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Si supieras Cuántas veces imaginéTu cuerpo entre mis manos,Tantas quizáComo para convertirEste sueño en realidad

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Si supieras
Cuántas veces imaginé
Tu cuerpo entre mis manos,
Tantas quizá
Como para convertir
Este sueño en realidad.

-Autor no encuentrado.

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Cuando Madeline llegó al paso dos mil, todos volvieron a casa.

El duque, no muy contento con la sugerencia que le había dado Damon, se tragó el orgullo, y cuando vio a lady Lam perderse en su habitación, mandó a hablar a cada uno de los sirvientes que  atendían la casa para que pasaran a su despacho.

Los interrogó sin mencionar nombres ni características. No habló de sucesos nocturnos ni de relaciones prohibidas, solo les contó de una camisa que apareció en su habitación, siendo la persona que la dejó ahí, culpable de una situación mayor.

Debía de admitir que esa era la única forma de arrancar el problema de raíz para no dañar la reputación de Madeline con chismes sin escandalosos. Tomaría al culpable, lo haría pagar, y después se alejaría de ella para no destruirla. A fin de cuentas, sus ojos oscuros seguían brillando por Benjamín y no habría daño en su alma.

Simplemente daría un paso atrás y saldría de la jugada.

Interrogó alrededor de ciento cincuenta personas. Se le fue todo el día, e incluso algunos solo les hizo una sola pregunta. Para sorpresa, la mayoría de Los empleados de la cocina apunaron a un solo punto en específico.

Mandó a llamar a Sara Becher, por allá a las 11:00 p.m, después de hacer la última entrevista, y sus ojos sínicos le quitaron cualquier duda que hubiera a su nombre.

Cuando entró en el despacho levantó sus manos para llevárselas a la barbilla y le pidió que se sentara frente a él. Estaba cansado, estresado, hambriento, perdido y encontrado. Solamente quería ir a dormir, buscar a Madeline y disfrutar de sus brazos, pero la rabia solo lo consumía como fuego cuando recordaba que ella era la culpable de que tuviera que alejarse de su olor a lavanda.

—Sé lo que has hecho—se limitó a decir, con el rostro completamente empapado de todas aquellas emociones amargas que lo torturaban.

Sara negó lentamente con una sonrisa sínica en los labios.

—No me arrepiento de nada de lo que me pueda acusar—le dijo levantando la cabeza con orgullo—.En realidad me considero una buena persona, por haber tenido la iniciativa de alejar a la señorita Lamb de un ser tan despreciable como usted.

Hunter abrió la boca sorprendido. Y agradeció, de cierto modo, que le respondiera de aquella manera, porque se estaba muriendo de ganas por pisotear a alguien.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora