al salón les contara a mis padres cualquier cosa alejada de la verdad. Fingiría un suspenso, una discusión con cualquier amiga... no estaba preparada para poner al día a mis padres sobre un tema así.

Comí con toda la familia, incluyendo abuelos, tíos y primos. Tras conseguir sortear una gran cantidad de temas escabrosos, me disculpé para salir de casa. Necesitaba tomar el aire y me excusé diciendo que iría a ver a Marta.

Me senté en la plazoleta donde solía jugar de niña. Donde nadie me hizo daño. Donde mis únicas lágrimas se debían a una simple caída corriendo y una rozadura en mis rodillas.

Y me sentí libre. Libre de inseguridades y miedos. Porque yo era fuerte y estaba rodeada de personas que me querían incluso más que yo. Y por primera vez caí en la cuenta de la tontería que había hecho mudándome a Madrid, cuando Barcelona me lo había dado todo.

Rebusqué en la pequeña mochila de cuero que llevaba conmigo. Comprobé que llevaba la tarjeta de crédito en mi cartera y eché a correr.

Tras varios transbordos de metro conseguí llegar a mi destino: el aeropuerto. Último viaje de ida a Madrid, con el único propósito de recoger mis cosas y mi vida. Ni siquiera pensé en gritos o discusiones si me encontrara con el causante de mi estado. Tenía un objetivo claro: volver ese mismo día con todas mis pertenencias de vuelta.

Las horas volvieron a pasar lentas. Mi móvil ardía a causa de las decenas de llamadas perdidas de mis padres.
Me encontraba frente al portal. Por suerte había decidido juntas en un mismo llaveros las llaves del piso de Madrid junto a las de mi casa.
No soportaría tener que llamar al portero.

Entré en el pequeño hall de forma silenciosa. No escuché nada.
Me adentré hacia la habitación, pasando por el salón.
Nada. Vacío.

Por fin algo comenzaba a salirme bien.

Me centré en mi tarea. Comencé a meter la ropa en viejas maletas que almacenábamos en la parte superior del armario.

Cuando abrí el cajon de la mesilla, donde guardaba mi ropa interior, pude ver un sujetador y un par de tangas que no me pertenecían. Probablemente su dueña ya habría ocupado esta habitación en varias ocasiones.

La rabia, junto con un par de lágrimas amenazaron con salir de mis párpados, pero no lo permití.
Además, en ese preciso momento, la puerta de casa se abrió.

Yo seguí a lo mío. Tras escuchar pasos, la persona que menos ganas tenía de ver entró al cuarto.

Me miró y le miré. Cuando mi mirada se cruzó con esos ojos negros casi hizo que mi corazón saliera disparado. Pero no lo iba a permitir. Yo era fuerte y él, se había reído de mí.

- Aitana, ¿qué haces aquí?- se fue acercando a mí lentamente, como pidiendo permiso
- Ni se te ocurra dar un paso más, Cepeda. En unos minutos habré terminado y me iré
- Cariño... vamos a hablar las cosas.
- Eres un hijo de puta.- dije mientras le tiraba los tangas de su ex a la cabeza.
- Aitana, me parece a mí que te estás pasando.- gritó enfadado.- no se qué cojones te pasa pero tú antes no eras así de celosa
- Pero ¿qué me estás contando?. No tienes vergüenza ninguna. Tú sí que me has engañado bien desde que te conocí.- lloré

Nos quedamos mirándonos unos instantes. Odiándonos por permitir habernos hecho tanto daño. Por haber empezado algo que terminaba así.

- Esto se ha terminado, Cepeda.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora