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Déjame reinar tu mente, tus labios, tu cuerpo y tu cama

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Déjame reinar tu mente, tus labios, tu cuerpo y tu cama.

-Katt Wallas.

***

Hunter se desperezó entre las sábanas blancas que vestían su cama. Sonrió adormilado. Hacía tiempo que no dormía tan bien. Solía quedarse hasta tarde en su despacho para trabajar, pero esa noche no, porque más que el recuerdo de haber ido al teatro con Madeline, aún revivía con lujo de detalle cómo había sido tenerla entre sus brazos.

Si tan solo sus brazos fuesen el hogar de la dama, si tan solo Hunter fuese su refugio y sus labios su delirio.

¡No! Negó con la cabeza. No podía ponerse triste ahora, no después de haber soñado con tenerla en su vida.

Se levantó, pidió que le prepararan un baño frío y se vistió de la forma más elegante que pudo para impresionar a Madeline. Se colocó el corbatín que la dama siempre elegía para él y salió con la cabeza en alto y la mente repleta de sueños.

Caminó por el largo pasillo que separaba su habitación de la alcoba de la dama y con cada paso se arrepintió de haber pedido que colocaran sus cosas en un lugar tan alejado. Lo mejor hubiera sido tenerla cerca, a pequeños metros de distancia, los suficientes para fingir que era sonámbulo y meterse en su cama.

Negó con la cabeza riendo. Tenía que dejar de pensar idioteces.

Se posó frente a la puerta de la dama y la tocó. No hubo respuesta. Respiró profundo y lo intentó de nuevo, sin recibir señales de la dama o de la entrometida de su doncella.

Arrugó el ceño y regresó sus pasos, bajó por las escaleras y llamó al mayordomo. El hombre apareció con paso apresurado, sin perder nunca la elegancia que lo caracterizaba.

- Dígame, excelencia.

- ¿Dónde se encuentra, Lady Lamb?

El hombre lo miró con un poco de miedo en las pupilas, pero de igual forma soltó la respuesta, como si ésta fuese un tiro dado por la espalda.

- Salió a caminar con lord Matthew, su gracia. La señorita me pidió que no lo despertara. Dijo que había sido una larga noche y que mejor lo dejáramos dormir. También aseguró que regresaría para el desayuno.

¡¿Había sido una larga noche?!¡¿Eso dijo ella?!
Claro que había sido larga, al igual que los dedos en su interior.

Apretó los dientes con fuerza, mientras un enorme trozo de su mundo se derrumbó causando un incendio de rabia que se expandió por todo su interior.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora