8.

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Cuando Jungkook era mucho más joven y tenía un problema en su mente que no podía hablar con nadie más, solo había una persona a la que acudía.

Detrás de sus gruesas gafas de montura dorada, los ojos de su abuela se abren cuando abre la puerta para encontrar a Jungkook merodeando fuera de su pequeña tienda. A pesar de su sorpresa inicial, ella lo recibe con una sonrisa, diciéndole lo bueno que es verlo, recordándole a Jungkook que él no la visita ni la mitad de lo que probablemente debería. Una astilla de arrepentimiento punza en su pecho. Él está dispuesto a apostar que su hermano tampoco ha estado yendo, y espera que ella no se haya sentido sola.

Jungkook se sienta, acomodándose incómodamente al borde de una afelpada silla, mientras la abuela hace té para ellos, a la par que los recuerdos de él aparecen, siendo arrastrado aquí como un niño hosco, a pasar toda la tarde mirando a su abuela con sus cartas, sus hojas de té y su libros viejos, asegurándole a la gente que algún día alguien los amaría, que su nuevo trabajo saldría bien, o que su nueva marca negra fue el resultado de los tiempos en los que fumaron cigarrillos detrás de la escuela, o vandalizaron algo cuando eran más jóvenes y tontos. Supone que su abuela es lo más cercano a un experto en marcas negras, que puede encontrar.

Fue aquí, cuando un niño pequeño pateando los talones en la mesa de su abuela, se enteró por primera vez de las marcas negras, y fue allí donde aprendió lentamente que todo lo que la abuela le decía era una mentira. O al menos, si no era una mentira, entonces algo que no se aplicaba con él.

Mientras que las marcas no se formaban hasta la adolescencia temprana, a los niños se les advertía constantemente que debían ser buenos, o que cuando se hicieran mayores aparecerían las temidas marcas y todos sabrían lo malvados que ellos eran. Era más una advertencia, que un cuento para dormir que los padres usaban para asustar a sus hijos, porque a diferencia de los fantasmas o los bogeymen, las marcas negras eran una realidad innegable. Al principio, Jungkook había tenido miedo, la abuela le había dicho que las marcas simbolizaban aventuras, pero todos los demás adultos en su vida habían enfatizado el hecho de que las marcas eran malas, todos los libros, todas las películas, todos los programas de televisión reforzaban la idea de que solo las personas malas que cometían pecados, las desarrollaban, para mostrar todas las maldades que habían hecho. Como todos los niños, esperó con miedo a que las marcas vinieran y revelaran todas las malas acciones que había cometido, pero poco a poco se dio cuenta de que no iban a llegar.

Todos los otros niños pequeños a su alrededor se convirtieron en niños grandes y se les formaron pequeñas marcas, destellos de tatuajes negros mientras se cambiaban en los vestuarios, el indicio de algo oscuro bajo el cuello, pero nada para Jungkook. Su piel permaneció tan clara y sin mancha como siempre. No tenía sentido y en un momento Jungkook incluso deseó que aparecieran algunas para que pudiera encajar, todos sus amigos las tenían, ¿por qué él no? Naturalmente, siendo un adolescente, quería rebelarse, empujar este extraño fenómeno en la medida de lo posible, presionar su suerte hasta el punto de ruptura. Con la amenaza de marcas ya no siendo un problema, Jungkook comenzó a actuar. Estar en casa solo lo hacía sentir como un lío. Sus padres le daban un sermón sobre ser bueno, solo para darse la vuelta y estar sobre las gargantas del otro al segundo siguiente, y Jungkook comenzó a resentirse de su hipocresía, su comportamiento mezquino, su lucha constante. Cuando era un niño, se había forzado a comportarse como sus padres querían que lo hiciera, temiendo ser marcado, pero como un adolescente cedió a su necesidad de atacar y meterse en problemas. Luego se involucró con personas que no se preocupaban por los tatuajes, y los malos hábitos se formaron rápidamente, pero las marcas negras no lo hicieron. Se convirtió casi en un juego, ver con cuánto se podía salir con la suya, hasta dónde podía llevar las cosas antes de ser castigado.

La respuesta finalmente se hizo clara; no había límite. Casi cualquier pecado que pudieras pensar, él lo cometió. Cualquier problema en el que un adolescente confundido y aburrido pudiera meterse, Jungkook lo hizo y nada cambió. Su hermano aún estudiaba, sus padres seguían peleando y ninguno de ellos se fijó en Jungkook.

BLACK MARKS [TAEKOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora