8. Nervios

3.3K 82 10
                                    

Vivir era simplemente maravilloso. Nuestra vida se balanceaba entre una tranquila rutina y planes inesperados que hacían que todo tuviera más emoción.

El amor se respiraba en cada rincón de nuestro hogar y en cada uno de nosotros. Y así, me volví la mujer más cursi del mundo.

Nos encontrábamos ya en Febrero. Hacía tan solo cinco meses que había entrado por primera vez por la puerta de nuestra casa y no me explicaba cómo mi vida y yo misma había dado este giro.

Con toda la pena de nuestro corazón habíamos dejado a Diana con sus titos Roi y Ana, que se quedarían esos días en nuestra casa para cuidarla.

Luis y yo íbamos de camino a Barcelona. Yo solo temblaba más a cada kilómetro que nos acercábamos. Mi novio conducía tranquilo ante la idea de que en unas horas conocería a mis padres. ¿No deberían ser los nervios al revés?

De vez en cuando giraba su mirada hacia mí y se reía con todas sus ganas.

- Que no me van a comer, Aitana.- insistía

Me mordía el labio solo al pensar lo que pudiera pensar Cosme, mi padre, al ver a su niñita entrar en casa por primera vez con un hombre de su mano.

- Que mona eres.- volvió a reír mientras acariciaba mi muslo con su mano derecha.

El plan era pasar con ellos el día, ya que al día siguiente por la mañana viajaríamos a Madagascar.

Nada más aparcar en la puerta de mi casa, mis padres salieron a recibirnos.
Como predije en mi cabeza, mi padre miraba de arriba a abajo a Luis, haciéndole un escáner para intentar averiguar si sus intenciones conmigo eran honestas.
A su lado, mi madre sonreía feliz de tener a su hija de vuelta, aunque fuese por unas horas, sin importar de quién iba acompañada.

Sin embargo y contra todo pronóstico, como también debería haber predicho, bastaron solo unos minutos conociendo a Luis para que me ignoraran soberanamente y centraran toda su atención en él.

Así era, tenía el don de atraer a los demás cómo había hecho conmigo.

La conversación se alargó durante horas y tras una cena rápida, mis padres anunciaron que se irían a la cama para así poder madrugar y llevarnos al aeropuerto.

- Aitana, cariño. ¿Puedes venir un momento?- me llamó mi madre antes de entrar a su cuarto.

Me dirigí hacia ella mientras pude observar su nerviosismo.

- Os he preparado dos habitaciones. La tuya y la de invitados.

- Genial, mamá. Gracias.- le di un beso de buenas noches.

- En realidad... lo he hecho para que tu padre no se alarme, ya sabes. Supongo que solo utilizareis una, pero disimulad, por favor.

Pude notar cómo me sonrojaba.

- Mamá, ¡por favor! No te preocupes

Soltó una risita nerviosa y se introdujo en su dormitorio.

Tras contarle la vergonzosa situación a Luis y se riera un rato de mí, decidimos ir a descansar.
Luis insistió en que quería agradecer la hospitalidad de mis padres y dormir juntos no sería un buen gesto. "No nos pasará nada por una noche", dijo. Muy a mi pesar no pude insistirle mucho más.

Le ofrecí dormir en mi cuarto y yo me acomodé en la habitación de invitados. No hubo discusión ya que ambos cuartos eran igual de cómodos y me hacía ilusión que durmiera en un sitio que había sido mío durante tanto tiempo.

No tardé en dormir, pero en cierto momento me desvelé, siendo incapaz de volver a descansar de nuevo. Mire el reloj: aun eran las cuatro de la mañana. Faltaban al menos tres horas para el viaje. Supuse que serían los nervios o el volver a dormir sola tras tanto tiempo.

Sin pensarlo mucho me levanté y me dirigí silenciosamente hacia la habitación donde se encontraba Luis. Me introduje en ella y cerré la puerta a mis espaldas. Dormía como un bebé.

No me sorprendí al ver que dormía tan solo con ropa interior, ya que era una costumbre suya.

Me senté en el colchón, no podía dejar de mirarle. Me mordí el labio.

- Pequeño...- le susurré mientras le acariciaba el cuello y el pecho

- ¿Ya es la hora?¿me he dormido?- preguntó con mi voz favorita. Su voz ronca y adormilada.

- Es hora de que me quieras un poco.- dije melosa.

Decidí que tendría que poner mucho de mi parte para despertar a aquel bebé grande y me quité el pijama, quedándome en ropa interior.

Me tumbé a su lado, besando sus labios y pasando una de mis piernas entre las suyas. Mi mano dibujaba caricias desde su nuez hasta su ombligo.

- Estás loca, estate quieta.- se quejó aun con los ojos cerrados

Tuve que ir más al grano, acariciando sus partes íntimas para poder despertarle en todos los sentidos.

Supe que no pondría más quejas cuando sus labios simularon una pequeña sonrisa, a pesar de seguir con los ojos cerrados. Sus manos fueron a mi culo.

Nos deshice de la poca ropa que teníamos, ya que no le veía por la labor de cooperar.
Recorrí todo su cuerpo con besos, deteniéndome en su zona más sensible.

- Esto ya es acoso eh.- rió
- ¿Ah, sí?.- pregunté sonriendo. - Entonces te sientes acosado...
- Muchísimo.- gimió
- Ni se te ocurra acabar y dejarme a medias.- amenacé
- Ven aquí, bicho.- dijo mientras parecía volver a tener energía. Se levantó y siguió el mismo procedimiento que había llevado yo con él, mientras no dejaba de tocarse.

Nunca le había visto hacerlo e hizo que me pusiera aun más.
Se dio cuenta de dónde se dirigía mi mirada constantemente y rió.

Poco después y como hacíamos casi cada día, nos acabamos haciendo uno.

Cuando sonó la alarma me escabullí rápido hacia el otro dormitorio.

Tras ducharnos y preparar el equipaje, mis padres nos llevaron al aeropuerto.
Después de asegurarles varias veces que avisaríamos cuando llegáramos, subimos al avión.

Era nuestro primer viaje y, al menos mis nervios estaban a flor de piel. Sabía que en cierta manera, ese vuelo cambiaría un poquito nuestra vida.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora