13. Nuestro momento

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Un sábado más en nuestro ático. Me volví a despertar sin necesidad de despertador, pues había descansado lo suficiente.

Diana nos miraba sonriente desde la cuna, ya que se había puesto de pie. Cuando me vio mirarla, soltó un gritito, por lo que la cogí y solté en el suelo para que no despertara a su padre, que dormía como un lirón a nuestro lado.

Corrí tras ella, que ya llegaba al salón y se subía al sofá.
- Dibujito.- imploró mientras señalaba la tele.

Nos hice el desayuno mientras ella se entretenía con Dora la Exploradora. Me recosté a su lado, quedándome casi hipnotizada con la tele. La verdad es que estos dibujos enganchaban.

Escuché un ruido de cámara, Luis se reía mientras nos fotografiaba.
- Mis dos reinas compartiendo hobbies.- dijo orgulloso
Entonces miró a Diana y le dijo:
- Espero que hayas dormido agusto, esta noche tendrás cama nueva.
La niña le miraba ladeando la cabeza, como intentando comprender.
- Tu papá es un gruñon, cariño.- le dije. Ella sonrió
- Gru-grunión.- repitió ella
- Genial.- rió él

El día fue tranquilo. Dimos un paseo por el centro comercial.
Al llegar a casa hice videollamada con mis padres mientras Luis preparaba la cena. No di muchos detalles sobre mi vida actual ya que no sabía cómo se lo tomarían.
Cenamos y acostamos a Diana en su nueva cama. Luis y yo nos sentamos a cada lado de la cama y le explicamos que ella ya era una niña grande, y debía dormir sola.
- Grande.- repetía ella todo el rato

Se la veía convencida, y parecía orgullosa de sí misma. Sin embargo, a Luis y a mí nos dolía en el corazón dejarla allí sola.
"Pero debe superar etapas" había dicho él.

Vimos una peli cualquiera de Netflix que resultó ser de terror. Luis se rio bastante a mi costa, cada vez que un susto me hacía pegar un salto para pegarme a él.
Por su parte, él aprovechaba estas ocasiones para hacer que estuviéramos más juntos.
Una vez terminó, decidimos ir a la cama.
Él fue al cuarto mientras yo entraba en el baño para ponerme el pijama. Decidí utilizar aquel que había comprado en Oysho esa misma tarde mientras él salía del centro comercial a hablar por teléfono.
Era un conjunto de encaje negro compuestos por unos shorts muy pequeñitos y una blusa de tirantes.
Me miré al espejo y me sentí sexy. Quería que fuese hoy.

Me dirigí decidida a la habitación. Estaba sentado en la cama, tranquilo, mirando el móvil de espaldas a mí.

- ¿Te gusta mi compra nueva?.- dije mientras se daba la vuelta
- Madre mía Aitana.- no podía cerrar la boca. Me sentía poderosa

Me acerqué a él y terminé de tumbarlo en la cama. Llevaba únicamente sus calzoncillos y una camiseta básica.
Me acomodé entre sus piernas, apoyándome en su pecho y nos comenzamos a besar. Primero lento, cada vez con más pasión.
Nuestras manos acariciaban cada rincón del otro, con dulzura, con cuidado.
Unos minutos después lo noté de nuevo. Su erección en mi vientre. Me miró precavido pero esta vez no me asusté.
Le quité la camiseta y baje mis labios desde su cuello en dirección sur.
Me deshice de sus calzoncillos, dejándolo completamente desnudo.
Jugué con su miembro mientras los besos seguían su rutina.
Comencé a ponerme nerviosa, quería llevar las riendas, sentirme poderosa, pero no dejaba de ser mi primera vez.

Mis instintos hicieron que bajara, y comenzara a besar y lamer su zona sensible.

- Aitana, no tienes por qué...- entonces comenzó a gemir
Seguí lo que había comenzado minutos antes hasta que me obligó a parar.

- Déjame a mí, porfa... si sigues así me voy a correr. - suplicó

Aquí comenzaron mis verdaderos nervios. Comenzó a desnudarme, dejándome únicamente en tanga.
Jugaba con mis pechos y yo estaba a 100. Comenzó a bajar su boca en dirección a mi tanga. Sin embargo me invadieron todas las inseguridades. Por una parte, me daba vergüenza quedar mi cuerpo desnudo ante su boca. Por no hablar de lo grande que era el asunto y probablemente me iba a doler mucho.

- ¿Estás bien, pequeña? ¿Quieres que pare?.- preguntó con toda la cautela del mundo, dejando todo lo demás de lado
Entonces lo entendí. Luis me gustaba, mucho. Incluso le quería. Confiaba en él. Era imposible sentirse incómoda a su lado.
- Sigue Luis, pero porfa sáltate esa parte.

Él me miró comprendiendo. Se volvió a tumbar a mi lado. Mientras me besaba me quitó mi última prenda interior. Noté como sus dedos acariciaban mi sexo. Lo hacía sin parar de besarme, sin parar de mirarme a los ojos.

- Si que estás preparada.- rió.- estás empapada. ¿Sigues queriendo, verdad?
- Porfa, hazlo ya.- casi grité

Sus dedos iban cada vez más rápido y yo jamás había sentido algo así. Lo necesitaba.

- Escúchame, te va a doler un poco. Si quieres que pare avísame ¿vale? No importa cuando sea
- Luis, por favor, entra ya

Se tumbó encima de mí, reposando sus brazos a mis lados. Con el preservativo ya puesto, cogió su miembro y lo colocó en mi entrada.

- Eres increíble, me vuelves loco.- me susurró al oído. Entonces entró.

Sentí un dolor bastante fuerte. Cerré los ojos durante unos segundos. Dolía. Reflexionaba sobre si pedir a Luis que parase.
Cuando abrí los ojos le vi a él, sudado, sexy, con cara de placer. Lo estaba haciendo despacio.
Me gustó tanto la imagen que el dolor fue menguando y el placer inundándome.

Estaba disfrutando, mucho.
Luis se dio cuenta y cogió mis piernas, colocándolas sobre sus hombros, mientras no paraba de besar mis pechos.

Lo sentí, no podía aguantar más placer.

- Luis, creo que ya. No puedo más.- grité gimiendo
- Vamos pequeña, yo también voy a acabar ya.

De esta manera sentí como se vaciaba aun dentro de mí, haciendo que acabara en el más puro éxtasis.

Se quitó el condón mientras me besaba toda la cara y la cabeza, preguntándome si todo había ido bien.
El agotamiento hizo que durmiéramos en la noche más increíble que había vivido.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora