12. Decisiones

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Lo primero que hicimos al llegar al aeropuerto de vuelta en Madrid fue encender nuestros móviles y avisar a Roi y Ana de nuestra llegada.

Se asombraron realmente y accedieron a no contarle nada a nadie hasta no hablar en persona, tan solo unos minutos después.

Un Cabify nos llevó hasta la puerta de nuestra casa. Habían sido solo unos días, pero con una gran intensidad.
Nos moríamos de ganas por ver a nuestra pequeña Diana.

Tras varios minutos donde ella iba pasando de unos brazos a otros, deseosa de cariño, le pedimos que fuera a su cuarto a hacernos un dibujo de bienvenida.

Queríamos hablar con nuestros amigos y darles una explicación, y con ella delante resultaba imposible.

- ¿Ya os habéis cansado el uno del otro?- rió Roi.- Cepe, no me digas que me echabas de menos a mí

- Roi, cállate. Déjales que se expliquen. Debe haber sucedido algo importante.- le reprochó Ana

Le contamos la historia paso a paso. Sus caras iban tiñéndose de varios colores, mostrando miedo. Llegamos hasta la parte de nuestra visita al hospital el día anterior.

- Entonces... ¿Qué es lo que tienes, pequeña?- se preocupó Ana, que era como mi hermana mayor.

Luis y yo nos miramos. Quedamos en que de momento no había necesidad de contárselo a nadie.

- Una simple indigestión.- mentí
- Vaya faena, amigos. Siento que se les estropeara el viaje.- se lamentó Ana.
- Ahora que estaba enseñando a Diana un montón de bromas para asustar a la gente...- se quejó Roi.

Los chicos se fueron y Luis y yo nos turnamos para darnos una buena ducha y asearnos después del largo viaje.

Charlábamos en la alfombra del salón con la pequeña mientras yo pedía cita en mi clínica médica para la mañana siguiente.

La niña nos contaba todas las aventuras que había vivido esos días con sus "titos".
Aprovechaba cada oportunidad para tumbarse sobre el pecho de su padre, poniendo su manita sobre la mejilla.

Luis la miraba con ojos brillantes, llenos de orgullo y amor. Y yo no podía derretirme más viendo esa imagen.

La conversación que habíamos mantenido durante el largo vuelo fue realmente intensa. La decisión no era fácil pero sólo teníamos clara una cosa: debía pasar por mi médico de confianza primero, aunque la decisión estuviera casi tomada.

Aun teníamos dos días libres antes de volver a nuestras responsabilidades y nos lo queríamos tomar con calma.

Aunque pareciera mentira, echaba un poquito de menos volver a mis clases. Las vacaciones se me habían pasado volando y apenas me había acordado de mis compañeros de clase, la verdad. Pero ahora se me antojaba de forma feliz volver a aquellas mañanas de risas en la cafetería y de cotilleos entre clases.

Una vez que la niña se había ido a la cama y Luis y yo nos encontrábamos a solas, escribí un Whatsapp a mi madre contándole nuestra repentina vuelta. Respondió con una llamada en menos de 10 segundos, así eran las madres. Les conté la misma versión que a Ana y Roi, con la promesa de volver lo antes posible a Barcelona. De hecho, Luis seguía teniendo allí su coche.

Había sido un día realmente largo.

Cuando le enseñé a Luis el papel impreso con la cita médica para el día siguiente, no dudó en darme toda la fuerza y repetirme una y otra vez que estaríamos juntos en esto, que saldría bien.

Nos encontrábamos tumbados en la cama, hablando de todo esto mientras me acariciaba suavemente el brazo. Me miró fijamente a los ojos, implorando permiso.

- ¿Puedo?- preguntó desviando su mirada

Lo entendí al momento. Asentí.
Su mano se desplazó a mi vientre. Su mano, más fría que mi piel, hizo que me estremeciera. O quizá fue simplemente el pensar lo que estaba ocurriendo realmente. Nos estaba acariciando, a los dos.

- Me parece increíble que aquí haya algo. - sonrió
- Pues tú mismo lo dejaste ahí.- reí
- ¿Te encuentras mejor? Quiero que me avises en cuanto necesites algo, ¿vale?
- Sí, ya no estoy mareada.

Y era cierto. Fue pisar mi ciudad y todos los males desaparecieron. Al final va a ser real eso de que en casa es donde mejor se está.

Nos despertamos temprano, y tras vestirnos nosotros y preparar a Diana, la llevamos los dos juntos a la guarde.

Una vez solos, nos miramos. Estaba nerviosa. Mucho. Y probablemente, él también.

Caminamos hasta el Centro de Salud, que se encontraba a pocos minutos.
Una vez le explicamos toda la situación al doctor, me pidió que me tumbara sobre la camilla.
Luis también se sentó en el borde de esta, tomándome la mano. Habíamos visto las suficientes películas como para saber lo que íbamos a ver y escuchar ahora.

Pero ni en el mejor de nuestros sueños hubiéramos sabido cual iba a ser nuestra reacción.
Tras escuchar un bombeo fuerte y rápido de aquella fría maquina que acariciaba mi barriga, vimos una difusa mancha negra. Era su corazoncito. Nuestros corazones le acompañaron casi al mismo ritmo.

- Apenas vais a ver nada, no os preocupéis. Lo importante es que lo sintáis como creo que lo estáis sintiendo.- dijo el médico

Miré a Luis, que seguía agarrando mi mano con fuerza. Podía notar como sus dedos temblaban. Una lágrima descendió por su mejilla, aunque él enseguida se la quitó para disimular.

- Es una decisión difícil como vosotros mismos me habéis expresado antes. ¿Seguís creyendo que debéis tomar la misma decisión?

Entonces lo tuve claro.
Asentí, mirando a Luis.

- En ese caso, debería informaros de algo antes.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora