1. De vuelta

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Durante las semanas siguientes mi cabeza y mi corazón cada vez se arrepentían más de no haber valorado a Luis como se merecía.
Él jamás tuvo palabras de reproche, todo lo contrario. Cada mañana se encargaba de que mi día fuese único y sintiera realmente en él el término hogar.

Poco a poco fui superando todo lo ocurrido. Por un tiempo, mis inseguridades eran mayores que yo. Tuve un par de charlas con una especialista que me sugirió que lo idóneo no era olvidar: si no asumirlo, y aprender a vivir con ello.

Luis, junto a Diana y el resto de mis amigos eran ahora mi familia. Todos habían puesto su granito de arena en traerme de vuelta a vivir la vida de verdad, siendo feliz.

La navidad se acercaba, y en mi cabeza se repetía la gran preocupación que me suponía alejarme de ellos durante unos días. Por muchas ganas que tuviera de ver a mis padres.
Luis tampoco sabía qué hacer. Quería pasar tiempo con su familia en Galicia, pero quería evitar preguntas y comentarios sobre Graciela a toda costa.

Me encontraba sumida en estos pensamientos mientras volvía a casa de la facultad.
Nada más entrar por la puerta, una personita se tiró a mis brazos.

- Hola Atana! Por fin tas aquí, mi papá ta gruñón.
- ¿Y qué le pasa a papá?.- le pregunte a Diana mientras soltaba el abrigo. Ella simplemente se encogió de hombros.

Entre al salón y vi como efectivamente, la niña tenía razón. Luis estaba poniendo la mesa con cara de cabreo. Cuando me vio entrar simuló una sencilla sonrisa y me dio un casto pico en los labios.
Algo había pasado y esperaba no haber sido yo la causante de dicho rebote.

Pasamos la comida con más silencios de los normales. Diana no paraba de mirar a su padre con ojos curiosos. A veces incluso le hacía caras para hacerle reír. Era increíblemente inteligente para su edad. Sin embargo, Luis claramente no estaba de humor y se limitaba a poner los ojos en blanco.
Tras recoger la mesa, llevé a Diana a su cuarto. Le prometí que después de dormir su papá jugaría con ella. Él también necesitaría descansar.

A él le encontré en la habitación de al lado, en nuestro cuarto. Estaba ya adormilado, o al menos se lo hacía para evitar tener la conversación que sabría que sacaría.

Comencé a darle un suave masaje en los pies. Sabía que con eso conseguiría lo que yo quisiese.

Vi que su cara estaba bastante más relajada. Entonces aproveché para tumbarme a su lado y besarle mientras le acariciaba las mejillas, el cuello, el pelo...

- Aitana...
- Hoy no me estás haciendo ni caso, Pedrito.- me hice la enfadada, aunque se me escapó una sonrisa.

Seguí con lo mío. Seguí acariciándole. Y ya no se pudo resistir. Intentó tomar el control pero no le dejé. Me sentía poderosa.

Terminamos haciendo el amor. Me lo hizo de una forma más salvaje de lo normal. Aunque extrañada, acabé dejándole hacer pues era algo que tampoco nunca había probado. Y vaya si me gustó.

Tras caer rendido sobra la almohada y yo sobre su pecho, comencé a pensar en que algo muy serio estaría pasando por su cabeza y aun ni había pensado en contármelo.

- Luis...
- Dime pequeña.- susurró
- Te quiero, ¿vale?

Se incorporó mientras me miraba extrañado.

- Yo también te quiero Aitana. ¿Qué pasa?
- A ti es al que te pasa algo y no me lo cuentas. Pensé que nos lo contaríamos todo.
- Gracias por esperar a que yo te lo contase. Y gracias por lo de antes. Siempre sabes como llevarme.- me sonrió.
- Siempre que lo necesites, tendré que hacer el esfuerzo.- reí. Él se mantuvo serio, buscando las palabras.
- Quería asumirlo de alguna manera y buscar soluciones... tenemos un problema Aitana
- ¿Qué pasa?
- Graciela está de vuelta

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora