Has amado y eso es más
Qué un acto de valentía.-Ron Israel.
~•~
Después de charlar con su madre, Madeline, mágicamente, se sintió libre. Fue si hubiera sacado de su pecho un peso inerte que la mantenía al borde de la locura, porque lo que hizo ahí adentro, fue limpiar su alma.
Dios sabía que llevaba mucho tiempo queriendo revelarse contra las exigencias de la marquesa, y ahora, por fin, lo había hecho.
El día siguió silencioso, sin nadie que la molestara o le hablara, quizá fuese porque, aun cuando su alma se sintiera ligera, sus ojos desprendían una infelicidad inmensa y su pecho un agudo dolor que nadie podía curar. Todos estaban demasiado ocupados planeando su boda como para saber lo destrozada que eso la tenía.
Y es que, el haberse curado de varias heridas, le había abierto más.
Durante la cena el silencio fue sustituido por una charla animada entre su padre y el Duque, mientras su madre, como la dama refinada que era, se mantenía callada en su lugar comiendo lo único que su estómago podía consumir sin vomitar.
Llevando aquel amargo rato en silencio, Madeline se enteró de los negocios que su padre cerró en Francia antes de que su madre empeorara y de que la boda de Lord Standich y Lady Whitman sería apenas unas pocas semanas después de la suya.
Y no pudo dormir.
No pudo dejar de soñar que tenía a Hunter entre sus manos. Cada una de las veces era más real que la otra, y al final siempre despertaba buscándolo, desesperada, con la esperanza de encontrarlo pero él no estaba. Era como perderlo una y otra vez, y que mejor la mataran antes de seguir con tremenda tortura.
Al día siguiente la situación no mejoró porque su padre salió temprano para poder charlar con Lord Matthew sobre la nueva fecha para la boda, que sería apenas pasado mañana, y puedo haber sobrevivido a eso, pero lo que la llevó al suelo, fue enterarse de que Hunter salió a la misma hora para ver a su prometida.
Pasó el resto del día encerrada en su habitación, hasta que se dió la noche, y cuando despertó comenzó a contar las horas para que se llegara su boda.
Y si yo les contará la pena que invadía el alma de Lady Madeline, probablemente ni me creerían que una persona pudiera sentir tal dolor. Era como un fuego que ardía en su garganta y bajaba hasta su estómago, en el que nacía un hueco enorme, semejante al vacío de su acabado corazón, y que se le extendía hasta los dedos de los pies.
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La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICO
Historical FictionÉl probó de su inocencia, besó sus labios con devoción y calentó su piel suave en cada zona que sus dedos fuertes tocaron. Él la hizo sentir como si un incendió floreciera en su interior. Un gusto que se le antojó como para disfrutarlo bajo el manto...