Capítulo 44.

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—Eso lo tenemos en cuenta. Además, el sufrimiento es inevitable en una relación ¿o no?

—Sí, es toda la verdad —ladeó su boca.

—Gracias por no cambiar tu hermandad conmigo —dije colocando las manos sobre las suyas, y luego alejarlas de mis mejillas.

—Siempre serás mi hermanita menor, así crezcas —sonrió cálidamente.

—Bueno... me voy a dormir —subí ambas cejas— estoy muy agotada.

Nelson

Evidentemente mis papás estarían al pendiente de nosotros, entonces en lo que llegamos al pasillo, tocamos su puerta para avisarles que hemos llegado.

Seguidamente nos trasladamos a nuestra habitación con el objetivo de dormirnos, al menos hasta el mediodía, puesto que al día siguiente vamos a retornar a nuestra ciudad.

Finalmente nos quedamos clavados en las camas.

—¡Aaayy, dormí divino! —alargué estirando todo mi cuerpo.

—Divino te debiste haber sentido encerrado con Antonella —comentó Gabo riéndose.

—¿Cómo estuvo eso, bro? ¿Está listo? —preguntó Víctor con un tono pícaro.

—No hermano, no... tampoco así —respondí con voz baja.

—Ahh, pendiente pues.

Ahora, los momentos anteriores y nuestra charla, reviven en mis pensamientos. Inclusive.. otra despedida entre nosotros.

—Víctor, Nelson, Gabo.. vamos a almorzar —dijo mi padre, tras tocar la puerta.

—¡Voy! —exclamé en cuanto me levantaba de la cama.

Bien, ahora me quiero contactar con MI novia, a ver si hay posibilidad de vernos.. último día acá.

Llegamos al acuerdo de comer aquí mismo en el hotel.

En estos momentos estoy dándole vueltas a la cabeza, organizando mis ideas y/o palabras para confesarles a mis padres sobre Anto y yo.

No tengo la mínima idea de cómo lo vayan a tomar.

—¿A qué hora nos vamos mañana? —preguntó Víctor mientras cortaba un trozo de carne.

—Antes de las 8 tenemos que estar saliendo —respondió papá tras beber un sorbo de jugo.

—Mmmm.

—¿No han hablado con Daril? —preguntó mamá.

—Sí, claro, eso es normal —dijo Gabo entre risas.

Mi silencio permanece.

No puedo estar más nervioso porque bueno...

—¿Te comieron la lengua los ratones? —dice mi madre, con una risilla.

—Pasa que... quiero decirles algo —los miré.

—Cuéntanos.

—Antonella y yo... somos novios.

Ambos se miraron con asombro y yo, simplemente no sé cono actuar.

—¡Qué bien! —dijeron con una sonrisa formada en sus labios.

—¿Les agrada?

—Claro hijo.. pero no te olvides de lo que te dijimos —dijo papá— y si crees que vas bien con ella, deberías de anunciarlo.

—No lo sé —bajé mi mirada.

—La fanaticada se pondrá... ¡ay Dios mío! —dijo Víctor con énfasis.

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