capítulo 10

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-sí que lo eres –me sorprendió.

-¿disculpa? –le enfrento.

-que eres un idiota, un grosero y mal educado –enumeró.

-¿pero que...? –pensaba defenderme

-pero también hiciste lo correcto –interrumpió. –ella te hizo daño y le fuiste sincero, aunque fuiste  muy duro con ella –le apoyó.

-¿no se supone que tú la odias? –inquirí confundido.

-sí, la odié porque soy tu hermana y te engañó. La odié porque incluso a mí me traicionó. Pero sobre todo la odié porque a pesar de todo ella marcó nuestras vidas –confesó con tristeza.

-¿y que cambió? –pregunté con cautela. El tema era delicado y doloroso para ambos.

-su mirada –contestó con simpleza –cuando te engañó y te buscó para “explicar” su mirada era fría con solo una pequeña pizca de arrepentimiento. Su mirada de hace unas horas cuando te miró nuevamente era de arrepentimiento puro con una fuerte cantidad de dolor. La manera en la que te miró mientras le decías toda esa mierda –espetó como si fuese a ella a quien se lo hubiese dicho –me hizo ver que no la había pasado bien estos últimos años y, aun así no trató de defenderse. Ella solo se quedó ahí, recibiendo cada estocada que le lanzabas y se tragó como fuego sus palabras dejando su orgullo de lado. Pero la mirada que nos dio cuando fuimos por los helados… esa mirada demostró cuanto había sufrido, cuanto estaba arrepentida y no solo por ti también por mí. También me dejó ver que le hacía falta tanto un momento así, que le demostráramos que fue tan importante para nosotros como lo fuimos para ella.

-no creo que hayamos…

-lo fuimos –interrumpió. –lo puedes ver en su mirada, y esa mirada que te dio al huir del auto. Está totalmente avergonzada y arrepentida. Le hicimos falta, solo mírala. No es ella, no es la chica que recordamos; sonriente, firme, segura. Ahora está cohibida, la sonrisa no llega a sus ojos, hasta me atrevería a decir tímida.

Lo pensé y miré un punto fijo en el estacionamiento de la casa.

Al notar mi ausencia de palabra Vanessa habló –hablarás con ella después de la cena –no fue un pregunta.

-pero…

-y si no lo haces le contaré a todos que aun bailas la macarena en calzones cuando sales de bañarte después del GYM –amenazó.

-eso es muy bajo –ella se encogió de hombros y se dirigió a la casa.

Suspiré pesadamente. Tenía que hacer la comida y alistarme para recibir a Marks, Maddie y… ver a Chloe.

¡Se me juntó el ganado!

Aunque ninguno sepa que es ganado.

Y ninguno sienta algo por mí.

Y… bien, no son ganado.

Empecé a preparar todo y como es costumbre siempre que cocino, pongo música con mi amplificador y rápidamente “i want you bad” de R5 se empezó a reproducir.

Empecé tarareando la canción hasta que el ritmo me absorbió y empecé a cantar a todo pulmón sin importarme ya quien podría escucharme o verme.

Llevaba mis jeans negros y una playera roja; usaba mi delantal varonil de color rosa que decía: “la mejor mamá del mundo” en letras negras.

-oh girl i want you bad oh, oh, oh –cantaba tomando la cuchara como micrófono. En cierto punto empecé a mover la cabeza exageradamente hacia los lados mientras me creía Riker Lynch con el bajo.

Comencé a cortar la verdura, concentrado en la música y en lo que hacía y de pronto la imagen de Chloe mirándome con arrepentimiento invadió mi mente cuando la canción “un idiota” de Joan Sebastián empezó a sonar.

Sé que te marchaste sin saber, sin escuchar sin comprender
Que hay una daga envenenada aquí en mi pecho
El mal ya está hecho ahora, sé que no merezco tu perdón que lastime tu corazón
Hoy me avergüenzo fui el motivo de tu llanto, queriéndote  tanto.

Los recuerdos empezaron a reproducirse en mi mente como una cinta de video y rápidamente una lágrima se deslizó por mi mejilla.

No era que aun estuviera enamorado de ella, no.

Era el hecho de que la extrañaba como amiga.

-también te extraño –escuché.

-¿cuánto tiempo llevas ahí? –pregunté mientras quitaba la lagrima con rapidez de mi rostro.

-el suficiente como para ver cómo te creías estrella de pop rock–se burló.

-la música es buena –de defendí. -¿Qué te trae por aquí? –pregunté desviando mis ojos a los que estaba cortando.

-sí, es buena. Veo que tienes un gusto de música variado; desde Shawn Mendes hasta Joan Sebastián –destacó –y vine porque quiero hablar contigo.

-sí, soy de los que piensan que el ritmo o tipo de música no importa, importa la letra –argumenté –yo también quiero hablar contigo, y si no te molesta que esté un poco ocupado podemos hacerlo ahorita –sé que suena desinteresado, pero en verdad necesito terminar esto.

-en realidad, podría ayudarte a preparar los tacos –se ofreció y la miré dudoso.

-¿enserio? –cuestioné.

-claro –asintió –es una de las comidas típicas de mi país. Sé prepararlos bien –alardeó mientras se ponía el otro delantal blanco liso. Pensándolo bien debí usar ese en lugar de este rosado.

-bien, pero yo canto mientras cocino –amenacé.

-lo soportaré –se encogió de hombros comenzó a curtir la cebolla.

Al principio no dijimos palabra alguna hasta que… ocurrió. La canción Que siempre cantaba para ella empezó a sonar.

Cruzare los montes, los ríos, los valles por irte a encontrar
Salvaría tormentas, ciclones, dragones sin exagerar
Por poder mirarme en tus ojos bonitos y vivir la gloria de estar a tu lado
Porque en mi ya siento que te necesito que me he enamorado
Por poder mirarme en tus ojos bonitos y vivir la gloria de estar a tu lado
Porque en mí ya siento que te necesito eso y más haré.

Sentí la mirada de Chloe sobre mí y entendí que ella también lo había recordado. Giré y encontré esos hermosos ojos cafés que me enamoraron hace 4 años.

-yo… -empezó a decir

-no, lo que dije fue mentira, si me interesa tenerte cerca. Y me disculpo por ser tan frío y distante, no debí de ser tan grosero –ella negó.

-lo merecía. Cristopher si es mi primo, pero siempre estuvo interesado en mí. Debí decírtelo, lo sé. Solo no quería que te pusieras furioso y quisieras golpearlo –explicó.

-¿celos yo? No. ¿Por qué me levantas falsos? –ironicé.

-ay Ethan, por dios, es más fácil que un toro cabreado no persiga una tela de color rojo a que tu controles tus celos de macho alfa. –renegó divertida.

-¿y tú? –Alegué sin dejar lo que estaba haciendo –cuando la chica se pone celosa es más fácil domar a un tigre hambriento con mucha carne fresca delante de él que lograr que te calmes –fue mi turno de burlarme.

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