Te destruiré de la manera más hermosa posible
Y cuando ya no esté
Tal será el desastre
Que pasaras toda una vida
Buscando el sabor
De mis labios.-David Sand
~•~
Madeline vio con absoluto detalle los movimientos del duque. Sus dedos agiles movieron la tela y después su boca se abrió con sorpresa.
«Santo Dios, ¿cómo es que los hombres podían caminar con eso ahí?»
No tenía palabras para describir lo que estaba mirando, muchísimo menos para hablar de lo que sentía. No había nada, solo ella, él y su...
―Tómalo―habló Hunter, mientras ella solo pensaba en los usos del miembro que él tenía en sus manos.
Le obedeció. Sus dedos pequeños lo acariciaron. Primero lento, sin saber bien lo que hacía. Danzó con las yemas de sus dedos por todo lo largo y el Duque solo cerró sus ojos.
«Si me iré al infierno por corromper al ángel, por lo menos me iré feliz»
La mano de Madeline lo cubrió completamente. Era suave, duro y caliente. Le entraron unas ganas de besarlo, solo un poco, pero no sabía si aquello sería correcto, así que solo siguió moviendo su mano de arriba a abajo, acariciándolo y escuchando como el Duque soltaba sonidos roncos que a ella le encendían más. ¿Qué se suponen que estaban haciendo?
Ni idea, pero le gustaba, y mucho.
―Sigue así, pequeña. No pares―le rogó antes de besar sus labios carnosos y tomar con fuerza sus caderas mientras ella no dejaba de tocarlo, acariciarlo y recordarle, con cada rose de sus manos, que lo tenía hechizado, perdido, quizá con un pie en el infierno y otro en el paraíso, pero le importaba un cuerno si aquello estaba bien o mal. Solo se preocupó por lo bien que se sentía ser tocado por aquella mujer mientras admiraba los pezones endurecidos que se le transparentaban bajo la fina tela de la bata.
Y de pronto, en medio del placer de sus caricias, un recuerdo le vino a su mente de golpe:
La pequeña Madeline de doce años yacía en el suelo con un raspón en la rodilla que se asomaba por la falda que había alzado para revisar sus extremidades.
Sabía que había sido una mala idea subir a ese árbol, pero no se arrepentía. Cuando estuvo arriba, fue como si todo dejara de ser, como si pudiera alzar su mano y tocar el cielo, sumergirse en él y nadar entre sus nubes como una sirena, y entonces su falda se enredó en su pie, sintiendo, poco después, el gran golpe que se dio contra el suelo.
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La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICO
Ficção HistóricaÉl probó de su inocencia, besó sus labios con devoción y calentó su piel suave en cada zona que sus dedos fuertes tocaron. Él la hizo sentir como si un incendió floreciera en su interior. Un gusto que se le antojó como para disfrutarlo bajo el manto...