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Vos sabías que esto no iba a durar demasiado, pero aún así lo hiciste inolvidable, más que fascinante, intenso, ardiente

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Vos sabías que esto no iba a durar demasiado, pero aún así lo hiciste inolvidable, más que fascinante, intenso, ardiente.

-Maria José R.P

~•~

La cosa sobre el ultimo beso que Hunter le dió, fue que si ella hubiera sabido que era el último, le hubiera dado otro, abría delineado su boca con la lengua que él había hecho ágil, lo abría abrazado con fuerza buscando fundirse en su cuerpo. Porque ya se sabía de memoria la forma en que le gustaba que lo acariciaran, porque poco a poco se dió cuenta de que si pegaba por completo su cuerpo a su pecho, lo hacía suspirar.

La cosa del último beso que tuvieron fue que no supo que iba a ser el último, y si pudiera, ¡Juraba por Dios que si pudiera!, regresaría a ese momento de caricias y lo haría eterno, para que le sirviera de consuelo en aquellos momentos de agonía en el que pequeños recuerdos flotaban en su mente, recordándole aquello que había perdido.

-Lady Madeline.

La joven escuchó una voz lejana que intentaba regresarla de la nebulosa que la había tragado completa, como cada día desde aquella noche en que él le hizo saber que ya no le importaba.

«He llegado a la conclusión de que fuiste más un capricho pasajero, de esos que duran una noche y por la mañana uno ya no recuerda ni su nombre»

Y quizá sí la había olvidado, porque tenía tres días, después de aquella maldita noche-¡Diabólica noche, aborrecida noche!-que no aparecía a desayunar por estar paseando en Hide Parck con su prometida y no llegaba a la comida porque la misma lo había invitado a tomar el té, y para la noche solo escuchaba los pasos fuertes que daba rumbo a su despacho, sin ni siquiera decirle un "hola", o un "lo lamento, sí te amo y me equivoqué".

Y ella ya no estaba dispuesta a ir hacia él de nuevo buscando explicaciones porque su corazón ya no aguantaba más golpes, y prefería dejar las cosas así, frías entre ellos, porque ya le había quedado más que claro que el lugar que había tenido en su corazón fue desalojado y comprado por una morena insoportable.

-Lady Madeline, ¿se encuentra bien?

Dio un salto cuando una mano le tocó lentamente el hombro y entonces reaccionó, pero ésta vez de verdad, sin volver a sumergirse en sus pensamientos, y encontró ahí frente a ella, a su prometido.

Lord Matthew había ido esa mañana a pasar un tiempo con ella, y Madeline, como toda una profesional en el arte del silencio, solo recordaba haber llegado al jardín, situarse en una de las mesas del exterior y perderse en los pasos de la pareja que caminaba a metros de ellos.

Hunter se veía feliz. Reía, en ocasiones abrazaba a su prometida y que Dios la perdonara por desear que un rayo le cayera encima a la mujer cada que lo veía sonreír a su lado.

-Sí, estoy bien-le mintió.

Lord Matthew suspiró con esa voz ronca que lo caracterizaba y, al igual que ella, volteó su rostro hacia la pareja que caminaba a lo lejos.

-Se ven bien juntos-comentó recargandose desganado en la mesa.

Madeline sintió un piquete en el corazón.

-Sí-Admitió como si con eso se pudiera comenzar a convencer a sí misma de ello.

-¿Lo amas?

La pregunta la desconcertó y lo volteó a ver con la boca abierta y... El mundo se detuvo al ver en su mirada una chispa diferente.

Él lo sabía.

Algo le decía que tenía tiempo sabiéndolo, y no le podía mentir, por el bien de Hunter, debía de ser sincera.

-Lo olvidaré-le soltó mirando firmemente sus ojos verdes, aquellas esmeraldas que en su momento se robaron sus sueños, y ahora solo estaban ahí, sin hacer nada.

-Debe de ser injusto, ¿no?

-¿Qué cosa?

Él volteo a ver a la feliz pareja y Madeline vio como los ojos del caballero se oscurecian.

-Que extraños tengan la felicidad que a otros les pertenece.

Y esas palabras prendieron un foco en ella, una pequeña chispa que se expandió como un incendio y con ello entendió muchas cosas que estuvieron siempre frente a ella.

-La ama, ¿no es así?-cuestionó curiosa.

Lady Madeline miró cómo el Conde se tensaba completamente y aquellos finos vellos de su nuca se erizaban mostrando nerviosismo.

-Debería de estar prohibido sentir esto por personas que no nos pertenecen-le contestó sin soltar la vista de Violetta-, Pero el mundo es una mierda, y perdona si te molesta mi vocabulario, pero estoy tan harto que podría explotar.

Y lo entendió. Ella también tenía ganas de explotar en diminutos pedazos, pero sabía que todos ellos se quedarían ahí para Hunter, siempre, porque aunque lo siguiera intentando, toda ella aún le pertenecía a él.

-¿Y no le molesta que su prometida sienta...esto por otro hombre?-no tenía el coraje para decir la palabra.

Lord Matthew la volteó a ver y sonrió de lado, como si guardara en ese gesto un millón de secretos.

-¿No le molesta a usted que su prometido tenga muchas amantes?

Madeline lo miró y aunque mil veces se dijo que ella necesitaba a un marido que le fuese fiel y la respetara, la confesión del conde no le dolió. Más bien no la hizo sentir nada, porque el hombre no le interesaba de la forma profunda que otro si lo hacía.

-No, no me molesta-admitió a secas.

-Bien, entonces eso significa que tendremos un buen matrimonio-le dedicó una mirada chispeante-, pero sépase, milady, que a mí no me gusta compartir, así que más le vale que se mantenga alejada de él. Es un hombre comprometido, no lo olvide.

Y no lo haría.

Madeline sintió aquello último como una amenaza a la que no le puso queja alguna, solo se mantuvo ahí sentada, porque sobraba aclararle al conde que jamás pasaría algo entre el Duque y ella, porque todo sentimiento, si es que en verdad había existido alguno, ya estaba muerto o en proceso de ser asesinado.

Así que solo se limitó a asentir.

Y en ese momento la puerta que daba al jardín se abrió y por ella cruzó una figura que Madeline conocía muy bien. Delineó los zapatos caros y el caminar elegante con la pequeña cojera que el marqués disimulaba con un hermoso bastón de madera, y no puso soportarlo más.

-¡Oh, padre!

Le valieron un cuerno los modales mientras se levantaba de la silla y corría hacia él. Lo abrazó sintiendo su olor a tabaco y pipa, y dejó llevar en ese gesto porque era su padre y la llenaba de una paz que la hacía sentir libre, pura. Por primera vez en días fue como si todas sus piezas se volvieran a unir en una.

Pero el abrazo que él le regreso fue seco, quizá hasta un poco frío, y se separó extrañada.

-¿Qué sucede?-miró los ojos oscuros que eran iguales a los de ella.

Y el hombre, con el rostro serio y el semblante apagado, la miró con un intento de sonrisa.

-No es nada-le dejó un beso en la frente-, Tu madre está en una de la salitas de adentro, deberías de ir con ella.

Madeline quiso sonreír y brincar de la emoción, pero... Había algo raro en el ambiente.

-¿Y usted?

El hombre hizo una mueca.

-Yo tengo una charla pendiente con Lord Standich.

La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora