3. Problemas en el paraíso

3K 84 7
                                    

Como Luis y yo predijimos, Diana corrió a nuestra cama en mitad de la noche. Escuché como ambos se preparaban para irse, disfrutando la hora de más que me quedaba antes de que sonara mi despertador.

Cuando lo hizo, me vestí con la ropa que había preparado la noche anterior y, como cada mañana, salí al comedor con el tiempo justo para desayunar e irme a clase. Hoy era el último día antes de las vacaciones de navidad.

Acordé con mis padres que iría el mismo día de nochebuena para así aprovechar algo de mi tiempo libre disfrutando Madrid.

Hasta que llegué a la cocina no reparé en que tendría que compartir mesa de desayuno con nuestra nueva inquilina.

- Buenos días.- dije
- Buenos días Aitana.- sonrió.- Sobre todo para ti, ¿no?

Su sonrisa no mostraba ápices de simpatía, todo lo contrario. Era una sonrisa bastante falsa, que no llegaba a reflejarse en sus ojos.

- ¿A qué te refieres, Graciela?
- A que siempre son buenos días después de una buena noche.- casi infarto cuando lo dijo.- espero que Diana siempre duerma tan profundo o me la traumatizaréis antes de nada.

Aunque me quería morir de la vergüenza ante sus palabras, dentro de mí sonó un pequeño himno triunfal. Como si de un animal me tratase, había marcado territorio, aunque esa nunca hubiera sido la intención inicial.

- Siento que nos escucharas. Intentaremos que no vuelva a pasar, lo de escucharnos, digo.- reí internamente ante esto último.
- Deberías preocuparte por que se le escuchara más a él. No le recuerdo tan silencioso. - puse mala cara- Pero no te preocupes, pequeña. Supongo que con cada mujer es diferente. No significa que sea peor, o sí...

Ante esto último, me sonrió gustosamente, cogió su bolso, y abandonó la casa.
Por enésima vez en esos dos días que llevaba Graciela en la ciudad, mis inseguridades intentaron ahogarme.

Yo no tenía con quién comparar a Luis, pero él si que podía compararme con otras anteriores. Probablemente con otras muchas anteriores.

Me propuse sacar alguna conclusión en claro de esto antes de emprender mi vuelo a Barcelona, en apenas unos días.
No podría estar tranquila a tantos kilómetros de Luis, sabiendo que compartiría techo con semejante arpía.

Volví de clase y mientras comíamos los cuatro juntos, en amor y compañía, nuestros amigos propusieron por el grupo de Whatsapp que cenáramos juntos. Luis y yo ofrecimos nuestra casa, como siempre.

Graciela no puso impedimento ninguno. De hecho, pude observar que cuando Luis estaba presente, sus sonrisas parecían más verdaderas, era mucho más amable y se dirigía a mí con mayor simpatía.

No me consideraba una chica celosa, y por supuesto confiaba en Luis al 100%, pero las intenciones de aquella mujer con aspecto de diosa me daban verdadero miedo. Cada vez estaba más segura de que su vuelta no se debía solo a su hija.

Durante la cena con nuestros amigos, pude hablar con Cris, Ana y Amaia a solas en la cocina, mientras preparábamos unas copas. Agradecí que las chicas hubieran observado y sacado las mismas conclusiones que yo sobre Graciela.
Nos encontrábamos hablando de esto cuando la top model apareció en la cocina para avisarnos de que se iba a la cama.

Tras desearnos buenas noches, me miró fijamente y dijo.

- Siento abandonaros, estoy realmente cansada. Agradeceré si aprendes a hacer tan poco ruido como Luis.

Tras marcharse, mis amigas me miraron intentando comprender qué había dicho. Una vez que se lo expliqué con grandes colores en mi rostro, ellas se decantaban entre las risas y la rabia.

Me pidieron que no me afectara, que probablemente fuese mentira. Sabía que lo decían por decir, ya que ellas no tendrían ni idea de la verdad.

Poco después, todos nos despedimos. Quizá no nos veríamos hasta después de las fiestas y eso nos apenaba a pesar de la buena noche que habíamos pasado.

Una vez recogimos todo, Luis me dio un beso en la frente y me animó a irnos a dormir.

- Antes de dormir quiero probar algo...- sonreí pícaramente.

No hizo falta nada más para que Luis lo entendiera y me dejara hacer.
Le arrastré a la cama con toda la poca dulzura que pude. Él me miraba con ojos sorprendidos y sonrisa de medio lado.

Una vez sobre el colchón, me dediqué a él más que nunca. Le impedí moverse mientras hacía que el placer llegara a sus ojos. Hasta que su sistema nervioso hiciera que todo su cuerpo temblara. Hasta que de sus labios salieran imploraciones con mi nombre.

- Aitana, no sé que te pasa pero déjame hacerte algo a ti o me voy a correr antes.- consiguió decir entre gemidos

- Esa era la idea.- sonreí mientras nos hacíamos uno.

Como él adelantó, no duró mucho más. Fue un poco más corto que otras veces, pero con una intensidad multiplicada por cien.

Cuando terminamos, él me miraba como si tuviese delante a la persona creadora de todo el universo.

- Si me vuelves a hacer algo así, voy a tener que encerrarte aquí conmigo para siempre.- dijo exhausto.
- ¿Crees que esta vez lo he hecho bien?
- ¿Qué mosca te ha picado? Siempre lo haces bien, pero lo de hoy ha sido de otro mundo. Te la debo, te la devolveré para que sepas de lo que hablo.
- ¿Ha sido mejor que con otras mujeres anteriores?.- pregunté contenta
- Aitana, esas cosas no se comparan.- eso me dolió un poquito a decir verdad, no dijo que sí.
- Eso es que no.- dije
- ¿Me quieres decir algo?

Sabía que nos habíamos prometido hablar todo aquello que nos preocupase. Pero ya serían dos noches seguidas mostrando mi mierda de inseguridad y me pareció demasiado.

- No. Todo bien. Buenas noches, Luis.

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora