2. Principios

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La puerta de entrada daba paso a un pequeño recibidor. En este simplemente había una pequeña mesa con un florero y un cuenco de llaves, junto a un bonito paragüero. En la pared opuesta había un cuadro pintado a mano que reflejaba el mar.

Tras unos segundos de silencio, Luis me ofreció atravesar la puerta que daba al salón. Era amplio, blanco. En el centro de este un par de sofás que formaban una L en color crema. Ante ellos, una pequeña mesa y enfrente, la tele en la pared. En un lateral había una gran mesa con sillas, en el lateral opuesto, un mueble.

En el lado derecho del salón, una puerta daba acceso a la cocina. En el frontal, a la terraza. El izquierdo, a un pequeño pasillo donde se encontraba el baño y las habitaciones. Solo dos. Solo viviríamos los dos.

Tras ver la casa y agradecer a Luis su amabilidad -por decir algo- me siento en la cama. Soy incapaz de moverme. Soy incapaz de hacer frente a la realidad de vivir sola.
Y ahora me sentía más sola que nunca. Siendo realistas, dudaba llegar a forjar una amistad con mi serio compañero de piso. Debía llamar a mis padres para avisar de la llegada pero me limité a mensajearles y apagar el móvil. No podía permitirme oir sus voces. Lloraría, y yo había venido a demostrar que era fuerte.

Era casi mediodía, pero decidí distraerme acabando con todo el desorden que provocaban las cajas de cartón en mi cuarto.
Coloqué toda la ropa en el armario. Decoré con algunas cosas que había traído de mi antigua habitación y bajé a la calle a tirar las cajas ya vacías.

Volví y me detuve a contemplar mi nuevo lugar. Una habitación blanca, con un armario empotrado y dos mesillas a juego también en blanco. En el centro una gran cama turquesa y a los pies, una alfombra de pelo gris.
Coloqué en un rincón mi teclado y unas pequeñas luces sobre el cabecero de la cama.
Me sentí cómoda, me gustaba. El gran ventanal que daba acceso a la terraza hacía que la habitación tuviera una gran luz.

Me sentía agotada y hambrienta. Decidí darme una ducha antes de ir a comprar algo para comer.
Al salir de la habitación en dirección al cuarto de baño, escuché gran silencio en la casa. Luis probablemente no estaría allí o se encontraría durmiendo en su cuarto.

Me permití el lujo de permanecer varios minutos bajo la ducha. Estaba siendo realmente revitalizante.
Salí de ella tras varios rugidos de estómago. Me secaba con la toalla mientras me daba cuenta de que no había cogido ropa limpia. En estos momentos, mientras pensaba cómo atravesar el pasillo para evitar cruzarme con mi compañero, la puerta se abrió.

- Joder, lo siento. -cerró la puerta.

Mierda. Me había visto. Desnuda. Entera.
Un calor corrió por mi cuerpo hasta reflejarse en mi rostro. También noté cambios en otros lugares de mi cuerpo.
Era el primer hombre que me veía así, desnuda e indefensa. No estaba siendo mi primer día ideal.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora