13. Todo seguirá igual

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El paseo de vuelta a casa no fue tan agradable como pensaba antes de ir al hospital.
El médico nos había informado de que el embarazo corría cierto riesgo, ya que las paredes del útero estaban algo desprendidas.

Debía seguir haciendo vida normal, con tranquilidad.

Aunque no me echó atrás en mi decisión, ahora sentía un miedo que no había sentido nunca antes.

- Eres muy valiente. Va a salir bien.- dijo Luis de la nada tras unos minutos de silencio.

Sonreí.

Nada podía salir mal cuando estábamos juntos.
Además, sabía que sus cuidados se multiplicarían por mil ahora.

Llegamos a casa, nos pusimos cómodos. Aun teníamos toda la mañana libre.

Me tumbé en la cama a revisar algunas de mis redes sociales que tan olvidadas tenía mientras él preparaba algo de comida.
Poco después, vino a hacerme compañía.

Sin saber cuando, acabé quedándome dormida con sus caricias.

- Buenos días otra vez.- me picó
- Jo, es que tengo sueño todo el rato.- me quejé
- A mi no me importa verte dormir todo el rato que quieras.- me besó

Unas cosas llevaron a otras y mis hormonas se revolucionaron. Cada vez teníamos menos ropa, los ojos más brillantes y sonrisas pícaras adornaban nuestras caras.
- Madre mía, benditas hormonas.- rió él mientras lanzaba al suelo la poca ropa interior que nos quedaba.

Paré.
- Luis... ¿no pasará nada, no? Quiero decir... ¿él o ella no lo notará?

El rió con ganas
- La tengo grande pero no tanto. No te preocupes.

Lejos de sonrojarme como haría en otras ocasiones, le sonreí y seguí con la tarea.

Los días pasaron de forma similar. Entre siestas, besos y mimos.
Volví a mis clases, algunas más interesantes que otras. Volví a las risas con Amaia y a las cenas en casa con todos nuestros amigos. A los viernes libres cuidando de Diana. Incluso a algún que otro jueves noche tomando refrescos en un pub. Desde luego el alcohol era algo que no echaba de menos.
Qué rutina tan maravillosa.

Las semanas pasaban y Luis y yo seguíamos sin compartir nuestro secreto.
Habíamos decidido que queríamos alcanzar una cierta estabilidad en la forma de llevar nuestro día a día antes de contarlo. Y ese momento había llegado.

También tuvimos muy claro quién debía ser la primera persona en saberlo.

Fue una mediodía, cuando llegué de clase y nos sentamos en la mesa a comer.
Estábamos nerviosos, incluso podía notar como la voz de Luis temblaba intentando cambiar de tema, ya que Diana no paraba de contarnos que un niño de su guarde era tonto y rompía todos los juguetes.

Era una situación cómica cuanto menos. Le teníamos un poquito de miedo a esa personita rubia que estaba ahora indignadísima con su compañero.

Una vez quitamos la mesa, nos sentamos en la alfombra, muy juntos, para darnos apoyo. Ella buscaba sus peluches para irse a la cama a dormir la siesta.

- Didi, ven. Siéntate con nosotros que te queremos contar un secreto.- dije

Ella emocionada abandonó su búsqueda y corrió a sentarse enfrente.

Miré a Luis. Era el momento.

- ¿Te acuerdas de lo que pediste a los Reyes y no podían traer porque aun era pronto?- le dijo Luis

Ella asintió confundida.

- Como te dijimos, no se pide, simplemente viene. Y ha llegado.- continuó él llevando una mano a mi tripa.

Ella abrió muchísimo los ojos y corrió a sentarse sobre mí.

- Pero tú aun no eres mayor.- rebatió
- Bueno, pero sabré hacerlo bien. ¿Verdad? - dije

Ella asintió muy convencida.

- ¿Entonces aquí hay un bebé?- preguntó uniendo su mano a la de su padre

Los dos le sonreímos en respuesta afirmativa.

- ¿Estás contenta?.- preguntó su padre

Ella asintió, dudando. Algo le pasaba y teníamos que ponérselo fácil.

- ¿Quieres decirnos o preguntarnos algo, pequeña?- le dije

Ella dudó un poco pero finalmente habló.

- Si tú vas a ser la mamá de mi hermanito... ¿también vas a ser mi mamá?- preguntó obvia

Luis y yo nos miramos. Lo lógico sería decirle que ella ya tenía una mamá, pero siendo sinceros no sería la mejor respuesta.

- Aitana y yo te vamos a seguir queriendo y cuidando igual. Sabes que ella no es tu mamá pero te cuida igual que si lo fuera, ¿a que sí?

Ella asintió muy rápido.

- Además me deja comer chuches y dormir con ella la siesta a veces. - sonrió

- Pues todo va a seguir siendo igual.- dije mientras la abrazaba. Ya parecía más tranquila.

Y nosotros pudimos respirar un poco más.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora