CAPÍTULO 11 SER ÍDOLO NO ES FÁCIL

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"El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos."
Octavio Paz


Isa se ha desmayado, en brazos de "Precioso Tesoro". Ella no ha tomado consciencia que tiene una herida abierta y delicada en su costado derecho, que ha sangrado y ahora está inconsciente. Precioso la lleva en brazos, atravesando con facilidad toda la casa hasta la entrada principal de la mansión, corriendo hacia su auto, angustiado, pensado que no conseguirá salvar a la joven desconocida.

Llega al auto, abre la portezuela trasera, y de éste saltan hacia afuera, cuatro enormes perros negros. Precioso los llama por sus nombres, para calmarlos

- ¡Altair, Rigel, Aldebarán, Antares, quietos, ya! - Los cuatro hermosos especímenes de "pastor belga" ladran alegremente y juegan alrededor de su amo.

Precioso introduce a la joven en el asiento trasero y cierra la puerta y continúa hacia el lado del conductor. Abre, pero sus mascotas le impiden el paso, a lo que él les da una orden "stay, sit" y éstos obedecen inmediato, quedándose quietos, sentados, como estatuas.

Precioso Tesoro entrenó sus perros para defensa de su propiedad. Considera que las cámaras de seguridad no son suficientes. Además de ser útiles para evitar la intrusión de roedores u otras especies de la fauna local, tal es el caso del pícaro zorro rojo, que hace travesuras en las residencias, si no se le controla adecuadamente.

Las varias hectáreas que abarca su feudo, es basta para los cuatro enérgicos canes. Portan un microchip bajo la piel de su cuello y una copia igual en su collar, que los localiza e identifica en un programa en sus sistemas de seguridad. Los había llevado a su cita mensual con el veterinario cuando Isabella ingresó en la mansión. Es de comprender por qué ella pudo pasar sin problemas hasta la casa. La historia hubiese sido otra con ellos allí. No la llevaría al hospital por una caída, sino a la morgue, despedazada por sus eficientes colmillos.

Precioso Tesoro pone en marcha el auto. Isabella, semi inconsciente, alcanza a escuchar algunas cosas de su entorno y el ladrido de los hermosos belgas no se le escapa. La joven comienza a hablar y decir cosas sin sentido

- Los zorros ladran, corren a mi alrededor, no hay perros, no, Mi Precioso Tesoro no tiene perros. No me muerden porque no están. No estoy hablando, solo estoy pensando y no puedo hablar.

- No, no tengo perros. - Su respuesta surge espontánea, con una leve sonrisa de quien conoce una verdad universal y se la guarda para sí.

- Gabriel es tu hijo, William es tu hermano, entonces ¿quién es Richard? Estoy desmayada lo sé, pero puedo pensar y, puedo analizar. Quisiera que pudieras escucharme y así respondieras mi pregunta.

Precioso Tesoro se queda helado al escuchar la cuestión. No sabe si responder o solo dejarlo pasar. Nadie antes le había indagado con tanta astucia sus personajes, o mejor dicho él jamás había confrontado a una lectora directamente, puesto que en el chat, sino le conviene simplemente no responde lo que no desea compartir. Pero Isa, se vuelve especial para él. La admira, por haber traspasado todas las barreras para conocerlo, a pesar de su juventud, ser tan valiente y demostrarle su amor y admiración, hasta el grado de transgredir la ley. Sentir directamente el afecto de una admiradora lo ha impactado en lo más profundo de su ser, jamás creyó despertar el amor en alguien que sabe poco o nada sobre él y sin siquiera conocer su rostro, y se descubre así mismo con un sentimiento nuevo: "siente afecto hacia ella".

Sin dejar de conducir gira levemente su cabeza para verla de reojo. Tan vulnerable, joven y hermosa, como lo pueda ser cualquiera a su edad. Piensa que es hermosa pero ella tiene algo más, y repara en lo que antes no vieron sus ojos por las circunstancias. Su edad no le impide apreciar como hombre la naturaleza femenina en su máxima expresión "Una joven de diecinueve años, enamorada".

MI PRECIOSO TESORODonde viven las historias. Descúbrelo ahora