Ten, se te cayó la última oportunidad conmigo.-Autor no encontrado.
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[Londres, 1831]
El joven muchacho de cabello castaño yacía a la orilla de aquel río que se había convertido en el refugio de la tortura que acarreaba la vida que le había tocado sufrir. Era un espacio pleno en el que, el aire fresco, combinado con el agua clara y la preciosa risa de la niña de rizos rubios que corría a su alrededor, lo hacían sentir dichoso.
La pequeña Madeline de trece años estaba comenzando sus clases con una nueva institutriz que la preparaba para su presentación en sociedad dentro de cuatro años más, y a causa de eso, el tiempo que tenían para estar juntos se había reducido a casi nada, era nulo, pero aprovechaban cualquier hueco en el horario para escaparse a aquel lugar donde ambos eran felices, únicos y se daban el cariño que les hacía falta a sus corazones.
-Te noto muy callado-comentó la pequeña niña dejando de correr-. ¿A caso ya te cansó mi canción?
Hunter rio y le señaló con su mano que tomara asiento frente a él, y la niña, aún con la duda en su cabeza dorada, se acercó, se acomodó la falda y se sentó a la orilla del agua mirando cómo el futuro duque jugaba con una pequeña pieza plateada entre sus dedos.
-No me aburres-Se volteo hacía ella y le sonrió-. Jamás me cansaré de ti, angel.
La niña se atrevió a sonreír a sabiendas de que ella no había sído la causante de su mal rostro y alzó una de sus cejas rubias.
-¿Y porqué estás tan triste?
Hunter sonrió desganado, sabiendo que no era bueno contarle sus preocupaciones a una niña de trece años porque ni siquiera él podía lidiar con ellas. Apenas esa mañana el doctor había dado el veredicto final de la enfermedad de su padre. El Duque ya no podía ni siquiera ingerir alimentos porque terminaba vomitando sangre. El alcohol lo había acabado y los vicios se encargaron de cavar al agujero que le serviría de tumba.
Su padre, muy en su papel de hombre arrepentido en sus últimas, le había dado el anillo que él mismo le dió a su madre cuando le propuso matrimonio, y le dijo que tras su muerte era su deber convertirse en un Duque poderoso y cómo todo hombre fuerte, debía de tener una mujer valiente, firme, buena, pura y hermosa como la antigua duquesa. Y ni en sus días más sanos le había podido dar palabras más cuerdas que esas.
Suspiró dándole vueltas al anillo con sus dedos.
-No es nada, Madeline-como le gustaba su nombre-. Solamente debo de buscar a una mujer para darle éste anillo.
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La Debilidad De Un Caballero 1 EN FISICO
Ficción históricaÉl probó de su inocencia, besó sus labios con devoción y calentó su piel suave en cada zona que sus dedos fuertes tocaron. Él la hizo sentir como si un incendió floreciera en su interior. Un gusto que se le antojó como para disfrutarlo bajo el manto...