|03|

17.7K 1.5K 219
                                    

Yo era cenizas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Yo era cenizas.
Tu me tocaste.
Volví a arder.

-Alejandro Jodorowsky.

— ¿En dónde estabas?

Madeline no podía detener la sonrisa en su rostro, parecía que había sido tatuada en su piel y, por más que intentaba desaparecerla, ahí se quedaba, como un recordatorio de lo prohibido, de lo incontable, lo repudiado, de lo mucho que disfrutó.

—Tomando aire, madre—respondió volteando el rostro para que no mirara sus mejillas coloradas. El delito estaba pintado en su piel.

— ¿Y por qué la señorita Becher dice que no salió contigo al jardín?—cuestionó Dianna, poniendo sus brazos en jarras. El enojo se instaló justo en el lugar en que su corsé le apretaba, y eso, le molestó más.

—Salí con Vanne—le mintió usando el apodo de su amiga Vanessa. Ni siquiera recordó que a su madre no le gustaba que la llamara así, pero, ¿cómo iba a hacerlo si su mente estaba saturada de información que su cabeza aún no procesaba?

— ¿Y por qué no te vi afuera cuándo salí?

Madeline mordió sus labios para intentar borrar la sonrisa en su rostro, y con ese gesto, solo hizo que recordara la boca de Hunter. Tenía que repetirse a sí misma que él solo era su amigo, que nada entre ellos sería serio. Era un hombre que andaba con tantas mujeres, que jamás sentaría cabeza, Madeline lo sabía, él se lo había dicho, y ella, lo que quería para su vida, era un marido que la amara y la cuidara. Algo que Hunter no le podía dar, y ella, no quería de él.

—Madre, ¿por qué tantas preguntas? Estoy bien—se volteó Madeline y la vio con su vestido para el desayuno bellamente acomodado.

Dianna cortó otro trozo de su omelette y se lo llevó a la boca. Masticó el tiempo debido, y después, con la elegancia que desbordaba en cada sitio en el que se sentaba, tomó la servilleta y se limpió los labios antes de hablar.

—Eso espero, señorita, porque Lord Matthew acaba de pedir su primer paseo contigo— la miró con el rostro serio—. Esto es importante, Madeline y no puedes arruinarlo.

Sentenció. Y La rubia solo sonrió. Se le iluminó el rostro, y por su mente, pasó su armario completo mientras comenzaba a pensar lo que se pondría.

El señor Matthew la tenía loca, y en el segundo en que su madre lo mencionó, todo pensamiento sobre Hunter fue eliminado y sustituido por la sonrisa de su prometido, sus ojos verdes y la forma tierna que tenía de verla cuando bailaban.

Era dulce y romántico. Todo lo que Madeline quería y tendría. Su amigo ya le había enseñado a besar y ella quería ponerlo en práctica. Lo deseaba, porque a fin de cuentas, la meta era ganarse al conde.

—No lo arruinare, madre.

Se apresuró a tomar el resto de su desayuno, para después salir apresurada a ponerse bonita para ver a su futuro esposo.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora