Quiero
lo que me corresponde.
Lo que late ahí
en tu pecho
que es mio.-Juan Ardini.
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Para que el Conde entendiera todo el cariño que Hunter le tenía, cumplió su promesa: no dejó que Madeline saliera con él en toda una semana, y claro, para quedar como el bueno, le mintió a la dama diciéndole que Lord Matthew tenía negocios que arreglar.
Puede que estuviera mal, pero se sentía muy bien.
Aun podía saborear la rabia correr por sus venas cuando el conde se atrevió a ofrecer dinero a cambio de su amiga, aquella dama que se merecía el cielo y no algo tan terrenal. Hunter estaba dispuesto a darle lo primero y más.
El Duque la acompañó a tres bailes esa semana y todos los días desayunaron juntos, salieron a caminar, almorzaron, fueron por helado, cenaron y terminaron en una de las salitas tomando el té, leyendo y platicando. En ese orden, y claro, no pudo evitar apartar, cada noche, los ojos de ella, de sus labios, esos que eran más libres que suyos y le dolía. Por Dios que le quemaba no poder reclamarla como suya.
Algunas veces Madeline se ponía a tocar el piano para el Duque, mientras tomaban el té, y no es que eso fuera nuevo para Hunter, pues creció escuchando el sonido del instrumento cuando la dama lo tocaba. Solía perderse en ella, en sus dedos moviéndose con destreza sobre las teclas y en sus labios regordetes y rosados que se movían lentamente sin emitir sonido. Lo que si fue nuevo eran las ganas que tenia de acercarse y morderlos como si con ello fuera a degustar la canción.
Estuvo siete días sin probar esa boca dulce. Toda una semana que no le dolió (¡Ja, cómo no!) porque amortiguaba las ganas bailando con ella todos los vals en las fiestas y escuchándola tocar esas notas que lo hechizaban como si su diosa fuese más bien una sirena.
Pero Madeline no veía todo tan bien y eso Hunter no lo sabía. Tenía dos días comiéndose la cabeza con el recuerdo de una charla que había tenido en el último baile al que fueron:
Hunter se había ido a traer un poco de agua para ella, pues había quedado sedienta de tanto bailar. Tan sólo fueron unos segundos y esos bastaron para que Lady Whitman, la ex prometida de Lord Matthew, le llegara por sorpresa.
Se puso rígida y no tenía por qué hacerlo si la dama no le daba miedo, pero Madeline no sabía cómo tratar con las personas que la odiaban. Jamás alguien había sentido eso por ella.
― ¿Le puedo ayudar en algo?— se animó a decir cuando la dama estuvo casi un minuto completo mirándola sin pronunciar palabra.
Violetta no podía hacer nada. Estaba petrificada, y lo único que movía eran los ojos, esos que no dejaban de examinar a Madeline de arriba a abajo, preguntarse con cada centímetro que pasaba, qué era lo que Lord Matthew le había visto para elegirla. ¡Ella estaba dispuesta a darlo todo! Lo que fuese, con tal de que el Conde volviera a posar sus ojos en los suyos. Esos ojos que aún la hacían suspirar por las noches.
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La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICO
Ficção HistóricaÉl probó de su inocencia, besó sus labios con devoción y calentó su piel suave en cada zona que sus dedos fuertes tocaron. Él la hizo sentir como si un incendió floreciera en su interior. Un gusto que se le antojó como para disfrutarlo bajo el manto...