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Hay rincones en el mundo que son pura magia

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Hay rincones en el mundo que son pura magia.

Tú, por ejemplo.

-Ian Writers.

— ¡Hunter, querido!

Debió de imaginarse que Madeline no es de las que llegan tarde. La conocía tan bien que hasta a él le resultó extraño que no supiera predecir eso de ella, porque, en realidad, no tenía nada planeado para su llegada. Apenas esa mañana el marqués había ido a hablar con él y ahora había un armamento de ropa entrando por su puerta principal.

¿Cómo es que una dama tan pequeña necesitaba de tanto?

— ¿Qué te he dicho de los modales, Madeline?—alegó su padre.

La mujer le sonrió de esa forma que hacía que no pudieras enojarte con esos ojos oscuros.

Hunter estaba perdido por esa sonrisa.

—Es mi amigo, padre—le respondió dándole un fuerte abrazo y besando su mejilla—. Déjese de regaños. Se le está haciendo tarde, y usted sabe cómo se pone mi madre con la demora.

El marqués le sonrió con tristeza a su hija. Había engañado a Dianna diciéndole que llevaría a Madeline con la marquesa que la cuidaría en su ausencia. No se negó. No tenía fuerzas para hacerlo. Su podré mujer estaba sufriendo, pero él sabía que era fuerte.

—Confió en que cuidara bien de mi hija, Standich—le dijo con voz dura al Duque.

Hunter le estrechó la mano en forma de despedida.

—Está en buenas manos, marqués. Vaya tranquilo.

Le agradeció con un asentimiento de cabeza, mientras a su hija le dedicó un último abrazo de despedida.

—Pórtate bien, Madeline.

—Lo haré, padre. Lo prometo.

Y con esa respuesta el marqués salió del lugar. Ambos se quedaron mirando sus lentos pasos alejarse mientras los sirvientes seguían entrando con las pertenencias de la dama.

Al saberse solos, el aire tuvo una consistencia diferente.

—Hasta que por fin te encuentro—lo regañó la mujer acercándose a él para darle un abrazo—.Te he estado viniendo a buscar y jamás estás.

"Cobarde" se susurró a sí mismo recordando que se había escondido de la dama.

—Asuntos de negocios—respondió sintiendo su olor a lavanda. Siempre olía tan bien que hacía que se perdiera en su mundo, un lugar oculto y brillante que lo envolvía en una burbuja llena de dicha y emociones. Fuertes emociones.

La dama lo soltó, mientras él deseaba que no lo hiciera, y se colocó las manos en la cadera.

—En ese caso, espero que no me dejes muy abandonada estos días que pase aquí. No me quiero sentir sola.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora