9. Paraíso

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Tras una infinidad de horas de vuelo, conseguimos llegar a aquel paraíso. Aun después nos esperarían unos minutos en barco hasta llegar a la que sería nuestra playa.

Aunque en otras circunstancias esas horas de viaje pudieran resultar pesadas, haberlas pasado junto a Luis fue incluso divertido y entretenido.

Aprovechamos para reflexionar sobre la presentación de mis padres y decidí preguntarles por los suyos.

Él casi nunca hablaba de ellos. Yo no sabía mucho más aparte de que estaban algo mayores y vivían en su preciosa casa de Ourense, echando de menos a sus hijos. Luis, en Madrid. María, en México.

Sabía de sobra que no nos podíamos comparar. Yo me pasaba el día hablando de mi familia y amigos pero en este punto ya había asumido que era una pesada que se pasaba el día hablando. Luis era de pocas palabras, le gustaba escuchar atentamente y conocer el interior más profundo de las personas.

- ¿Cuándo fue la última vez que les viste?- pregunté
- Este verano. Siempre que tengo vacaciones me gusta acercarme a mi tierra. Estar lejos siempre produce morriña.
- Pero no te hablo de tu tierra, Luis. ¿Cómo es la relación con tus padres?
- Bueno... son mis padres. No se, no hay esa confianza que puedas tener tú con los tuyos. Apenas les hablo de mi vida. Nos llamamos para saber que estamos bien y fin.
- ¿No ven a Diana?

Supe que había dado en el punto clave cuando me evitó la mirada y se rascó la sien.

- La han visto solo un par de veces... les pareció una irresponsabilidad ser padre tan joven, con una chica con la que ni siquiera tenía futuro. Al fin y al cabo mi vida entera les parece una irresponsabilidad.
- Pero qué dices, tonto. No creo que sea así.
- Aitana tú me has conocido en un momento donde he tenido que asentar la cabeza, por mi hija. Pero siempre me ha gustado mucho la fiesta, el tabaco y las mujeres. Más de lo que a unos padres les gustaría. Por eso decidí que tenía que dejar Galicia. Quería ser más libre.
- ¿Qué crees que pensarían si te vieran ahora?
- Supongo que este Luis les gustaría más. Creo que se huelen algún cambio en mí. Probablemente mi hermana les haya chivado algo.
- Deberías visitarles.
- Estoy seguro que prefieren que la que les visites seas tú. Te pondrán un altar por lo que has hecho conmigo.- rió

Me enrojecí

- Pero qué dices. Si yo no he hecho nada.
- No lo has hecho conscientemente.- sonrió mientras me abrazaba.

Acabábamos de llegar a nuestro hogar durante la próxima semana. Y yo estaba feliz. Feliz por haber conocido un poquito más de él y feliz por pensar en los días que teníamos por delante.

Bajamos de la barquita mientras el señor que nos había llevado nos ayudaba con el equipaje.

- Aitana, que solo necesitabas un par de biquinis. ¿Pretendes mudarte? Dios mío, vaya maletón que se ha traído.
- Cállate! ¿No quieres verme guapa?
- Más guapa te vería si no hubieses traído nada.- sonrió pícaramente.

Nos acomodamos en una pequeña cabaña sobre la arena. Estaba a solo unos cuantos metros de la orilla.
Estaríamos prácticamente solos, ya que las cabañas de los lados estaban desocupadas.

Paseamos por las instalaciones, que se reducían a un montón de cabañas en primera línea de playa, separadas considerablemente unas de otras.

En la parte trasera de la cabaña, podía distinguirse un sendero que conducía unos metros más allá a lo que era el edificio con el restaurante, discoteca y otros servicios.

La cabaña no era muy grande. Una estancia con una gran cama donde podrían dormir tranquilamente varias personas, un armario y una bañera.
Tras una puerta, un cuarto de baño totalmente equipado.
Finalmente, un porche con un par de sillones con vistas al paraíso más increíble que podría ver en la vida.

Una vez deshicimos las maletas, Luis contestó un par de mensajes para tranquilizar de nuestra llegada.

Yo me senté en las escaleras que separaban el porche de la arena de la playa. Miraba el mar y me sentía totalmente insignificante.

Escuché unos pasos mezclándose con el sonido de las olas, Luis se sentó a mi lado.

- Es precioso. Gracias.- dije
- Gracias a ti

Nos besamos e hicimos el amor allí mismo, en un porche de madera, con el ruido de las olas del mar de fondo. Alumbrándonos por una luna llena que comenzaba a salir.

Decidimos ir a cenar al restaurante. Devoré platos y platos de comida de distintos sitios del mundo. Quería probarlo todo y sentía que estando allí solo una semana no sería posible.

A la vuelta, nos dimos un relajante baño en aquella bañera con aires de los años 50 mientras Luis, por petición mía, me cantaba bajito alguna de sus canciones. Supe que no podría estar más cerca nunca de tocar el cielo.

Y así pasamos los primeros días. Sin parar de reirnos, cantarnos, besarnos, beber, comer (y comernos).

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Hola!! Como siempre y siendo una pesada solo os dejo esta nota para dar las gracias por lo increíble que me estoy sintiendo últimamente al ver que os gusta mi historia.

Al fin conseguí poder contestar comentarios, por lo que a partir de ahora contestaré siempre que pueda.

Por otra parte siento si me estoy pasando de cursi en estos últimos capítulos, pero no sabía muy bien como enlazarlo todo para lo que se viene.
Demasiados capítulos sin drama iban siendo ya...

Más o menos tengo bastante claro el transcurso que va a seguir la historia pero si tenéis alguna petición, siempre podré incluirla de alguna manera. Antes o después.

Espero que os siga gustando, y también espero que no os enfadéis mucho si veis que me paso de mala, haciéndoles sufrir.

Un besazo enormeeee

Démonos vida. - AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora