16- Vivir es increíble

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Cinco meses. Este tipo de cosas son las que te hacen reflexionar acerca de lo relativo que es el tiempo.
Minutos que parecen segundos cuando profundizamos en un beso. Horas que parecen años cuando algo nos preocupa. Días que deseas que duren toda una vida cuando eres feliz.

Pero no todo dura para siempre. Y eso es algo que mi corta vida me ha hecho aprender con cada acontecimiento que me ha venido de imprevisto. Es por ello que un día, hace casi un año, me hice prometerme a mí misma que lucharía por vivir cada instante como si fuera el último. Con ganas, con garras.

De esta manera, en este instante, puedo ver con mis ojos como la pequeña Diana duerme sobre la alfombra abrazada a su peluche favorito.
Luis pega cabezazos sobre el respaldo del sofá aunque intente convencerme de que está viendo la película atentamente.
Y mi pequeño Mateo. Él, en su quinto mes intenta gatear por el suelo para llegar a despertar a su hermana tras la pequeña fiesta de aniversario que le hemos montado.
Porque como he dicho, es necesario celebrarlo todo.

Y luego estoy yo, que los miro como si fueran el único Dios al que todo el mundo debería adorar. Mis tres dioses.

Porque el bebé solo llegó para aumentar mi amor, en vez de dividirlo. Llegó para hacerme superar mis miedos. Porque los últimos meses que estuvo en mi vientre hicieron que temiera por él más que por mi vida.
Pero todo pasa, y todo llega. Y llegó. Y elegimos su nombre porque como este significa, él era el "regalo de Dios".

- Tienes que irte a estudiar.- me regañó Luis con su voz ronca de dormido
- Jo, aun es pronto.- reprendí mientras me abrazaba a su pecho.

Y es que nada había cambiado. Seguíamos siendo los mismos con nuestras personalidades tan características. Él, preocupándose por mí a cada momento. Yo, sabiendo que todo estaría bien junto a él.

Así, cuando tuvimos que tomar decisiones sobre nuestro futuro, no lo pensamos mucho. Yo seguía estudiando y él trabajando. Económicamente yo aportaba lo poco que recibía de beca, con la promesa de que buscaría un trabajo nada más terminar los dos cursos que había conseguido reducir la carrera, cogíendome más asignaturas de lo normal.

Él seguía trabajando en el mismo horario. Para nosotros era primordial pasar el máximo tiempo posible con los niños. Aunque teníamos la suerte de recibir visitas casi semanales de nuestros respectivos padres, por no hablar de nuestros amigos.

Me rendí ante mis propios deseos y me levanté hacia el escritorio, profundizando en aquellos cientos de teorías y leyes educativas que debía memorizar antes de la noche.

Luis me imitó cogiendo a los niños que ahora jugaban sobre el sofá y llevándolos al cuarto.

Unos minutos más tarde escuché quejas y discusiones. Me acerqué al cuarto de Diana, siendo este de dónde provenían las voces.

- Papá que no. Llama a Aitana. Tú no sabes.- se quejaba la pequeña.
- Ssh calla. Yo sí se. Lo que ocurre es que a ti te está viniendo la adolescencia a los seis años.- decía un Luis agobiado

- ¿Qué os pasa?- reí al llegar a la habitación.

- He vestido a los niños para irnos a dar un paseo y darte tranquilidad. Y ahora esta niña no quiere salir de detrás de la cama.- explicó Luis

- Mira Aitana.- dijo mientras salía.

Llevaba la ropa más simple que su padre habría encontrado por el armario. Pantalones blancos y camiseta blanca. Lo peor era el pelo. En su intento de hacerle dos coletas había conseguido que una quedara casi en la nuca y la otra en la coronilla. Con cientos de pelos sueltos que las gomas no habían conseguido amarrar.

Reí con todas mis ganas. Él era así, y así le quería. Aunque su hija no diría lo mismo, ya que ahora le miraba con ojos asesinos.

- ¿Que problema hay? Alomejor se me ha escapado algún pelillo por ahí pero va bien guapa.- dijo orgulloso

- Papá, prefiero que me peine Aitana porfa- pidió ella mientras yo volvía a reir

- Es que papá sabe hacer muy bien muchas cosas pero ser peluquero no es su especialidad, ¿verdad, cariño?- le dije

- ¿Ah sí? ¿Y qué se me da bien?.- dijo picándome

- Cocinar, conducir, la guitarra, y... no sé... poco más- respondí

- También trabajar dibujando los coches esos raros que él hace- dijo Diana

- ¿Y nada más?- dijo ofendido

Salí de la habitación para peinar a Diana mientras me paraba en su oído a susurrarle.

- También eres el mejor novio y papá del mundo.

Una vez preparados, me fui hacia la puerta mientras mis tres personas favoritas en el mundo me iban dando un beso y salían hacia el ascensor para pasar un ratito en el parque.

Yo volví al escritorio y observé las montañas de folios que tenía por delante. Lejos de agobiarme o entristecerme no pude evitar pensar una vez más en lo afortunada que era.
Porque mi familia era poco convencional, pero al fin y al cabo... ¿quien decidía qué tipo de familia era la correcta?
Ante todo pronóstico sabía que vivir es increíble.

Fin.

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Y hasta aquí. Me ha costado más de la cuenta escribirlo ya que son emociones que se alejan bastante de mis sentimientos actuales.

En general, quería destacar en este capítulo la idea de que todo pasa. Y que debemos sentirnos orgullosos de lo que tenemos, conseguimos y vivimos.

Perdón por la irregularidad que he tenido últimamente, por ello es que la historia acaba aquí.

Si hubiera una tercera parte sería dentro de unas semanas o meses, y os avisaría por aquí.

Por lo pronto, GRACIAS. Por leerme, comentarme y hacerme llegar lo mejor de vosotrxs.

Ha sido una experiencia genial.

Hasta la próxima.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora